Qué tiempos aquellos, Lulú.
De verdad fluíamos casi más rápido que el tiempo mismo,
Hacer de la nada un todo sin de verdad hacer algo por hacerlo.
Qué nadas tan llenos de nosotros, Lulú.
Y es que, Lulú, te has vuelto cada escalofrío seguido de los tics del segundero,
Eres todo el miedo que me ha dado este tiempo,
El hecho de conocerte tan bien que sé que no sé cuándo llegarás.
Yo sólo muero por morir por ti otra vez, Lulú.
Imagínanos, Lulú, más bien recuérdanos,
Como siempre, siendo uno para el otro, Lulú.
Me pregunto si por ahí me has visto, preguntando por ti a mis pies por las aceras.
Me pregunto si me piensas acompañada de algún destilado.
Y este momento, tan desabrido pero puro, abunda la desilusión.
Pero es que así son las cosas contigo y lo sé, Lulú.
Es como jugar policías y ladrones, perseguirte por todos los años de primaria,
Cuando la única criminal aquí eres tú por robarnos tantos momentos.
Basta de excusas ya, Lulú.
Dejémonos de algoritmos psicológicos, fórmulas platónicas, de transfusiones de mentalidad, de sobra de palabras huecas y es que esta falta de ti me está matando, Lulú.
Es que eras tan sencillamente barroca y alocadamente simple,
Y ahora sólo eres irrealmente tangible y palpable como el tiempo cuando te vi por primera vez.
Es que ya han sido tantas las noches las que le he dedicado a escribirle a tus pestañas,
Y todo me recuerda a ellas, a ti, Lulú.
El viento sopla cual lobo feroz pero ellas siempre en casa de ladrillos sin chimenea.
No tengo cómo deshacerme de ellas, aunque sea sin querer.
Lo extraño todo, Lulú, tus berrinches después de un mal día,
El arrastrar de tus pies hasta la cocina.
Esa carita de día nublado cuando afuera no hay más que sol,
Te extraño a cántaros, Lulú.
Te extraño sin querer cuando como berenjena,
Sin querer te extraño cuando me despierto en tu lado de la cama,
Cuando sin pensarlo cocino para dos a sabiendas de que aquí no hay ni medio,
Cuando me pongo algún abrigo y como siempre cartitas tuyas encuentro.
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