Sólo cuando pensaba que finalmente,
nos íbamos de aquí
se precipito la lluvia
y nos hizo quedar,
sentados frente a frente
analizándonos las pupilas
despertándonos la sangre
abriéndonos caminos de salvaje soledad.
Ante este mismo espejo
confesé mi mediocridad
y quedó impune
la lágrima,
como un suave murmullo
en los ojos
que miraban el voraz
incendio del olvido
Y sin embargo,
no paro de avivar el fuego
que me come la espalda
en algún presagio de banalidad,
cuando en realidad,
yo te doy mi reloj y mis ansias
para que me los tengas
mientras me mira el doctor...
Texto agregado el 31-12-2012, y leído por 79
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