La ceremonia es sencilla,
pero intensa, profunda,
con tules y sedas vestida,
todo en ti con fulgor brilla.
En tu rostro es plena la sonrisa,
del silencio emerge un canto
que estremece hasta el llanto
y un perfume esparce la brisa.
Que me acerque, esperas, …
de la gente surge un murmullo
que suena como un arrullo
y te veo como te soñara.
Un coro de ángeles suave,
la marcha nupcial ulula
sin bajos ni altos modula
notas que al corazón mueve.
Mis ojos contemplan los tuyos,
y en ellos descubro tu alma
mientras me inunda la calma
tu mi reina, yo tu lacayo.
Es un rito sin preguntas,
pero debo responder
al compromiso de querer
sin esas leyes presuntas.
Prometo amarte sin egoísmo,
pues olvidándome de mi
podré pensar siempre en ti
sin dejar de ser el mismo.
Hasta el día que decidas,
en que quieras tu partir
con tu adiós te dejaré ir
aceptando tu partida.
Y daré gracias al cielo,
por el tiempo que me diste
para amar sin desquite
y sin buscar consuelo.
Porque usé aquel tiempo
inventando formas de amar
que no me arrepienta de dar
hasta la vida y mi aliento.
Talvés las ganas me queden,
de pensar que fue poco
y llegue a estar loco
por necesitarte en mi andén.