Pasó el tiempo, y vuelvo ahora a marcharme de nuevo, vine y me fui como ave de paso.
Traje sensaciones, traje fuerzas y traje decisiones que nunca hice firme.
Y me vuelvo a marchar, sin ofrecerte las palabras que mereces, sin hacerte partícipe de aquello que nos incumbe a ambos. Quizás, si tuviera el valor de hablarte con sinceridad y expresarte mis miedos, mis temores, mis deseos... tu respuesta me señalaría la mejor de las salidas, la mas dulce y merecida.
Pero no poseo ese valor, y sino es contigo es con estas palabras, quiero ser de una vez sincero:
Soy un niño caprichoso; lo quiero todo y lo quiero ahora.
Soy un niño ambicioso; quiero lo mejor y lo más grande.
Soy un niño mentiroso; me guardo los secretos de mi alma, para seguir manteniendo intacto este castillo de naipes, con todas sus cartas.
Soy el EGO del niño y el adulto; me antepongo a ti, me antepongo a mi corazón y al tuyo, me antepongo a todo lo que me rodea.
Soy LA vanalidad; me gustan los halagos y la fama.
Me gustán los lujos y las cosas caras, me gusta viajar y perderme de ti y de nada, me gusta marcharme para volver, volver para marcharme.
Te quiero conmigo y cuando te tengo te descuido, deseando tener lo que anhelo, restando el valor que mereces y te proceso.
Te quiero ahí, lejos de mi, pero aparcado en tu mundo por si fracaso en mi intento. Tenerte ahí, sentir la seguridad que me ofreces, saberte fiel a mi.
Se que me amas, que me deseas, que me idolatras y eso me encanta. Pero me siento culpable al descubrir que aún no se como se ama. No se amar como lo haces tu, como lo hicieron otros antes, no se amar como se hace.
Yo sólo se amarme a mi, como a mi prógimo debiera amar, cambiando el sentido a las palabras.
Y bajo esta imagen dura, perfecta, creativa, poderosa e inteligente, no soy más que una sombra cobijada en un techo de miedos y de esperanzas.
Aprendi a hablar antes que amar, y esta es mi encrucijada.
|