MALOS TIEMPOs...
Lloviznaba todavía cuando estacioné frente al supermercado. Ya eran cuatro días de mal tiempo, Mi señora bajó llevándose su mal humor en la cara y una escueta lista de compras en la mano, inventario de faltantes que habíamos armado en casa un rato antes. Artículo por artículo, precio por precio, en un ajustado presupuesto de acuerdo a nuestras disminuidas prioridades.
Yo no la acompañé para no hacerme mala sangre con las demarcaciones. Preferí esperarla en el auto distrayéndome con el nervioso trajinar de la gente por la calle, tan intolerante y malhumorada cuando el tiempo es malo y malo. Después de un rato, cansado de mirar y admirar también la gran cantidad de 0 Km que pasaban por allí, creí que ya debía buscar otra cosa. Por suerte alguien que dobló la esquina de la cuadra anterior, llamó mi atención y me sacó de ese ostracismo; La mujer que se acercaba me mantendría intrigado y sumido en una inquietante expectación por un largo rato. Despejé el parabrisas para observar mejor y noté que un poderoso atractivo lucía en ella como un rayito de sol en el opaco gris de la tarde. Me dispuse a descubrir ese secreto encanto en el corto plazo que disponía, y a su mitad de cuadra comencé con un rápido chequeo de esa anatomía acercándose. A saber... Caderas: escasas para mi gusto, no eran más anchas que su propio movimiento ( ese contorneo que al caminar les saben dar algunas mujeres concientes que no tienen lo suficiente) Piernas: flacas (enfundadas en un ajustado jeans no hacían otra cosa que confirmar su extrema delgadez) Pechos: una incógnita ( había que adivinarlas bajo esa gruesa campera de paño deformada por la humedad... – Tendrá una linda fisonomía – por ultimo conjeturé. A esa distancia me era imposible notar sus facciones nítidamente, menos a través de un vidrio mojado, así que debí esperar impaciente que se acercara más. Quería develar el misterio antes que volviera mi esposa... Y ya muy próxima pude ver claramente su rostro y por fin completar mi modelo para armar. Sinceramente, a decir verdad, se trataba de una chica común, ni linda ni fea, nada especial, no obstante algo la distinguía. Enseguida me di cuenta qué; En esa cara vulgar, la permanencia de una sonrisa lo había hecho todo para mí. Una implacable e imperturbable sonrisa, mantenida estoicamente durante una cuadra o más, en un rostro al descubierto y despreocupado bajo el continuo castigo de la llovizna me cautivó.
Ella siguió su rumbo, y yo la seguí mirando, hasta que traspuso la puerta del súper donde finalmente la perdí… Y quedé conmovido con lo que me había pasado con ella, o mejor dicho con ello; lo placentero y maravilloso que es ver un buen gesto y una buena predisposición en un tiempo no tan feliz para la mayoría de todos nosotros... El estruendoso sacudón que da el baúl de un coche cerrado con violencia me sacó de un tirón de lo profundo de mi reflexión. Con el semblante desencajado mi esposa se metió al auto y cerrando otra vez con un portazo lanzó: - Parece que aquí afuera lo estás pasando bien entretenido, ¿No?... Y yo allí dentro renegando con los precios... Para colmo ahora que esta lloviendo fuerte ni siquiera me ayudaste con los bolsos... Estoy empapada hasta los huesos, y en casa tengo toda la ropa humedecida... Qué me faltaba con este tiempo de mierda, pregunto yo... - Una buena cara, contesté callado
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