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EL JINETE Y LA ROSA
Ella, una joven de cabello obscuro y ojos negros estaba sentada en un lugar cercano al lago que se hallaba dentro de su castillo, contemplaba una hermosa rosa roja, una rosa cuyos pétalos demostraban que era una flor muy joven aun, sin embargo a pesar de ser joven se mostraba marchita, aquella princesa que la contemplaba entendía por primera vez lo que la flor a gritos le decía, le decía que su corazón estaba tan marchito como ella.
Del otro lado del castillo él, un joven de cabello obscuro y alto de estatura estaba bañando un hermoso caballo blanco alado con un cuerno largo que dejaba lucir su belleza cada vez que abría sus alas para emprender el vuelo, el joven montó al hermoso caballo alado y voló por los alrededores del castillo, el no tenia permitido por los reyes acercarse a la princesa.
Ella no soportaba la idea de vivir sin él sin embargo en el mundo donde habitaban todo podía pasar y todo podía cambiar.
Una tarde ella tomó una decisión en la cual él y aquel caballo alado estaban involucrados, ella visitó por última vez la rosa quien ya estaba marchitada por completo, sintió nostalgia y felicidad al ver que desde lejos un hermoso caballo blanco descendía hacia ella y en él estaba montado un jinete, su gran amor, su amor imposible.
Cuando la joven montó al hermoso caballo el rey salió a toda prisa del castillo llamando a su hija princesa pero fue imposible regresarla, el hermoso caballo había emprendido el vuelo hacia la libertad del castillo, una libertad que para la joven era la felicidad, lo único que lograron escuchar a lo lejos fue “tu hechizo de amor”.
Al fin llegaron en un hermoso bosque, un lugar mágico donde se hallaban muchas rosas jóvenes, muchos árboles que se podían escalar y una cascada que dibujaba un hermoso arcoíris.
Era un momento único que quedaría grabado en el corazón latiente de ambos, la tarde caía sobre el bosque mágico que acogía a los jóvenes, el ambiente era con aroma agradables gracias a las aguas que corrían por el rio naciente de la cascada, el color del entorno era rojizo, las estrellas ya brillaban y la luna era una hermosa esfera resplandeciente que iluminaba el bosque.


Los jóvenes se amaban pero por alguna circunstancia no podían estar juntos, ella era una princesa heredera del trono y él un jinete, cuidador y guardián del bosque.
-Prométeme que estarás conmigo por siempre jinete.
-Te lo prometo princesa, nunca te abandonaré, es una promesa de amor.
Ya entrada la noche el se acercó a sus labios y ella se dejó guiar por el momento, una estrella del cielo cayó y todo fue rápido el bosque lloró por medio de la cascada que se dejó escuchar con fuerza, un viento fuerte sopló y la chica cumplió la sentencia del hechizo que su padre egoístamente poseyó sobre ella.
Aquella princesa se convirtió en una hermosa rosa, una rosa que no poseía espina alguna, el jinete desesperado y asustado y con una lagrima rosando sus mejillas recogió del suelo frio y húmedo aquella rosa que unos segundos atrás era su princesa con quien pensaba vivir toda la eternidad.
La rosa era hermosa pero no podía transmitir ningún sentimiento, siempre estaba estática, el jinete con la promesa en mano decidió hacer todo lo posible por regresarla, consultó a arboles sabios, a brujas en las colinas, y lo último que hizo el joven jinete fue acudir con el rey quien nuevamente sentado sobre su egoísmo le negó regresar a la princesa a su estado original, tristemente cuando el caballo alado emprendió el vuelo en las afueras del castillo la rosa soltó un pétalo que cayó en la corona del rey, el rey tomó el pétalo tiró la corona y lloró.
El jinete decepcionado regresó al bosque y al percatarse que a la rosa le faltaba un pétalo decidió poner la flor en un jarrón hermoso de cristal, le puso agua proveniente del rio naciente de la cascada y cada día contemplaba su infinita belleza, todos los días le cambiaba de agua y le contaba cuanto la amaba, el jinete sabia en el fondo de sus corazón que la flor escuchaba y sentía. El jinete amaba la flor y con la obsesión al miedo de perderla la comenzó a llevar a donde el jinete y su hermoso caballo fueran.
Los años pasaron y la rosa era tan hermosa como cuando el hechizo se manifestó sobre la princesa, pero el jinete envejecía, las arrugas se comenzaban a notar y el jinete ya no podía volar sobre aquel hermoso caballo. Entonces entendió que se le había arrebatado su eternidad como a la princesa se le arrebató su personalidad física, pero el mantuvo su palabra de amarla por siempre, y fue hasta el último suspiro del jinete junto al rio cuando la flor cayó de sus manos arrugadas y finalmente la flor se marchitó.
Un árbol sabio que estaba plantado cerca de la cascada que dibujaba arcoíris perfectos vio cada segundo el amor que el jinete tenia sobre la princesa que un atardecer se convirtió en una flor y fue así como el árbol entendió que el amor verdadero puede transformarse de varias formas pero ningún motivo, ni el tiempo, ni la distancia, ni la apariencia física, ni la edad, ni la raza, ni las clases sociales puede destruir un sentimiento tan noble y puro entre dos seres que se quieren.
Ni siquiera el hechizo del egoísta rey funcionó porque unos días más tarde cerca del rio dos rosas nacieron de las tierras húmedas, dos hermosas rosas con pétalos rojos, tan rojos puros como la sangre, dos rosas que crecieron juntos y que jamás se marchitaron ni se marchitaran por que se tienen el uno al otro para defenderse con sus espinas filosas y para amarse en la eternidad.
EDUARDW JAKE G.R

Texto agregado el 28-12-2012, y leído por 143 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-01-2013 Bello cuento. siemprearena
 
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