Besos para antes de besar
Querida mía, no sé si te he contado alguna vez que, atendiendo a sus características morfológicas, existen distintas modalidades de besos. Está, por ejemplo, el beso reservatus —una auténtica lástima de beso—, el beso con intercambio de fluidos, el beso profundo o de tornillo, el beso negro, el beso hexátilo, clásico donde los haya, el beso interruptus. Ella, que le escucha con una atención un tanto difusa, frunció el ceño sorprendida. Bueno, alguno de los que te he dicho no existe, es verdad, pero podría existir, ¿por qué no?, repuso él con cierto aire de suficiencia.
Prosigamos —prosiguió—: Pero hay muchas más especies de ósculos, como te decía, el beso de Judas, por ejemplo, que es un beso pérfido, traicionero; está también el beso de la paz, el comerse a alguien a besos, matar a alguien a besos; hay quien te hace comer en la palma de la mano, antesala de algún arrumaco posterior más consistente; existen besos con lengua, sin lengua, bilingües, bífidos quizá, de enganche, de desenganche, eléctricos; besos de dentadura postiza, besos con labios de silicona, ¡el beso de la muerte!… —se dio cuenta de que se estaba extralimitando y recondujo la cuestión— ¡Qué exageración de besos! Existe, cómo no, el beso de nariz o proboscidio, el beso en los labios, clásico también donde los haya, el beso en la frente, el besamanos, el beso volado, el beso sonoro o estruendoso, el silencioso, el rampante, el prolongado, el breve… el último beso. Hay gente que también tira los besos en lugar de darlos, ¡qué pena!
¿Puedo continuar?, dijo él mientras ella hacía un gesto de resignación… Pues verás, por su carácter simbólico o ritual y dependiendo de las circunstancias, el beso puede ser: de reconocimiento, de adhesión inquebrantable, de amistad, de amor, de despedida, de saludo, de bienvenida, el pasional que otros llaman lascivo o rijoso, el efusivo, el indolente, el triste, el morboso. ¿Me sigues? Contrariamente a lo que algunos consideran, el cunnilingus y la felatio, no constituyen propiamente un tipo de beso, a pesar de la abundante bibliografía existente al efecto. Está, en fin, toda una serie de subespecies besuconas cuya descripción, ya sea por su carácter escatológico, por el riesgo intrínseco que comporta, por la dificultad de su memorización, ya por lo complejo de su mecánica, obvio contártelos en este breve catálogo. ¡Se me olvidaba! Hay también besitos, besotes y besos a secas ¿eh? Si insistes, te podría hablar de ese beso indolente, muá muá, a modo de sucedáneo, que se da en el aire acompañado de una leve torsión de caderas y hombros, juntando los cachetes un instante a un lado y a otro, que casi ni es beso ni es nada.
Bien, pues todo esto te lo he dicho antes precisamente de pedirte que me dieras un beso. ¡Sólo uno! ¡Un besito! Uno cualquiera ¿sí? Uno beso de los cientos de besos que existen y que no te voy a enumerar ahora otra vez… ¡Pero mujer!, si sólo te he pedido un beso, uno sólo, aunque me haya puesto un poco pesado. ¡Bah, por un beso, la gente no se pone así, como estás tú, medio yo qué sé qué! Entonces ella dijo:
—¿Sabes lo que te digo?, ¡búscate a otra que aguante la paliza de tus besos! Los besos, ni se explican ni se clasifican. Los besos, ¡se roban, imbécil! —se levantó, dio media vuelta y se alejó displicente. Él se quedó, como es lógico y natural, totalmente anonadado y sólo acertó a decir:
—¡Pero si yo… sólo te quería dar un besito, joder!
Juan Yanes |