Sensaciones
Hacía días que él quería mirar esa película, así que puso el dvd en el aparato y encendió la televisión. Tomó los controles, sin los cuales no podría sobrevivir y caminó hacia mi sonriente y despreocupado. Se recostó a mi lado dándome la espalda centrando toda su atención hacia la película que ya comenzaba.
Para mi fue imposible concentrarme en la televisión, la deliciosa línea de sus hombros me distraía. Me acomodé un poco más lejos pero no resulto. Volví a acercarme lo más que pude. Literalmente me pegue a él, apoye mi mentón entre su cuello y su hombro intentando ver. Pude sentir la tibieza de su cuello, y su corazón latir a través de sus venas, palpitaban relajadas. Un suave perfume de maderas mezcladas con la esencia de su piel, disparó en la parte trasera de mi cerebro una información terriblemente placentera. Blanqueé los ojos y luego los cerré mientras inhalaba una y otra vez. Era mi droga personal.
Mi mano recorría su espalda incansable, sabedora de toda esa geografía blanca, despacio para no molestarlo. Sabía que si él descubría mis intenciones mi momento se habría terminado, y pasaríamos a cosas más interesantes tal vez, pero ese era mi momento y lo quería así, distraído y ausente en cierta forma. Me gustaba observarlo.
A mi entender la felicidad solo consiste en pequeños lapsos de tiempos de gran satisfacción, y ese era uno de esos momentos. Él suele darme esos regalos, a veces sin saberlo.
Era un apenas chiquillo cuando lo conocí, yo no era mas grande que él. ¡Cómo había pasado el tiempo y mi amor seguía inmune! Era más grande, mas maduro en algunos aspectos, pero en otros mi amor seguía siendo adolescente, mi locura por él, la forma en que lo miro, en que lo nesecesito. Nada de eso había cambiado, solo se había incrementado valiosamente. Me alegró saber que el paso de los días no jugaba en mi contra, sino a mi favor. Hay cierto entendimiento entre nosotros fruto inexorable del tiempo.
Saque de mi mente los ratos amargos, ya habían pasado estaban en el olvido, y quería que ahí se quedasen.
Volví a hundir mi nariz en su cuello y lo respire de nuevo. Mi cerebro lo agradeció. Mi boca rozó su piel y mi mano siguió la ruta de su brazo hasta llegar a sus dedos. Largos, blancos de uñas carcomidas por la incertidumbre. Me encantan sus manos. Creo que es lo que mas me gusta de él, porque en sus manos puedo ver todo lo que es. Es cien por ciento arte y creación, destreza y maestría natural, el balance perfecto entre la imaginación y lo real. Puede hacerlo todo, todo bien, con un refinamiento que asusta… Su mente es inmensa, si a veces se pierde debe ser por todas las puertas y pasillos que allí aloja. Me gusta pensar que por ahí entre esas puertas y pasillos de sus pensamientos merodeo yo de vez en cuando. Él invade los míos la mayor parte del tiempo.
La película se escuchaba lejos, no tenía idea alguna de que se trataba. Él tiene ese poder, el de parar el mundo, el de hacer que todo quede detrás de nosotros y nada mas importe. Mi mano siguió su recorrido luchando por no ir más allá de los límites de su cintura. Mi corazón latía acelerado y gustoso, me urgía besarlo. Sus labios son la otra parte favorita. Simplemente me enloquecen. La forma en que se acoplan a los míos, el sabor inigualable que tienen, la excitación que me provocan. Exquisito. Una adicción.
Lo amo así de simple, es algo indescriptible, más grande que yo, algo que fluye desde el corazón mismo del universo y nos envuelve, una fuerza irracional. Mágico porque puedo sentir que él me ama igualmente, de la misma forma. Lo veo en sus ojos. Me lo dicen sus manos cuando me tocan, y todo el resto de su cuerpo en complicidad con el mió.
Me hundí en su espalda y note su respiración pausada y monótona. Dormía. Dormir con él era algo que disfrutaba, tenerlo cerca era sinónimo de paz.
Me abracé a su cintura y me acurruqué en su amor.
La película había caído en el olvido para los dos.
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