EXTRAÑA SOLIDARIDAD.
Siempre me he preguntado qué impulsa a la gente a realizar cualquier tipo de actividad solidaria. ¿Nos sentimos mejor por ayudar a aquellos que lo necesitan?, ¿acallamos o silenciamos nuestras conciencias pensando que por eso somos buenas personas?
En estas fechas navideñas nos cansamos de ver en todos los telediarios a los futbolistas más famosos repartiendo juguetes, a los presentadores más guapos batiendo records de audiencia en los telemaratones…., partidos de la ilusión, campañas de juguetes …., y en ocasiones pienso los motivos de todo ello. ¿de verdad somos tan solidarios?
¿Por qué una persona es capaz de pagar 10.000 euros por cenar con Banderas, y sin embargo no es capaz de regalar una sonrisa o dar las buenas tardes a la persona que le limpia el despacho todos los días?. ¿Acaso no es eso ser solidario?, Para la Wikipedia (no me las voy a dar de erudito a estas alturas de mi vida), la solidaridad es el sentimiento de unidad basado en metas comunes. ¿Qué mayor objetivo puede haber que hacer feliz a la gente que te rodea con pequeños gestos?
Hará un par de años conocí una persona que estuvo limpiando chapapote de las playas asturianas durante 3 fines de semana. Un tipo de los que se definiría así mismo como solidario. En el transcurso de la charla tiró a la calle dos colillas y un chicle. Recuerdo que le pregunté por el motivo de tan reprobable comportamiento, pero en castizo. Vamos que le dije “si has estado limpiando mierda que no era tuya, a 500 kilómetros de tu casa y durante 8 horas cada día”, vas ahora y tiras dos colillas y un chicle al suelo. Al principio se quedó cortado y su primera reacción fue decirme …., “hombre no es lo mismo”. Evidentemente que no lo es. Es muchísimo más fácil tirar las colillas y el chicle a una papelera. ¿Pero qué es lo que pasa, amigo?, pues que no vende tanto.
Y ejemplos como ese los encontramos todos los días…., gente que busca hormigas en el metro cuando una embarazada o persona de avanzada edad entra en el vagón, avezados conductores que entienden que la prioridad en los cruces es algo exclusivo de su vehículo…., y muchísimos otros actos de insolidaridad y falta de educación que podemos comprobar a diario y que, y esto es lo peor de todo, empezamos a ver como algo habitual. Estoy convencido de que muchos de los protagonistas de estos ejemplos han cenado con Banderas o han limpiado chapapote.
Y ahí volvemos a la pregunta inicial, ¿Por qué somos solidarios?, ¿de verdad nos sentimos bien, o hay una parte de “pose”?.
Pues como el Sr. Scrooch en cuento de Navidad, este fin de semana he recibido mi particular Cuento de Navidad. En ocasiones el destino es así, y ésta vez ha querido darme una lección. Un punto de vista diferente. Ha querido mostrarme que la solidaridad incondicional existe, que hay gente que es capaz de dar sin que exista ningún tipo de contraprestación a cambio. Personas que en estas Fiestas dejan de pensar en ellos mismos y se entregan a los demás. Sin cámaras, sin reconocimientos externos, sólo ellos y las sonrisas y aplausos de aquellos a quienes por un momento hacen felices. Esa solidaridad anónima y sincera, la que reclamaba amargamente en mis anteriores comentarios, es precisamente la que este sábado pasado pude vivir en primera persona.
Es curioso, porque un precioso pajarito de verde plumaje ya me lo había advertido, y mirad por donde, así ha sido. Hay gente buena. Hay gente dispuesta a renunciar a lo suyo para dar a quienes más lo necesitan. Y todo ello por el simple hecho de ayudar. De hacer felices a quienes más lo necesitan.
Gracias. Gracias al pajarito, y gracias al destino, por haberme dado el otro punto de vista que se necesita en cualquier tema para ser objetivo y justo.
Y a los que cenan con Banderas por salir en el Hola, que lo sigan haciendo, que al fin y al cabo están colaborando también.
Feliz año a todos
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