Estaba ya cansado de no poder pensar en otra cosa más que en su soledad, cuando por fin pudo imaginarse a un extraño insecto.
Este insecto se asimilaba a un escarabajo, pero la textura de su piel y su color rojo intenso le demostraban que solo se trataba de un producto de su imaginación, tan inexistente en la naturaleza como en la cordura misma.
Más allá de su forma y su especie, el extraño insecto en cuestión no tardó de salir despedido de su mente y estrellarse bruscamente contra la capa interior de la piel que recubría el hueso frontal de su cabeza.
Al darse cuenta de esto, el individuo sintió un escalofrío por todo su cuerpo y esperó que su mente lo devolviera a la realidad. Pero rápidamente el escarabajo comenzó a descender por el interior de su rostro, bordeando su ojo derecho, para depositarse así en una de sus mejillas.
El hombre no pudo evitar desesperarse al sentir que aquel insignificante animal se encontraba en su mejilla pero que le era imposible alcanzarlo con su lengua ya que este estaba dentro de su piel.
El golpe de puño que se proporcionó en su propio rostro pareció matar al pequeño insecto pero justo cuando retomaba su tranquilidad este continuó descendiendo a través de su garganta para llegar luego a sus tetillas, las cuales presionó contadas sus fuerzas, logrando que continúe bajando a través de su abdomen hasta depositarse en sus testículos. Allí el hombre tuvo la sensación de tener un tercer testículo, pero este tenía vida propia, lo que lo impulsó a presionar su escroto con ambas manos, obteniendo como resultado un fuerte dolor nunca antes percibido por su cuerpo.
El dolor comenzaba a ceder, pero no estaba en los planes del escarabajo permanecer allí, y pudo sentir entonces como un relieve se formaba en su pierna derecha y la atravesaba rápidamente pasando por su rodilla, antes de atravesar su tobillo y ser detenido finalmente por la uña de su dedo pulgar.
Fue justo ahí donde se detuvo, aunque esto no alegró en lo más mínimo al hombre, quien sentía ahora como el escarabajo, que había quedado atrapado en su dedo, le producía un insoportable cosquilleo que lo desesperaba mas y mas mientras el inquieto animal aumentaba sus contorsiones en su intento por escapar de allí.
Empapado de desesperación el individuo tomó su pistola y disparó seis balas consecutivas, de las cuales solo dos dieron con su objetivo, explotando su dedo y derramando su sangre que se mezclaba ahora con la del escarabajo.
Satisfecho por su victoria, y olvidándose del dolor, el hombre volvió a inhalar el polvo blanco.
….Y fue así como siguió cavando su propio pozo ciego del que solo la muerte podrá sacarlo.
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