Caminaba por una habitación de paredes de ladrillos rojizos… la luz tenue de antorchas cuidadosamente colocadas por todo el lugar, pasillos interminables como en un laberinto.
Estaba sola, el suelo era rugoso, frio… veía mis pies, mis manos… mi sombra… perdí la noción del tiempo, y después de mucho caminar vi el final… llegue a lo que parecía ser una torre, sin techo, podía ver el cielo, sin luna, sin estrellas, sentía la brisa fría en mis mejillas, era tan silencioso… me acerco a la ventana, puedo mirar abajo, era tan alto, todo lucia pequeño reducido, siento una brisa que viene detrás de mí y las luces se apagaron una a una… me di vuelta y apareció ella, con un rostro extremadamente alargado, cabellos blancos larguísimos, su túnica blanca envejecida, podía apreciar cada uno de sus huesos, escondidos tras el harapo, era un esqueleto que solo conservaba partes de la piel, una que dejo su rozagante color, para mostrar un amarillo verdoso, pastoso y putrefacto, sus ojos eran cuencos vacios, su cuerpo parecía de marioneta, alguien la movía, pero no sé quien, solo la veía colgar, con una soga apretada al cuello,
Las palabras no salían de mi boca, mi cuerpo congelado de frio, aterrorizada ante esa visión, sus ojos comenzaron a emanar sangre, sus manos se extendieron y me señalaban… su túnica se empapaba, y comenzaba a salpicarme… lloraba sangre y no era ningún milagro, su mano se acerco a mi cara, uno de sus dedos huesudos se acercaba a mi rostro, rápidamente atravesó como cuchillo afilado mis mejillas como un mondadientes en un trozo de carne… el dolor era insoportable grité.
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