Hoy, ella amaneció mejor que nunca.
Ya no tenía hinchado los brazos, ni dolor en sus piernas. Hoy, pudo ponerse de pie y correr a través de aquellos parajes que siempre le llamaron la atención, y que jamás pudo visitar.
Hoy desayunó en la Toscana, disfrutó de un té en Francia, se deleitó con los colores de las flores en Grecia. Pudo acariciar el mar con sus manos y sentir ese delicioso sabor a sal en las costas de Mallorca. Hace tiempo, hace muchísimo tiempo que no veía el sol; hoy, lo pudo sentir y disfrutar en su piel. El cantar de los pájaros, las enormes nubes en el cielo. Pudo sentarse en la grama y ver como ésta se mecía al compás de una suave y agradable brisa...
Ayer, él despertó con un fuerte dolor de cabeza.
Sus ojos estaban hinchados, su cuerpo dolía. Ayer, trató de ponerse de pie y caminar hasta el féretro de aquel ser que amaba desde siempre, pero no pudo; no concebía la realidad.
Ayer no pudo comer ni beber nada. Su estómago estaba revuelto, y el olor de la comida le provocaban náuseas.
Ayer, sintió que la perdió para siempre. Pero a pesar de sentir un terrible dolor, junto a un vacío tan inmenso como el Universo, vio al cielo y sonrió... Sabía que ella ahora estaba junto a Dios.
Y solemnemente se despidió.
… Ella, mientras se reencontraba con todos los que la amaban, le dedicó una hermosa sonrisa y prometió protejerlo para siempre desde el Paraíso... |