Tijuana BC. Dic. 2012. Para no morir antes del final.
Escribo para relatar cómo estoy agonizando.
Puntualmente los augurios se cumplen y todo vestigio de vida, comienza a notar la destrucción de lo que era nuestro hábitat, nuestro mundo.
Movimientos telúricos resquebrajan a las ciudades, otras, sucumben a inundaciones.
Es la conclusión final del apocalipsis anunciado.
Hoy, ¿Qué puedo decir de mí?
Con la seguridad, confianza, libertad, que brinda la Internet, los teléfonos inteligentes, las redes sociales, mantenernos en contacto, sólo era una cuestión de voluntad.
Aunque, siempre, pospuse el tiempo para encontrarnos, nunca tuve el suficiente para descubrir quienes somos.
No pase de los iconos en las redes sociales levantando el virtual dedo pulgar en señal aprobatoria.
Ahora, el tiempo se ha terminado, en el cielo, una nube gris y roja se mantiene amenazante, todo intento de vínculo se tiñe de desesperación y terror.
Parece mentira estar frente al fin del mundo, y darme cuenta que no supe acercarme a quienes amo.
No me senté a escucharles.
El fin del mundo se acerca y un extraño dolor me recorre.
Pienso en que no fui capaz de romper esquemas, tampoco de alzar la voz contra las injusticias.
El temor y la desidia me carcomieron de manera anticipada.
La decepción me paraliza con su incoherencia, la intolerancia que tanto critique, ya no tiene lugar en este final.
El mundo es destruido con un odio que nunca imagine.
¿Sera justicia Divina?
¿Será el castigo por la porquería de hábitat que construimos quienes vivimos en está Arca de Nadie’?
Escribo para contarte lo que no podrás leer, aun y con eso, me dirijo a ti, porque mis palabras ya no tienen más refugio que aquí.
¿Cómo se te ha ido la vida?
¿En qué búsqueda?
¿Cuándo nos volvimos distantes, a pesar de todos los accesorios que hartan está existencia tecnológica?
Algunas personas, al enterarse del fin próximo, se han encerrado para practicar el suicidio colectivo.
Otras, se han lanzado a correr desnudas por las calles, quizá, así se liberan de si mismas.
Los dueños de supermercados, se encerraron en sus negocios con armas en las manos.
Los policías, usan la fuerza para robar la comida que quedo en algunas casas.
Yo, veo pasar las horas buscando agua para tomar café, vagan quienes muestran fracturas por peleas, golpes y rasguños provocados como prueba inútil de la imposible salvación.
El mundo es ahora un abismo sin fin, en el que se habrán de ahogar nuestros odios, frustraciones, complejos, prejuicios, miedo, vanidades…
El número de amantes crece de manera exponencial, a toda hora, a falta de alimento, el beso se vuelve necesario.
Es otra razón para no morir antes del fin que se anuncia en el temblor constante.
Todo lo que veo, se vuelve registro de muerte, muero en tod@s porque el miedo me tritura.
Los minutos, se han vuelto elásticos, se estiran sin limite para regalarme la angustia del no saber qué hacer, ¿En qué pensar?
Hay llantos como ecos, cables mortales que vuelan por el aire, muros que dibujan grietas en tercera dimensión, basura y ratas.
Estoy entumecida en esa inmovilidad propia de las victimas.
Nada tiene sentido, ya agote mi capacidad de gritar y todas las lagrimas posibles.
Mi lenguaje se seco, me canse de orar en todas las formas posibles.
No hubo respuesta o signo a mis hipócritas promesas.
El mundo se hunde en este fin anunciado por las profecías mayas.
Ya no queda sensatez.
En medio de está locura, iré a buscar ropa limpia entre los escombros, para que el ultimo suspiro, no me encuentre impropiamente vestida.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, Andrea Guadalupe, mujer con alma de niña.
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