Prólogo
¡Me aterra la idea de la soledad!, lo acepto sin vergüenzas, no porque me asuste estar sola, sino, porque en silencio oigo más nítido y sin ruido los pensamientos insultantes que mi mente engendra porque mis espacios se abren y pienso...es la esencia de mi mente, sus raíces se pierde en espirales de miseria cuando me entrego a pensar. Pienso en mi y en lo que me falta, en lo que no soy, en lo que no llegaré a ser, en lo que me he perdido, en lo patético de este sentimiento de temer aquello que nace de mi, en que siempre llego tarde a todo… a la vida, a la tristeza, a las caricias. No alcanzo a vivir cuando ya siento que muero y pienso en la distancia, en el frío, en que no hay con quién pasar la tarde, en que debo sobreactuar para que me noten, en que soy nada y me hundo, me lanzo sin más al vacío. Me siento egoísta por pensar en mi tristeza, que es mínima. En mi desventura que a nadie interesa, por pasar horas solo conmigo y no dedicarme a otros. ¿Para qué? ¿Entregaré algo bueno?, siento que no. La vida me deja boca abajo, miro al piso y voy más profundo, con mis venas penetro por la tierra llegando al mismo infierno, me quemo en desgracia y pesar... y espero... ¿qué espero? ¿Podré renacer de las cenizas? ¿Acaso seré como un fénix? Luego entiendo que otra vez fui una imbécil que me perdí en cuentos de fantasía, ¡esa mierda de renacer no es cierto!, no para mí. Yo me hundo, yo me quemo, yo me ahogo y me enfermo, termino con odio y grito fuerte, para sacudir el dolor. Camino y no para avanzar, camino porque no me quiero detener en agonías, sólo las vivo al paso, para luego concluir que esta pesadilla no es más que vida, nada más que el infierno de mi vida.
Capitulo 1
Inocencia
Las piernas me tiritaban, se me secaba la garganta y corrían numerosos escalofríos por toda mi piel. Vicente hacía que mi mundo fuera perfecto, pero lamentablemente no me atrevía a tan si quiera acercarme a menos de dos metros de distancia. Me levantaba pensando en él, durante el día, en la noche y a la hora de dormir, me tenía atrapada. Sentía el olor de su perfume a distancia y me volvía loca, cada mañana me levantaba, me vestía y comía rapidito para llegar temprano al Liceo y así poder observarlo desde lejos y fantasear que algún día caminaría de la mano junto a él, aunque el solo hecho de pensar en eso me dejaba con una mirada perpetua al infinito y me costaba volver en mi, ahí mi compañera tenía que sacudirme unos segundos. Anna conocía todos mis más profundos secretos y sentimientos escondidos. Aun recuerdo el día que nos conocimos, fue un día nublado, estaba todo lleno de hojas y el piso húmedo por la lluvia dejaba un olor agradable. Se había cambiado hace poco a unas cuantas casa poco más allá de la mía, éramos aun muy pequeñas, pero, simpatizamos en cosa de segundos, creo que le agradó el hecho de ir a ver como sus padres y los señores del camión de mudanzas bajaban las cosas y preguntarle si quería jugar conmigo, de eso ya han pasado bastantes años. Siempre contaba con ella en todo momento, siempre fue igual, ¿no sé por qué?, ¿no sé cómo?, ¿ni sé cuándo? Se convirtió en el ser despreciable, o tal vez siempre lo fue.
En aquella época, mi vida era bastante normal y feliz, estaba enamorada de alguien que tal vez nunca sería parte de mi vida, solo en mi mundo, mi tonto mundo pero mío, solo mío al final. Ojalá nunca hubiese conocido a Vicente ni a mi amiga, amaba la vida y la vida me abrazaba, todo era perfecto desde mi punto de vista, hasta que se me ocurrió crecer.
Tenía, desde hace tiempo, la manía de escribir cuando estaba triste, los motivos en ese entonces eran porque mi perrita, Mizuka, que era una quiltra orejona, de nariz húmeda y negrita, se lastimaba por algún motivo, la mayoría de las veces porque era muy peleadora con los otros perros. También tenía otros motivos de tristeza como por ejemplo la separación de mis padres y cosas que de pronto dejaron de tener importancia.
Pero quiero saltarme ese periodo de mi vida, ya no es algo que sea un factor en como marcha el rumbo de mi existencia. Pese a todo lo que pueda sacarle la madre al mundo aun así me siento vacía, atravesando una larga condena por todos estos años, los cuales cada día se han hecho más profundos y aburridos.
Ya no se para que sigo respirando, si mi existencia en comparación con la de algún astro o cualquier objeto en la galaxia es diminuto. Probablemente esté loca, mal de la cabeza como dice mi abuela, pero no puedo evitar no pensar en todo. No puedo acaso ser razonable y dejarme de torturar cada día que pasa, cada minuto, cada segundo, mi cerebro está en modo alfa… al parecer siempre, ni que fuese una especie de gato extraño en alguna dimensión desconocida o que se yo… de todas formas veo todo tan diferente. Pienso a veces que estuvo mal dejar mi tratamiento con la doctora de salud mental, pero ya es tarde para volver atrás.
Supongamos que puedo hacer lo que yo quiera. Tener algún novio, o novia a parte de la vida junto a mi marido… daría exactamente lo mismo. Ser una profesional, una cualquiera, una niña mimada que consigue todo a cambio de sexo. Sería muy fácil, lamentablemente no es que no pueda o no quiera, simplemente me produce asco la gente. A veces creo que puedo ser un tanto sociópata o antisocial o lo que sea, aun así sigo estando no muy cuerda.
Hace años atrás pensaba que era yo la que estaba cuerda y el mundo a mi alrededor era el insano. Pero al parecer solo soy yo, solo una estúpida niña con pensamientos que no logra controlar, no puedo dejar que mis pensamientos se queden guardados dentro de mi cerebro, supongo que por algo está encerrado en una cavidad hueca y de hueso… para que no salgan, pues si es así ¿por dónde se escapan? Puede ser o no ser, me da igual. Lo más importante ahora es lograr llevar el rumbo de mi vida un tanto más ¿optimista? La gente que nunca dice lo que piensa siempre es feliz. Al igual que los optimistas, siempre pensando en que las cosas malas que les pasan son por algo, que se lo merecen… discrepo con eso. La gente no tiene lo que se merece, simplemente tiene lo que le tocó tener.
Hoy te vi... te descubrí aun muy niño y mis palabras se secaron dentro de mi boca. ¿Conoceré algún día como sabe tu piel, tus caricias y tus desengaños? Me falta crecer, madurar, aun no estoy lista para ti, puede que si tal vez, pero ¿cuándo podré decirte que estas presente en mi?, aun así yo sigo estando sola.
Aquellos pensamientos me invadían una vez más. Solo son pequeños momentos en los cuales mi cabeza se entrega a la imaginación deliberada y el deseo frustrado de acercarme a ti, lamentablemente soy tan tímida, tan tonta y poco lógica cuando estas a menos de unos metros de distancia.
Me gustaría poder armarme de valor cada vez que estas frente de mi, pero ¿Cuál es el punto de confiarte mi cariño y atracción por ti? Y si lo hago ¿Cuál sería la reacción de parte de ambos? ¿Cuál sería la lógica de estar preguntándome tantas cosas en este momento? Te escucho, te miro, te imagino y te deseo. Mientras tanto mi gran amiga algo me intentaba decir, pero como siempre cuando estoy dentro de mí misma, me cuesta volver a entender el idioma humano. – ¡Estás, una vez más pensando en voz alta! ¡Y disimula un poco idiota! ¡O se dará cuenta!, bueno aunque eso es lo que quieres en el fondo jajaja – mi amiga, tan sutil como siempre golpeándome en la cabeza como tantas veces.
Es extraño que siempre tenga que recordar esa parte de mi vida que ya no la deseo mas en mi… ¿historial? Como desearía que la vida fuese un sueño y que todo lo que me rodea sea controlado por mi misma… ¡jojojo! Sería maravilloso. Muchas veces he intentado hacerlo, pero después del rato me aburro y sigo pensando que estoy loca, mientras tanto mi amiga mirándome con su cara de molusco deshidratado apuntando directamente hacia mí, diciendo con el pensamiento ’’ya le dieron los episodios’’. Sé que lo piensa, pero aun así sigue estando a mi lado. Hay veces que creo que solo sigue acompañándome para ver hasta donde llego o con que estupidez saldré cada día, es como si fuese una entretención para ella o algo así, pero de todos modos es mi amiga y creo que la quiero, supongo. Bueno, pero no pensaré tanto en eso, de lo contrario se dará cuenta de que lo hago y… sinceramente, estoy desvariando en este momento. Creo que es hora de apagar las luces y volver a mi guarida onírica de cada noche… mi bendita cama. Suficiente por hoy.
Hoy me desperté con el ánimo un poco mejor, más confiada, más optimista y menos depresiva. Hoy será el día en que me acercaré a Vicente. Me tengo mucha fe, este día será un gran día.
Mientras arreglaba mi bolso para irme al liceo, comencé a pensar en que sería lo primero que le diría, tal vez me estoy haciendo demasiadas expectativas de aquel encuentro, que por primera vez se podrá realizar no solo en mi cabeza, sino también será tangible y hermoso. Durante toda la clase no abrí mi boca, mi amiga me miraba perpetua, como respetando mi decisión de no hacerlo para concentrarme en llevar a cabo mi gran plan. Esperé a que terminaran las clases y lo seguí. Caminaba detrás de él a pocos metros, aclarando mi voz para que sonara lo menos nerviosa y más natural. Anna me había comentado que las personas tenían la capacidad de oler el miedo. Nunca me había sentido como perro, creo que esa fue mi primera vez, pero aun así no quería que él se diera cuenta de mis nervios para no recibir un rechazo o hacer el papel de tonta, así que seguí ensayando, no quería oler a miedo.
Era tan hermoso, tan apacible y delicado, incluso al caminar irradiaba tanta dulzura, esa dulzura que mostraba al sonreír, siempre lo acompañaba. Se detuvo en un semáforo. ¡Es mi oportunidad! – me dije. Camine rápido y quedé a su lado. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho, nunca había estado tan cerca. Sentía su olor, el cual me penetraba y me hacía pensar que estaba flotando a
centímetros del piso. Entonces, antes que le dijera algo él, me miró. Me pareció un poco extraña esa mirada, nunca lo había visto así. ¿Qué? – me dijo. Nunca pensé que él sería el primero en dirigirme la palabra. Hola - le dije y un calor intenso me recorrió por todo el cuerpo, creo que después de sentirme perro en todo el trayecto, cambié mi mutación por un vegetal. Ahora era una betarraga, sí… bueno al menos ese era el color de mi cara. Me quede en silencio unos segundos, el sudor de mi frente era demasiado notorio, él me miraba y yo ahí…un vegetal. Fue entonces que recordé mi guión. Necesito hablar contigo Vicente… - ¿Qué? – volvió a repetir. Eso era todo, estaba frente a mí, era solo para mí, mi gran momento… entonces sin más espera se lo dije mirando al piso. - Quiero conocerte, me gustas, adoro tu sonrisa, es tu magia, tu encanto, perdóname si estoy siendo tan directa, pero lo guardo desde hace mucho y ya no puedo más con esto. Me persigue, te sueño, te respiro, te… y antes que terminara la frase, escuché ¿Por qué debería importarme eso a mí?... Nunca me imagine que me preguntaría el por qué, tampoco lo había pensado, menos de la forma de cómo lo hizo o que me respondería él o como le tendría que contestar, simplemente pensé en decirle lo que sentía y nada más. – ¿Acaso es un broma o qué?- mi sudor se congeló en ese momento y no entendía nada de lo que pasaba. Después de eso se alejó y yo quedé inmóvil. Fue una situación bastante extraña y eterna. Llegué a mi casa, me encerré en la pieza, mientras mi teléfono móvil sonaba y sonaba. Era mi amiga Anna. No le contesté y me quedé dormida.
Cuando me desperté nuevamente recordé al instante lo que había pasado, tomé el teléfono y revise las llamadas, eran todas de mi amiga. Me percaté que tenía un mensaje y decía fríamente: ’’la vida no tiene que ser justa para ti, la inocencia se paga con dolor’’.
Capitulo 2
Vida real
Tengo 30 años, cara arrugada y alguna que otra cana. Vivo en una casa pequeña. Tengo una vida aburrida y falta de emociones que doy pena. Mi trabajo es ser prisionera de un tipo que llega todas las noches y me hace el amor, como si el amor fuese tangible. ¡Qué idiotez! Tengo dos hijos de los cuales ni siquiera recuerdo sus fechas de nacimiento con exactitud. Mi madre murió hace años y mi padre, pues no lo sé, después de la separación casi nunca lo veía, de todos modos me da exactamente lo mismo.
Ya son años de lo que pasó con mi amiga Anna, o la que pensaba que era mi amiga y Vicente, pero aun así recuerdo todos los días esa época de mi vida. En como sentía las cosas, como las disfrutaba y las vivía. Ahora solo existo porque respiro. Cansada de las personas y todo lo que me rodea. Escucho a las demás mujeres que están felices con sus hijos y con sus vidas matrimoniales, pero no es mi caso. Odio a mis hijos, odio a mi marido y sus costumbres estúpidas, sin embargo tengo que aparentar mi felicidad por algo moral. Recuerdo que cuando era una niña no tenía idea de lo que fuese eso y tampoco me importaba, creo que se va formando a medida que uno se inserta dentro de una sociedad, todo depende de las costumbres humanas y del ambiente en que se desarrolle. Si las enseñanzas hubiesen sido dentro de un ambiente animal no humano, probablemente sacaríamos lo peor de cada uno, haciéndolo percutir en los demás. El ser humano es destructivo y dañino por naturaleza, lo demás se aprende, casi como un contrato social de ’’ yo te respeto, respétame’’. Sin embargo mi vida esta cada día más inmoral y poco me importan los estúpidos contratos sociales.
’’La vida no tiene que ser justa para ti, la inocencia se paga con dolor’’. Aun recuerdo esa frase. Creo que mi amiga de adolescencia tenía bastante razón. Y yo aun la estoy pagando. Me hace falta que alguien golpee mi cabeza como lo hacia ella, porque cada vez que comienzo a pensar, no termino y me digo a mi misma, ya para, pero se me hace difícil sola. Y mi cabeza continua narrando todo lo que pasa alrededor. Ya no lo soporto. Necesito quedarme en algún recuerdo, pero no se en cual. No sé cuál de todos causa menos dolor.
Hoy llegó mi marido como todas las tardes a la hora del almuerzo, con su cara de felicidad fingida, notoriamente cansado y desalentado. A veces me pongo a analizar a mi familia y descubro que todo es un montaje. Los niños que corren por todos lados, el marido cumpliendo una función machista de hombre de la casa y yo por otra parte fingiendo ser una esposa feliz, ni siquiera se da cuenta de que estoy simulando mis sentimientos. Es un juego, la vida es un juego. Un muy aburrido juego cuando los participantes no son capaces de descubrir lo que sienten los demás, no hay emoción en la vida, tal vez solo me pasa a mí, porque creo que todos los demás encajan perfectamente dentro de esta familia.
Durante la noche a la hora de la cena, Andrés, mi marido, me comentó que había que reducir algunos costos – ¿más aun? – le dije. Y luego antes de que me respondiera agregué – eres tu el que no me deja trabajar y piensa que se las puede solo. Me miró con cara de aturdido y siguió engullendo su comida. – ya basta – le dije – con todo el impulso con el que venía desde la otra frase. Mañana dejaré a los niños con tu hermana, y me dispondré a buscar trabajo. Estoy cansada, aburrida de tu machismo. No me dijo nada pero su cara de descontento era notoria. Así sin más que agregar nos fuimos a la cama. Creo que esa fue la primera noche que no tuvimos relaciones desde que nos casamos, y no por que el no quisiera, sino porque yo no lo dejé. Ya no deseaba su cuerpo y dije que no.
Por primera vez estaba empezando a tomar mis propias decisiones. Estaba empezando a sentir que algo latía en mi pecho, puede ser que la muñeca de trapo, como me veía a mi misma, comenzara mágicamente a convertirse en una de carne y hueso.
En la mañana, Andrés se fue casi sin despedirse. Me levanté en cuanto cerró la puerta de la casa y empecé a buscar entre mis ropas algo para poder encontrar algún trabajo digno. No quería parecer un bulto ni tampoco una prostituta. Me fui al baño y me miré al espejo como hace tiempo no lo hacía, me quedé perpetua y pensé, soy un zombie. Fue como tragicómica la escena, o el pensamiento, en fin no puedo negar que si me dio risa, mucha risa y a la vez pena, pero luego me di cuenta de que estaba riéndome sola, así como años atrás lo hacía y era feliz por cualquier estupidez, pero hoy creo que acabo de tener una pincelada de la inocencia que tuve un tiempo atrás y que creía haberla perdido.
Mientras me arreglaba y me vestía comencé a recordar mi gran acto de la noche anterior, bueno para mí fue algo bastante grande, es como salirse del guion para un actor e improvisar. Me llenó de alegría y comencé a sentir pequeños escalofríos en mi cuerpo, cosa que no sentía desde los tiempos de adolescencia. Estaba en eso cuando llegó Rosita, la hermana de Andrés. Ella era una mujer solterona pese a su edad, ya tenía casi los cincuenta años. Según ella no le importaba quedarse sola porque decía que la vida era prestada y que la gente solo era pasajera. Sin embargo pese a ese pensamiento tan frio, era muy cariñosa con los niños.
Salí de la casa y me sentí tan insegura de mi misma, al parecer el mundo era demasiado grande para mi, si no hubiese sido por qué, mientras iba caminando iba pensando… me hubiese devuelto a mi mundo dentro de la casa y mis pensamientos, pero no fue así. Cuando llegue al centro de la ciudad olvidé por completo mi objetivo inicial, que era buscar algún trabajo, solo me puse a caminar y recorrer esta pequeña ciudad. Caminaba bastante lento en relación a las demás personas, todas me parecían extrañas, como si fuese yo un ser de otra dimensión y comenzó mi aventura cerebral una vez más, pero esta vez con más intensidad aun. Era como si todo lo que veía me estimulaba, pero a la vez me hacía sentir bastante incómoda. Mientras avanzaba empecé a recordarme cuando era una estudiante y se me vinieron millones de recuerdos a la vez. Los olores, los colores, la brisa del viento y el tono del cielo. Que mágico era todo antes, pues ahora solo era un recuerdo. Quizás el hecho de recordar las cosas producía ese efecto mágico, ya que nuestra mente constantemente se está inventando fantasías en lugares donde no hay recuerdos nítidos.
Tras una vitrina de un local comercial observé cierta cajita que me llamó mucho la atención. Era una cajita de madera con un tono opaco que le daba un toque de misticismo. Solo tenía un poco de dinero pero aun así entré a preguntar cuánto era el valor de esa cajita. El vendedor era un chino casi de mi estatura y bastante extraño, tenía un rostro con rasgos muy marcados. Son 7.000 pesos – me dijo.
Yo solo llevaba 7.000 pesos y le pregunté si me podía rebajar un poco, que solo tenía 5.000 pesos. Ya – me dijo- y aceptó sin más mi oferta.
Cuando llegué a la casa, Rosita dormía siesta junto a mis dos hijos. La escena me hizo recordar que yo nunca había estado así con ellos, tan tranquilos y juntitos. Siempre andaban de un lado para otro. Me quedé mucho rato mirándolos y me pregunté. ¿Les habrá dado alguna pastilla? Ella, una persona tan fría de pensamiento y poco agraciada, pero aun así mis hijos se veían tan seguros y confiados a su lado. No quise despertarlos y fui a encerrarme al baño, casi automáticamente comencé a llorar.
La cajita era muy poco llamativa para la vista de cualquiera, pero a mí me llamó mucho la atención. No debí haberle contado a Andrés de aquella adquisición, ya que como era de esperarse me dio un sermón de esos de iglesia, que cuando ya pasan más de diez minutos escuchando lo mismo una y otra vez, solo comienzas a oír bla bla bla y uno con cara de fotocopia, inmóvil y sin expresión, intentando esperar que todo pase bien rápido. Al cabo de unos minutos se le pasó lo desagradable, pero desagradablemente se puso a recorrer sus manos por mis piernas… supongo que solo piensa en el sexo, me aburre, no puedo entablarle alguna conversación, porque siempre llegamos al mismo punto. Esa noche me puse a su disposición y mientras me recorría entera, mi mente viajó al día que lo conocí, me pregunto si tanto puede cambiar una persona o solo finge ser alguien que nunca fue solo para impresionar y así poder realizarse como hombre. En fin, en mi cabeza solo habían fantasmas de recuerdos que nunca existieron.
Me desperté esa misma noche cerca de las 3:30 de la madrugada, muy exaltada y de pronto se me vino a la cabeza la cajita de madera que me había comprado. Me levanté, caminé hasta el baño y con una mirada perpetua vi mi reflejo en el espejo una vez más, solo que esta vez no pensé en nada. Y me fui a dormir otra vez.
El cofre de madera tenía un frase escrita en la parte interna de la tapa, no me había percatado de ese detalle y decía algo así como Aveux non avenus. ¿Qué significará aquella frase? Tal vez solo sea la marca del cofrecillo. Me dispuse a buscar la palabra por internet. Encontré una traducción que se interpretaba como ’’confesiones mal avenidas’’ o ’’confesiones vacías’’ era una un idioma francés.
Capitulo 3
Aveux non avenus
Pasaron varios meses y en ese tiempo comencé a notar que mi vida estaba cambiando un poco, era casi imperceptible, sin embargo yo lo notaba.
Hace unas semanas atrás conocí a una persona en una tienda de libros, en una de las tantas veces que salí con el motivo de encontrar algún trabajo, justificando eso para mis salidas y que nunca llevé a cabo. Era un hombre aparentemente mayor que yo, de rasgos suaves y de piel muy pálida, creo que pasaba mucho tiempo encerrado en aquella tienda de libros usados, por eso poseía aquel color. ¿Qué busca? – me preguntó. Nada en particular le dije sonriendo, no sé por qué lo hice, hace tiempo que no le sonreía a nadie, ni con mis hijos lo hacía, pese a que la relación con ellos había mejorado un poco. Me miró por encima de sus anteojos y asentó con la cabeza. -Entonces busque, si logra encontrar nada en particular. –Agregó. No estoy segura si lo dijo para mostrar simpatía o fue una ironía hacia mí.
Tenía libros muy antiguos y muchos de ellos estaban todos gastados por el tiempo. Estaba en eso cuando de pronto su voz profunda interrumpió mi aventura visual entre aquellos libros. – Parece que no tiene idea de libros. – Me dijo. Lo miré un poco antes de responderle y me percaté de que llevaba una especie de sombrerito antiguo que lo hacía ver muy divertido y a la vez ridículo. En ese momento solté una risotada de esas que no tenía desde hace años. ¿Qué le parece tan divertido? –Me preguntó y yo lo miré con vergüenza y le dije – Su sombrero es muy pequeño para su cabeza y también lo hace ver afeminado.
¿Por qué siempre hago lo mismo?
¿Por qué nunca me puedo guardar los comentarios y pesadeces?
A veces pienso que… ¡No piense tanto! Me interrumpió sutilmente. Y recordé a mi amiga Anna en ese instante. Lo siento, no puedo evitarlo. -Le dije. Salí bien rápido de la tienda, escapando de una situación que por un momento me trajo millones de emociones a la vez y el recuerdo de mi amiga y de Vicente y toda esa estupidez de mi periodo de niña inocente y tonta, pero sin embargo a la vez me hizo sentir que desperté de un mal sueño.
Pasaron los días y no pude dejar de pensar en eso. Sé que soy bastante inmadura aun, pese a mis casi 31 años ya, sin embargo no puedo ver la vida diferente a como la veo, así se me dieron las cosas, tal vez por la crianza que me dio mi madre, en compensación a no tener un padre, creo que me sobreprotegió demasiado.
Una tarde volví a la tienda y cuando entré vi su rostro nuevamente, pero esta vez no llevaba sombrero.
Buenas tardes – me dijo, - ¿qué necesita?
Su voz era muy gentil, pese a su tono marcado y grave.
La verdad es que vengo a pedirle disculpas por lo que pasó el otro día. Sentí mucha vergüenza por lo que le dije y a veces soy muy atolondrada para decir las cosas, lo siento pero no puedo evitarlo, me cuesta y… - no tiene por que disculparse, es cierto, me veía bastante tonto con aquel sombrero.
-Una vez más fui interrumpida por su voz.
La verdad es que me lo probé para ver que reacción provocaría, mirando los rostros de la gente uno se da cuenta de que es lo que opinan, porque sinceramente, ese sombrero no me convencía. –dijo amablemente.
Hubo un momento de silencio en cuanto dejó de hablar. No sabía que mas decirle, ni siquiera sabía el por qué había ido con una excusa tan tonta. Probablemente el ni se acordaba ya de mi. Entre tanta gente que ve durante todo el día, pero luego pensé… recordó quien era yo, porque no puso alguna cara filosofa para recordarme, en cuanto me vio, supo quién era.
Me llamo Lázaro -dijo.
-¿Lázaro? –pensé… que nombre es ese…
¿Y el tuyo cual es? –Agregó.
Mi nombre es bastante raro. Me llamo Odette. -Le dije y se me pusieron los pómulos colorados.
Que nombre más lindo y poco común. -dijo.
Es de origen francés, ¿sabía usted?, -no le dije, y luego agregó también significa ’’bella persona’’
Nunca me había importado el significado ni menos el origen de mi nombre, que me importaba, además no era para nada una buena persona. Probablemente lo fui un tiempo y claro solo hasta antes de crecer, luego ya no fui una buena persona, a no ser que la palabra ’’ bueno’’ significara ’’ loca’’ o ’’tonta’’ o las dos. En fin, después de eso comenzamos a hablar un poco más seguido. Supe que era viudo, que tenía 44 años y vivía solo en una casa bastante cerca de la mía. También me di cuenta de que comencé a sentir lo mismo que sentía con Vicente. Creo que eso fue lo que más me asustaba y aunque a veces lo encontraba un poco absurdo, me gustaba. No sé si él se daba cuenta de lo que estaba sintiendo por él, pero Lázaro era tan delicado conmigo, que sin darme cuenta me estaba enamorando y lamentablemente era amor solo por parte mía. Eso lo tenía claro, porque él solo me hablaba de libros y de muchas otras cosas, pero nunca tocamos el tema del amor. La muerte, la vida, las vivencias propias de cada uno y hasta de Dios, pero no de lo que sentía el uno por el otro. Recuerdo que un día salió el tema de las creencias religiosas, me explicó que no encontraba lógica en algunas escrituras de la biblia, comenzando por el génesis. Buscó entremedio de unos libros y levantó una biblia. Si hubiese sido cualquier otra persona creo que habría aburrido, pero cada palabra que salía de su boca era interesante. Tal vez era su voz, no lo sé, pero comenzó a narrar la historia de Caín y Abel. Y cuando llegó a la parte que Caín mata a Abel, enfatizó aun más la historia.
Génesis 4:10
Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.
Génesis 4:11
Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
Génesis 4:12
Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la Tierra.
Génesis 4:13
Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
Génesis 4:14
He aquí me echas hoy de la Tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la Tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.
Hizo una pausa y me explicó que no entendía a esa frase
’’ y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. ’’
Dado que solo habían cuatro personas en el paraíso y no había nadie más. Luego solo eran tres, ya que uno mató a otro… y luego prosiguió con la lectura…
Génesis 4:15
Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
Génesis 4:16
Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén
Génesis 4:17
Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc.
Hizo una pequeña pausa y me miró dulcemente. ¿Entiendes a lo que me refiero? –preguntó. Y pude comprender que tenía razón. Tampoco encontré una lógica a eso de que Caín conoció a una hija de un "cualquiera" a la que embarazó y de la cual tuvo un hijo llamado Enoc. Después de eso lo abracé. Me sentía comprendida y escuchada y si bien no compartíamos ciertos aspectos, para mí todo era hermoso, no por lo que me acababa de leer, sino por el hecho de compartir pensamientos, cosa que nunca pude lograr con Andrés y me pregunté a mi misma… ¿donde estuviste todo este tiempo?…
Y así fueron días tras días hasta convertirse en meses, siempre iba a su tienda, nunca con la intención de algo más, bueno si… quería que pasara algo más, pero no me daba el valor de romper esa amistad. Y por su parte el tampoco, jamás demostró algo más que una linda amistad. O tal vez si, no lo sé… todo es tan confuso.
Mi marido comenzó a sospechar de mí y de mis salidas diarias sin alguna respuesta de trabajo. Y me preguntó- ¿aun no consigues nada? Ya habían pasado varios meses y le respondí con una mentira. Me llamaron de una tienda de libros usados, para atender en las tardes, pero aun no doy respuesta, quería estar segura primero antes de ir. Quería saber que opinabas tú. Me miró con cara poco convincente y me dijo, ¿de libros? ¿Y tú que sabes de libros? Y se largó a reír. Me sentí ofendida. Qué sabía el de mí si nunca podíamos hablar mas allá de algo rutinario, pero no le di importancia a eso, sino que se había tragado la mentira.
A los días después mientras estaba en la tienda con Lázaro, vi por la puerta la silueta de un hombre, era Andrés. Me había seguido. Así que este es el otro. –dijo despectivamente. Yo quedé en silencio, mientras lázaro se quedó impresionado por la actitud de Andrés. ¿Lo puedo ayudar en algo? –dijo Lázaro con su voz imponente y a la vez gentil. Haciendo como si no hubiera escuchado las palabras de mí marido. Es que voy saliendo, pero puede preguntarle a la Srta. Odette, ella también sabe de libros. Y mirándome a los ojos dijo – Ya Odette, la tienda queda a su cargo mientras voy por el pedido de Don Alberto, usted sabe que ya está viejito y es un tanto mañoso y se pone peor cuando me retraso con la entrega. Y despidiéndose como lo haría cualquier jefe, me dejó sola con Andrés. Cuando iba cruzando la puerta volteo y dijo –recuerde que no quiero vender a un menor precio los libros que me está pidiendo el colorín. Y salió. Andrés se quedó perplejo y avergonzado por su actitud y yo siguiendo con el acto, le dije por favor Andrés, que fue eso, menos mal que mi jefe no te escuchó. Y me hice la ofendida. Se fue sin decirme nada. Pero su cara de vergüenza lo decía todo.
Lázaro estaba al tanto de todo lo que pasaba con mi marido y de que estaba buscando trabajo para alivianar las cosas en la casa, sin embargo fue tan perceptible que logró girar esa escena y hacerla creíble. Lázaro me había salvado, pero ¿qué haría después, cuando él volviera? ¿Qué le diría?, ¿Qué cosas me diría el a mi?... solo el hecho de pensar en eso y de que estaba sola en la tienda me ponía aun más inquieta, pero mi corazón estaba latiendo de emoción, Lázaro se dio cuenta de todo, pero aun así el me ayudó. Estoy segura de que él me quiere así como lo quiero yo a él. Estoy casi segura que…también me ama.
Llegó como a la media hora después. Yo estaba temblorosa pero feliz a la vez, es difícil poder expresar lo que sentía en aquel momento. Cuando entró me miró y se largó a reír. Bueno, bueno, no me queda otra opción que contratarte y volvió a sonreír, pero esta vez lo hizo de una manera que no pude contenerme y me acerqué a él tanto que sentía su respiración y su aliento afrodisiaco sobre mis labios, que hacían de él una persona irresistible. Y sin más que pensar… rosé sus labios suaves y delicados…estaba en la gloria.
Capitulo 4
Lazos
Deseo, aventura, pasión, erotismo, romanticismo. Todo, todo se mezclaba armónicamente junto a Lázaro. Éramos un enlace perfecto. El sexo, los besos, las caricias, su calidez, sus palabras, mis palabras… todo me hacía sentir como nunca antes, sus manos eran libres de recorrer todo mi cuerpo, que ya no era mío, sino de él. Disfrutaba cada centímetro que el recorriera de mi cuerpo, me sentía mujer por primera vez.
No quería pensar en nada que no fuese mi amor. Quería vivir la vida aunque fuese a escondidas, a espaldas de mi marido. Junto a Lázaro mi corazón palpitaba de nuevo, no perdería esta oportunidad que me había dado la vida, el destino, lo que sea que fuese, era mío y yo suya, nada mas importaba
Todo era perfecto, mi marido salía en las mañanas a trabajar, mis hijos se quedaban con Rosita, y yo me arreglaba todos los días dispuesta a consumar mi amor. Quién iba a pensar que aquel hombre de sombrero ridículo llenaría mi corazón con tanto afecto y deseo. ¡Por Dios! Es perfecto.
Comencé a tener sueños bastante extraños durante estos meses que estuve mi doble vida. Recuerdo uno que me dejó muy desconcertada. Estaba en la habitación de mi casa, todo estaba muy oscuro, miré por la ventana y el cielo tenía muchas nubes que se deslizaban velozmente, de color rojizo y se podía apreciar que dentro de ellas habían pequeños, pero montones de rayos, brotaban uno tras otro. Caminé hasta la cocina y se encontraba vacía, solo había una pequeña ventana, me sentí como si estuviera encerrada en un calabozo, seguí caminando hacia aquella ventana, podía sentir el olor putrefacto de las paredes. Cuando me acerque bastante a la pequeña ventana, se manifestó el rostro de un niño el cual poseía una sonrisa maquiavélica. Sentí mucho miedo y grité, me giré para salir corriendo y cuando veo la salida estaba Lázaro. Su rostro no era el mismo, pero sentía que era él. Corrí a sus brazos, sentía mucho miedo. Fue entonces cuando me dijo - ¿y si todos pudiésemos ver tan solo un segundo las distintas dimensiones existentes? La locura nos atraería a la perdición. Después de eso vi como extendía sus brazos hacia mí y me abrazaba fuertemente. Desperté y me quedé un rato pensando en el sueño. Quería recordar todos los detalles. Una vez Lázaro me comentó que eso tenía que hacer para poder recordar bien los sueños. Lo hice y llegó la mañana, la hora de comenzar un nuevo día.
Cuando llegue al trabajo le comenté mi sueño, más que sueño fue una pesadilla. El me miró y me abrazó muy fuerte. Sentí la calidez de su abrazo como nunca, era una protección única, la cual él, tan solo él me brindaba, pero también sentí que no le dio mucha importancia. Me sentí un tanto ridícula. Casi me pareció que no era el a quien le estaba contando lo que había sucedido.
Calma.- me dijo. Fue solo un sueño. Pero me marcó demasiado. Después de ese sueño, cada noche volvían a repetirse constantes manifestaciones, que por descarte no eran buenas. Había algo más y sentía la necesidad de descubrirlo.
Habían días en los que él me dejaba sola en la tienda, y comencé a buscar entre los libros, los cuales algunos eran muy antiguos, algo que pudiera ayudarme. Hasta que llegué casi por instinto a un libro en particular. No tenia titulo ni nada, y se encontraba en la sección de libros, lo cuales nunca se habían vendido, ni tenían mayor relevancia. Comencé a hojear sus páginas y me percaté que el libro no estaba impreso, estaba escrito a mano y era la letra de Lázaro. Estaba a punto de descubrir que cosas escondía. Sentí miedo, no sabía si leerlo o dejarlo allí donde lo encontré, pero me dejé llevar por mi curiosidad.
Pude… no debí… no entendía nada… mi torre, mi vida, todo se vino abajo.
Capitulo 5
Revelaciones
Mientras iba recorriendo cada hoja, cada frase, cada párrafo y cada palabra escrita con el puño de mi amor, me fui desvaneciendo hasta encontrar la muerte a manos de mi propio escritor, tal vez si no hubiese encontrado ni leído aquel libro jamás hubiera dejado de existir. Si bien todo puede ser tan fuerte, las palabras, los acontecimientos, fracciones de la vida diaria. ¿A qué llamamos realidad? ¿Podría entonces volver a nacer?... mientras me cuestionaba aquellas dudas Lázaro entró a la tienda con una lapicera nueva y una libreta con varias hojas en blanco. Me había abandonado, yo solo fui un escrito más, uno de los tantos que había dejado inconcluso. Me había enamorado de un escritor, del creador de mi vida. Solo fui el personaje angustioso de un libro. Un amante, una mierda, tan poca cosa. Se percibía una leve sonrisa en el rostro de mi amante. Mientras todo se nublaba y yo quedaba en el olvido.
Hasta el día de hoy lo espero con ansias, quiero que siga construyendo mi vida, tal como lo hizo un tiempo. Esperar… esperar…. Solo me quedaba esperar.
El escritor mientras iba comenzando la nueva narración, recordó un segundo y se dijo, mientras rascaba su cabeza con el lápiz nuevo… ¿quizás donde habré dejado aquel libro?, ¿por qué seré tan distraído? Pero qué más da… siempre es bueno volver a comenzar y que mejor al lado de un exquisito café.
Cada cual puede ser dueño de la verdad, cada persona, cada ser pensante en esta tierra es capaz de juzgar las cosas como se le plazcan. No hay motivos para decir que las cosas son buenas, malas, injustas, reales o irreales.
Nunca entendí en qué momento mi vida pasó a ser algo tan poco irrelevante, como llegué a ser algo que jamás nunca existió. – se cuestionaba Odette, mientras observaba a su amor comenzando una nueva narración, dejándola inconclusa, frustrada y en el olvido.
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