Quizás estas sean mis últimos escritos, sucede que estudié periodismo en lo que fue una Universidad, y como periodista, uno cree saberlo todo antes de investigar. Y elegir ramos en primer año sabiendo todo –o creyendo saber todo- lo vuelve a uno más arrogante, elegí un electivo que se llamaba Los Secretos de Escribir (las mayúsculas son mías) donde suponía que el profesor dormía lo mismo que uno en clases y yo podía dedicarme a mi primer año en la Universidad, pero este señor no dormía sino que despertaba a su audiencia.

El profesooor -como acostumbré a decirle estirando vocales y mi respeto- no tenía libros publicados ni figuraba en editorial alguna. Y él no enseñaba a escribir, al menos el primer año, sino a leer los secretos que se escondían en lo que otros escribían.

Recuerdo que en las primeras clases nos mostró cartas antiguas que tenía en sus manos y leía, mostró discursos históricos de próceres, luego comenzó a preguntar si hubo una nueva carta o discurso del que escribió, si ya valía o no la pena escribir como prócer o como amante, y mientras se alzaban manos pidiendo la palabra sobre lo leído. Tuve la molestia de pensar que no me gusta que me alimenten como los pájaros y que me den en el buche lo que otro masticó. Bueno, los pájaros no tienen dientes, pero yo sí y siento si lo que me ofrecen es paparrucha o puré. Fue por eso que cerré mi carpeta con algo de molestia y ruido, y el ruido perturbó a la clase, pero creo que sólo a la clase. Ahora intuyo que era parte del guión del profesor.

—¿Su nombre? Me preguntó.
—Bueno. Mi nombre es bíblico. Rubén. Pero que sea Bíblico no implica que sea real.
—¿Y tiene algo que decir respecto a lo que leí?
—Por cierto
— ¿Y podría la clase alimentarse de las escrituras que hay en usted?. Perdón, de lo bíblico.
—Sí. Usted hizo una selección, tanto en lo epistolar (que mi profesor sabía lo que era, pero aclaro a quien lee, es el género de escribir cartas, como las que yo sostenía cada 15 días con mi prima Susana) Lo mismo digo de los discursos. Y perdone usted profesooorrr, Usted hace citas extemporáneas pues habla de lo que escribió en aquella carta de ******* (se omiten nombres sólo por sugerencia legal) o el discurso realizado por el presidente en (aquí se omite nombre y lugar porque ya saben) Profesooor, usted lee y le da entonaciones exquisitas a lo que lee, pero lee cosas de siglos muy pasados. ¿cómo entender lo que se quiso decir?
El profesor guardó silencio y al cabo, que más parecía general por lo extenso, me dijo:
— ¿Acaso no entiende lo que lee en su Biblia? O acaso no es capaz de descubrir la intención de quien escribió hace...– y dudó en los años. Si eran los 1997 años del nacimiento de Jesús o la millonada de años del planeta.
—Profesor. Leo y entiendo desde los 5 años, obviamente lo que estaba a mi alcance, pero leo con mi voz y entonación, con mis dudas o certezas.- Y ahí se me ocurrió la tonta idea de decirle eso de los pájaros que no me gusta que me den el alimento en la boca. Bueno, los pájaros no tienen dientes ni muela no boca, tienen pico. Pero pico no lo podía decir.
Ahí el profesor se sonrió y me dijo.
—Bienvenido, hace años que espero que alguien lea lo mismo que he leído.
—Pues bienvenido profesooorrr, hace años que busco un maestro.
Luego siguió la clase y dicen que me dediqué a tomar apuntes, a escribir y a mirar absorto.
Incluso Julián dice que yo era el único que no miraba las piernas de Antonia.