AL ANOCHECER
Jhon Fredy Cogua
El viernes al anochecer, las estrellas estaban más cerca de lo normal, cómo abundaban, parecían ojos alertas a lo que iba a suceder en esa noche, por fin a las nueve, salió la primera carroza con una mujer disfrazada, parecía una virgen, aunque no lo era, pero el público creía que sí. Para muchos, la mujer no daba la talla, pero para otros era una mujer bien formada. Bonita o no, fueron muchas las flores que le lanzaron, la mujer mandaba picos para un lado y para el otro, se sentía la mujer más feliz del mundo, hasta que, de repente, pisó uno de esos pétalos y cayó con los tacones hacia arriba. La risa del público fue evidente, toda la ciudad reventó en carcajadas, incluyendo a los ancianos que veían el desfile por la televisión, por ahí dicen que uno “disque murió”, pero yo no creo eso, lo cierto es que a la mujer la sacaron en camilla, ella había quedado lastimada, pero lastimada en el alma y no en su físico, no obstante, no fue un obstáculo suficiente para dañar la fiesta, porque como los de esa ciudad saben que con el licor no hay fiesta mala.
Las siguientes representaciones tuvieron más precaución, nadie despegaba la mirada, hasta el momento el desfilo había sido un completo éxito, con risas, sonrisas y lamentos, pero un completo éxito.
El problema comenzó cuando ya se había acabado el desfile, más o menos entre la una o dos de la mañana, a una mujer, de las que había estado disfrazada en una carroza, se le había perdido la plata para el taxi, como vivía bastante lejos y, como el dolor de cabeza no la dejaba pensar tranquilamente, pensó que entregándosele a un borracho podría conseguir el dinero necesario para llegar a su casa. De hombre en hombre se fue ofreciendo pero no conseguía nada. Después buscó entre su sostén y allí encontró el dinero, “verdad que lo había colocado aquí, qué tonta soy” dijo.
La mujer estaba sorprendida, no por el dinero, sino porque todos los hombres la habían rechazado, “¿será que estoy despelucada?” pensó, pero en los vidrios de los carros parqueados se veía como una mujer provocativa, con buenos atributos, en una sola palabra: irresistible.
“Bueno, voy a hacer el último intento, imposible que ese viejo de allá me rechace” pensó, fue a donde el viejo, se le ofreció y él le dijo que sí, cuando sus labios se acercaron a los del viejo, ésta sintió asco y arrancó a correr. “pum” sonó un disparo y ese fue el último momento de su corta vida.
A horas de la madrugada encontraron el cuerpo de la mujer tirada en la mitad de la carretera, ocasionó un gran trancón.
Sus compañeras del desfile invadieron las carreteras, hicieron alboroto, y en las horas de la tarde enterraron a la “buscahombres” como la gran santa de la población.
… ¡que descanse en paz!
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