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La Navidad de Don José…
…un cuento


En aquella calle, todos conocían a Don José, como un buen viejo, su porte de Señor, que él sembraba con su saludo a quien a su paso tuviera y que pronunciara con un acento casi tan cantado, como cuando a una mujer de cualquier edad saludara con su -mi apreciable Dama, con su permiso y respeto; este día es muy bello; permítame pasar por frente a su casa admirando cuan limpia se aprecia su banqueta- Lo que diría, con una mística dulzura que literalmente iluminaba el barrio cuando él salía a caminarlo.

Sería acaso que por eso las señoras de cuantas banquetas, calle y esquinas habrían en el rumbo, muy a punto estaban de barrer sus frentes antes de que pasara Don José, para recibir las galantes frases de aquel caballero, Un personaje de figura de otros tiempos y su blonda barba, que con sus ya lustrosos trajes viejos, aun mostraba un porte de Gran Señor, pero muy aparentando ser de un mundo distinto al que pisaba, que en sus decires y actuares, hacían rebosar fina y respetuosa admiración de los vecinos y señoras, que con una sonrisa en el rostro, se mostraban esperanzadas de ser ellas las agraciados en la selectiva charla ocasional de banqueta, que día a día, practicara en algún punto de su recorrido.

Lo mismo era con los tenderos, barrenderos, carniceros, peluqueros, párroco, boticario o con cualquier simple paseante del lugar; una Dama o un Señor, que por día, recibirían de Don José su charla; misma que era esperada como si fuera una presea distintiva de ser Buen Vecino del Barrio; “Don José habría charlado con él”

En aquella, ya no muy pequeña Ciudad Llanera al pié de la Sierra Madre Occidental Mexicana , se conocía muy bien “El Bario de Don José”; los lugareños lo marcaban como un punto de referencia del que todos sabrían de donde se tratara; acentuaban todos el referirlo, como si a un convento o monasterio sagrado se refirieren o como el río, plazuela, o edificio publico conocido se tratara.

Pero lo cierto es que nadie sabía a ciencia cierta nada contundente de la vida o del pasado de aquel Señor; por mucho que las conjeturas en las fiestas, bodas o bien de la cantinas, cafés o juntas de parroquia, salones de peluquería para Damas o del barbero mismo, nadie habría realmente aportado solución al enigma que como rumor y conjetura crecía tanto como el respeto y admiración para él.

Todos recordaban, de una manera u otra, que cuando ellos apenas eran unos imberbes ya paseaba Don José por sus calles.

Algunos hechos contribuían a la magia e intriga, de las ya angustiosas e inquietantes preguntas, de: ¿quién era tal Señor?

De cuando en vez, no salía por uno o dos días, pero nunca tres; vivía sólo; su casa era muy sobria y a pie de banqueta, una puerta vieja, un ventanal de postigos eternamente cerrados; lo más trascendente era que aquellos días que a sus caminatas por el barrio no acudía, si lo hacia al cementerio; nadie supo nunca que llevara flores a tumba alguna; tampoco se sabía si era rico o de que vivía.

Pero mención aparte merece contar lo que de él todos conocían como: “Las Navidades de Don José”. Cuando la época familiar por excelencia en nuestro mundo occidental existe en la que todos nos reunimos, incluyendo a veces el viajar esforzándonos para, sino cada año, si por lo menos una vez en la vida estemos con aquellos lejanos familiares, porque Navidad es el evento en que nadie quiere estar solo; aunque no se tenga grande cena o muchos regalos; sí, por lo menos, abrazarse y manifestarse la solidaridad de los afines de sangre, amigos o vecinos y refrendar los lazos que unen a las personas por sus estirpes.

Pues resultaba que de Don José... nadie sabría sus apellidos; que eran tan incognitos como su nacionalidad; si bien muchos decían que era europeo, rescatando para afirmar eso, su acento al hablar; nada similar a algo conocido de antemano; había quienes juraban que hablaba parecido a los árabes nacionalizados mexicanos que desde principios de los años de 1900 habrían emigrado a México y se dispersaron por todo el país, que por pequeños que hubieran aprendido el español, siempre conservaban aquel toque en su pronunciación que los distinguía; pero no estaba muy claro para el caso de Don José, que así fuera; de cierto era que en diciembre ya se sabía que iría a la Iglesia de San Agustín, desde el 23 de diciembre, a sentarse sin moverse para nada en absoluto, en la misma banca que ocupara desde hacía ya tantos años que nadie recuerda y no se levantaría hasta la media noche del 25, después de la Misa de Gallo, ya para amanecer el 26, como año con año era su costumbre hacer.

Todos sabían que él lloraba y lloraba por esos sus días de navidad, como si estuviera más en el dolor que en la algarabía de un nacimiento, pareciera que para él era un pesebre funerario.

Pero resulta que una vez alguien habría osado acercarse e inquiriendo por su salud; él, suspendiendo su llorar, le contestó de manera muy escueta, que su llanto era de gozo por el nacimiento de su hijo y por otra parte también, por lo que luego sufriría en el mundo después de su nacimiento.

Aquel quien esto escuchó, no supo que hacer ante tan inesperada respuesta, que dicha entre la dulzura y amargura de un padre apesumbrado por el destino que le esperaba a su recién nacido hijo, lo expresara entre llantos. De tal suerte que, en un reverente mutismo, se retiró y con el corazón materialmente estallándole de emoción, divulgó a los fieles expectantes por su atrevida cercanía asía aquel viejo, que todos respetaban en sus llantos y que siempre estaban en la Misa de Gallo en todas las Navidades, y a quienes contó la respuesta que recibió y cuya frase de inmediato corrió por todo el templo, el barrio y toda aquella colonial, hermosa y tradicionalista ciudad llanera.

Desde entonces todos saben; que por alguna mágica razón, sin duda alguna… en Durango vive …el Señor San José

Escrito por Rafael Z Flores González ©
el 23 de diciembre de 2012

Texto agregado el 23-12-2012, y leído por 277 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-12-2012 bello e intrigante texto Rafa... su hijo... para pensarlo con largueza hermano. Un abrazo!!!! cinco aullidos yar
23-12-2012 Disfruté del donaire de Don José, mágicamente transformado en corporización del Padre del Hijo. Además me encanta el lenguaje de los mexicanos, por ejemplo cuando dicen "banqueta" por lo que otros llaman acera, o aquí "vereda" iwan-al-tarsh
 
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