Vuelve… dulce, cálida e irónica danza de hielo… tu suavidad no tiene comparación, tus lentos y melancólicos movimientos que se tornan de una majestuosidad paulatina y espontánea, dejando invisibles huellas en la nieve, marcando los corazones y sacando lágrimas de ojos cobardes y sonrisas a los labios frívolos, manifestándote a través de sencillos y fuertes milagros.
Vuelve como Gloria de Dios, más ligera que las estrellas de nieve mismas, irradiando una paz blancuzca y azulada, llenando con amor pleno y natural, y brisas que no quieren hacerse notar.
Tan silenciosa, tan discreta tu alegría, que parece melancolía…
Tan mágica y milagrosa tu pureza y tu ternura que uno cree irreal…
Te siento al despertar de un profundo sueño, con una llama en mi pecho, que recorre el resto de mi cuerpo… de adentro hacia MÁS adentro.
Vuelve y habita de nuevo en las almas de los corazones en que fragmentaste tu espíritu. ¡Ven! para no salir de viaje de nuevo.
Danza de hielo…
Danza de amor infraganti y humildemente majestuoso.
Irradia tu tenue y sabia luz, que con eso basta para despertar a la verdad el alma.
…
Tu frío es cálido, y tu melancólica figura es pura felicidad.
Tu modesta timidez se muestra, en una complacida y agradecida sonrisa; y en blancuzcas y apenadas mejillas al apreciar a la madre naturaleza y sus hijas dándote la bienvenida.
Ven… y deja destellos a tu paso para quienes te perdieron el rastro y sácame lágrimas convertidas en hielo al caer al suelo.
…
Bésame con tu grandeza en mi frente y envuélveme con tus alas en forma de ramas y cortinas, arrúllame, cántame y permíteme apreciar tu apasionante danza… por favor bendíceme, y aconseja a mí ser. Luego, déjame agradecerte… y permanece en mí…
Invisible… pero Visible.