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UNA VIDA ACONDICIONADA

Cada verano le resultaba un verdadero martirio pasar esas horas agobiantes en su oficina del quinto piso. Era un pequeño infierno, el sol daba permanentemente contra esta pared del edificio, y al fin del largo día volvía exhausto a su casa. Ya había probado refrescar el ambiente con los distintos aireadores que ofrecía el mercado, ventiladores de pie, de techo, con turbos, pero ninguno le daba resultado. Todos levantaban los papeles del escritorio como un ventarrón por una ventana abierta. Por suerte una solución se acercaba; Ya aparecían los primeros aparatos de aires acondicionados. Caros, pero no dudó en comprar el mejor. Le cambiaría la vida. Este artilugio lo fascinó desde que lo hizo colocar en la pared. Decorativo y casi silencioso. Con una tecla para esto, con otra para lo otro, una maravilla en tecnología a su disposición. Y aunque tuvo que dedicarle bastante tiempo en obtener su máxima eficacia, primero probando, regulándolo y verificando pacientemente, logró el clima perfecto que buscaba; A 22 º Celsius de temperatura con 36 por ciento de humedad, ya todo era otra cosa. Su físico parecía responder como la de un atleta, y su mente con la concentración de un operador de la Nasa. Sagazmente podía resolver cualquier complicación que se le presentara en el día, cuando no planificar todo de antemano. Trabajar con este confort notablemente disminuía su fatiga, y el buen humor que le había vuelto lo seguía hasta su casa. Podría decirse que los dos funcionando al mismo tiempo eran una perfecta simbiosis entre el hombre y la máquina moderna . Después de lo conseguido, obviamente su principal objetivo fue mantener esta atmósfera siempre así de prodigiosa. Para eso ya había dejado de fumar, no poca cosa. Cosa que mejoró su aspecto ante los clientes, mostrando buena cara y su ropa impecable. Y cómo si esto fuera poco, su rendimiento sexual llegabaal máximo, y su secretaria dichosa de la vida… … Pero no todas serían buenas de corrido; tuvo su problema con el choque térmico. Esa abrupta diferencia entre la temperatura del interior con la de la calle le produjo un espasmo bronquial. . ….Pasado este percance concluyó que esto de entrar pero salir también del paraíso todos los días, no era saludable. Y que algo tendría que cambiar al respecto. La solución que encontró, simple; Debía quedarse a vivir ahí…Y se organizó. Para dormir siesta y noche tenía su sillón de ejecutivo que hasta cama se hacía, y bien que serviría í para todo. Su secretaria se ocuparía de proveerle la comida hecha afuera y listo el pollo. Todo a pedir de boca, en un clima para reyes. Sin embargo, el no regresar nunca más a su casa cayó mal en la familia. Su esposa comenzó el divorcio y sus hijos se negaron rotundamente a visitar a un padre loco en su propio loquero. Concluyamos que a él tampoco le importó demasiado. Seguir disfrutando de sus 22 ºC con 36 por ciento lo justificaba todo. Y por lo que podría quedar faltando por ahí, con formalizar su relación con la secretaria, otro asunto terminado. Y para comenzar así, programó un especial encuentro con ella para ese mismo fin de semana. Como nunca se supo dar. Esa noche ella llegaría como no empleada más atractiva que nunca, y él la recibiría vestido de no jefe, menos intranquilo que de costumbre. Por supuesto, en un ambiente repleto de sorpresas idealmente preparado para ese evento… Y llegó… Pero ella por primera vez en su vida, tarde. Casi una hora de la convenida por haberse arreglado tanto. Y por vez primera también abrió la puerta con llave propia y sin llamar. La recepción la recibió a oscuras…Probó la llave de luz y no encendió… Este suspenso se alargaba como para asustarla. Lo llamó por su nombre de pila y a viva voz, pero no contestó. Ya alarmada se comunicó con el encargado del edificio. Vino enseguida, y linterna en mano revisó los fusibles; estaban saltados.” Debe haber un cortocircuito acá, o fue un exceso de consumo. Para mí, el aire acondicionado hoy funcionó muy sobrecargado” -
Los dos entraron en la oficina iluminando con esa luz portátil. Abrieron la puerta del despacho principal y todo seguía oscuro y en silencio también. Lo peor fue recibir ese calor que ahoga de golpe. Evidentemente, ese hombre no podía estar ahí. ¡Se acaloró, no aguantó, se fue y no me esperó este gran hijo de su madre! se dijo ella para sí. . Igualmente desconcertados terminarían revisando cada rincón. Lo dispuesto para la ocasión lucía sobrecogedor. Un despliegue de buen gusto para una bienvenida triunfal, pero frustrada. En una media luz forzosa, sobre un escritorio libre de papeles, habían quedado las flores ya marchitas en un jarrón de cristal. Una botella de exquisito champán, en un balde con agua que casi hervía. Una vela apagada a punto de encenderse de nuevo sola. Y por último, como escondido, un viejo cenicero lleno de colillas de cigarrillos.” Mire qué nervioso estuvo que agarró el pucho de nuevo, pero raro que de última no fumó afuera” comentó el encargado. El ambiente estaba realmente caluroso, pero más extraño era sin nada de olor a tabaco. Ideal para que una mujer de fino olfato, al instante detecte el perfume de buena marca que ya le había regalado. Ése mismo sutilmente parecía ahora provenir desde el venerado aparato. Llevados hasta ahí el encargado confirmó sus sospechas en parte. Esa máquina había colapsado, pero hasta hace pocos minutos estuvo funcionando más que aliviada. Lo verificó sobre su teclado. Solo una estaba presionada. La de “Extracción de aire viciado”.

Texto agregado el 24-12-2012, y leído por 239 visitantes. (2 votos)


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