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Marea alta parte 7

Yo espero y no se trate de un sueño de nuevo, pero esta vez sí era de verdad, con su mano toco mi rostro y solo se dispuso a decir.

-tenia muchos años de no besar unos labios.
-ni yo – dije con los ojos cerrados.

No pasó nada más que ese beso, y regresamos a mi casa, Víctor preguntó el precio del viaje de regreso al lugar de donde partimos y se quedó helado de lo costoso que es el viaje, realmente el barrio es el más caro por los bares de moda, los controles de alcoholemia y los guardianes del orden, así que el precio lo vale. Víctor y yo nos sentamos hasta atrás del camión, el camino era lago y con el calor que hace me dormí recargada en él. Me despertó hasta que llegamos a mi casa, nos bajamos y ya era tarde la noche nos había alcanzado así que lo invité a ser parte de mi placer, contemplar las estrellas y el cielo brillante del verano, y oler la brisa fresca del mar.

Nos recostamos en la suave arena de la playa que se encuentra afuera de mi casa.

-nunca había visto el cielo repleto de estrellas.
-¿enserio? – le dije
-sí, siempre veo el amanecer y el atardecer. Y me parece algo extraordinario, pero creo que el mirar las estrellas es algo mágico. ¿Le haz pedido un deseo a una estrella?
-… - opté por no decir nada, la única vez que le he pedido un deseo a las estrellas fue cuando el patán de Cristian llegó a mi vida.
-¿Qué pasa? ¿Dije algo? – pregunta el confundido.
-si – dije mientras me incorporé. - hace muchos años llegó….
-¿quién?
-sabes que estoy cansada… ¿nos vemos mañana?
-sí, buenas noches – dice él y me da un beso en la mejilla.

Por un momento le iba a decir la verdad, pero no fe así me detuve. Al día siguiente sucedió lo que muchos llaman “plantón”. No respondía el celular, pensé que se había molestado, hasta que fui a buscarlo al restaurant donde trabaja. A lo que se me informa que fue a ver a un amigo al que murió su esposa.
Esperé dos días a que me hablara a mi casa, hasta que por la madrugada me llamó.

-¿Mireya? Soy Víctor.
-¿Vic? ¿Dónde estás? Me enteré lo que pasó
-estoy a las afueras de la cuidad, un amigo de la infancia, su esposa murió, y estoy en su casa para apoyarlo.
-qué lástima lo de tu amigo ¿pero él está bien?
-sí, todo está bien, estaré fuera algunos días – dijo el al otro lado de la bocina.
-sabes… te voy a….
-…. ¿Me vas a qué?
-te tengo una sorpresa.
-¿sorpresa? ¿De qué se trata?
-¡es sorpresa! – respondí burlona.
-bueno lo que sea no me lo voy a perder.

Fueron días en lo que me di cuenta que ya no podía vivir sin él, era algo extraño. A veces sentía su presencia a mi lado, y veía su hermoso rostro dibujándolo en el techo cuando no podía dormir.

Salí a dar una vuelta por la playa, pensando en lo que me había dicho Víctor sobre sus quemaduras, era un hombre con la cara perfecta. Un hombre alto, lo tenía todo, no era grosero, no era maleducado, tenía buenos modales. Me he dado cuenta de que la perfección está en la FE, del hombre, y no el vestido, o que apariencia tanga. La viví con Cristian, que me trató como a una basura, nunca me he valorado. Tengo que empezar a manejar mi forma de quererme más, y que yo soy importante sobre todas las cosas.

Pasaron los días, seguía sin trabajo y sin ver a Víctor. Hasta que por la tarde de un lunes fui a un centro comercial, y entré a una tienda donde se venden cinturones.

-buenas tardes - dije muy amable, amabilidad que pronto se me terminaría.
-¿si dígame? ¿En qué puedo servirle?
-quiero un cinturón de la talla 48 en color negro.
-¿negro? ¿Para la playa? ¿48? – preguntó el.
-¿sí?- respondí muy irónica.
-pero, mire tengo otros modelos.
-¿que no escucha? ¿O qué? – dije muy alterada.
-mire esta le conviene, aparte no creo que la talla 48 le quede.
-¿qué dijiste? Yo soy más que estos 110 kilos – le dije y lo tomé de cuello.
-espera, déjalo. Así está bien. – dijo él. Y lo miré a los ojos.
-¿qué…?
-cálmate. No ganas nada con pelear. – dijo el
-¡ese canalla me insultó! –dije gritando y perdiendo la razón.
-y por qué te pones así, no tiene caso. Respira, vamos a sentarnos.
-¿Cuándo llegaste? - pregunté tratando de tomar aire de nuevo.
-hoy por la mañana, fui a tu casa. Pero una vecina tuya me dijo que saliste, te fui a buscar a la playa y como o te encontré sospeche que estaba aquí.
-¿y cómo está tu amigo?
-bien, vendió su casa y se fue a vivir con sus padres. Te llevo a tu casa. – ¿siempre se toma todo tan relax? Este hombre me transmite paz.
-¿a dónde vamos? –pregunté.
-a tu casa, vamos a tomar un camión.
-¿no tienes carro? – pregunté.
-no, no se manejar. – dijo el apenado.
-yo te enseño. – le dije. Cuando nos subimos al camión, preguntó sobre la sorpresa.
-¿Qué sorpresa me tienes? – preguntó el.
-¿qué sorpresa? – dije
-la que me dijiste por teléfono.
-… mañana me quitan el yeso del brazo. – me salí por la tangente.
-qué bueno ¿Te acompaño?
-sí, mañana. Temprano. – respondí.

Por la mañana fuimos al hospital, me quitaron mi yeso. Poco a poco recuperé el movimiento. En la tarde de nuevo regresamos a mi casa. Donde me di un baño.

-Me voy a bañar – dije.
-ok, voy a prender la televisión. – dijo él.
Me dirigí al ropero que tengo a un lado del baño. Pero cuando saqué la toalla, el folder donde tenía todas mis fotos de los hombres en poca ropa, estaba regadas por el suelo y el vio.
-y eso, ¿son hombres? ¿Te gustan los hombres? – dijo él.
-bueno es que…
-¿te gustan los hombres? – dijo el cuándo levantó un poster. Lo vio y lo puso en la mesa.
-deja yo lo levanto. – le dije. Me ayudó a levantar las hojas del piso.
-¿no eres lesbiana?
-… no – dije con lágrimas.
-¿pero qué te pasa? Tranquila.

Me invitó a sentarme en a la orilla del mar. Donde le dije la verdad. Y qué bueno que le dije toda la verdad.

-hace muchos años conocí a un hombre llamado Cristian, el me trataba muy mal. Me decía groserías, me trataba como una gorda. – yo decía con lágrimas y el con su mano me seco las lágrimas.
-tranquila, respira – dijo muy tranquilo.
-me dijo que nos casaríamos, pero días antes de casarnos me sale que el matrimonio no es para él. Me costó trabajo superarlo. Y hace poco tiempo me lo encontré en un restaurant, donde me entero, que ya está casado. Nunca voy a encontrar el amor.
-a veces, cuando se busca algo desesperadamente, lo único que se alcanza a ver es eso. – me miró a los ojos levantando mi cara, y me transmitió un mensaje de paz. Que pude recuperar mi respiración. Permanecí inmóvil, contemplando su hermoso rostro. – el amor llega solo. – dijo el tomando mi mano.
-pero… no soy capaz de quererme, menos de querer a alguien más.
-tu eres más que dulzura. La rudeza que muestras por fuera es para la gente se aproveche de ti. No tiene nada de malo. Lo que sí es malo, es que pienses que no te amas.
Sus palabras me tranquilizaron, me tomó de la mano y me llevo al mar. Me puso un dedo en la boca para que me callara y que escuchara las melodías del mar.

Continuara…

Texto agregado el 05-01-2013, y leído por 217 visitantes. (0 votos)


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