¡ Todo a la basura!.


Mi esposa era una de esas que cuando está de limpieza general, tira que te tira a la basura. De todo, cosas inservibles, o útiles todavía. Ella siempre fue de deshacerse, yo más de guardar.
Ella últimamente estaba desprendiéndose de algunos kilos de más y de unos años que decía sobrarle, mientras que yo engordaba asimilando tanta bronca día tras día. Digo porque la diferencia de edad entre nosotros era mínima como para que tanto le molestara y la mantuviera con un carácter de los mil diablos. Era así, pero esto corría por un lado, el asunto vuelve a esa extraña manera suya de andar descartando lo primero que se le ocurriera y tuviera a mano...
Si cuántas veces tuve que rescatar mis chinelas apenas gastadas de las manos del recolector de basura. O buscar en esa misma bolsa mi cepillo de dientes con apenas una semana de uso. Biromes sin acabar, hojas de afeitar descartadas de antemano, y ya no sé cuánta de estas minucias más...
Pero de lo que nunca me voy a olvidar fue cuando cumplí los cincuenta. ¡Oh. Casualidad! la señora estaba de limpieza general, y cómo con ese cansancio podía organizarme una pequeña reunión familiar. Imposible. Entonces " Si en esta casa no se puede festejar nada de nada, esta noche me la paso con mis amigos en un bar." amagué nomás. “Y andá" fue su permiso. .
Y sí, ahí la disfruté a más no poder, tanto que de dieron ganas de volver borracho. La primera vez en mi vida. Recuerdo que llegué bien de madrugada. Que encontré nuestro dormitorio a tientas y que me tiré en las últimas al lado de una mujer que no acusó recibo...Más cuando la cama terminó de dar vueltas le vomité al lado. Dicen que lo peor es la resaca del después, y a mí me tocó una casi mortal. Desperté en un ambiente atroz, sofocante, inmovilizado en un lecho apestoso, que ya no giraba sino que se zarandeaba como en el peor terremoto. Un ruido infernal en mi cabeza me aturdía hasta no saber qué me estaba pasando. Y debí caerme al suelo para que todo se me pasara cuando del golpe me quedé inconsciente. .
…Ya recuperada la lucidez me enteré de lo ocurrido. Supe que minutos antes de que me auxiliara frente a casa y en plena calle, fue el mismo recolector de residuos quién debió levantar solito y tirar sobre el camión una bolsa de consorcio con noventa y ocho kilos y medio de peso vivo adentro...Por suerte para el pobre, al otro día le fue más aliviado. Entre los dos subimos otra que no llegaría a los cincuenta y cinco en peso muerto. Por ahí debía de andar la flaca… … .