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UNA SOMBRA INSUBORDINADA

Hace tiempo que echo de menos a Don Julio ¡pobre viejo! Desde que finalmente sus familiares lo metieron en un psiquiátrico no he vuelto a saber nada de él.
Vivía solo acá enfrente. Todos los vecinos conocíamos su historia, pero con el único que hablaba era conmigo. Había nacido en este mismo barrio donde se afilió al partido comunista siendo muy joven. Aquí, a la vuelta de la esquina, sobre la vereda sur estaba el comité, ahora hay una panadería. Era un partidario de aquellos, de firmes convicciones y estrictamente fiel a la doctrina. Aunque fue enemigo de la violencia, estuvo preso durante la dictadura militar y pasó todas las que tuvo que pasar. Por suerte, o tal vez por desgracia, fue uno de los pocos que dejaron en libertad. No soportó las torturas y quedó mal la cabeza, y con los años empeoró. Sufría de obsesiones persecutorias hasta dudar de su propia sombra. Muchas veces lo vi discutir con ella, cuando en invierno solía sentarse en la vereda a tomar un poco de sol. También cuando enojado se levantaba y caminaba una vuelta a la manzana. Cada tanto se daba vuelta para cerciorarse si aún lo seguía. Como estaba claro que sí, entonces la agarraba a bastonazos contra el suelo, maldiciéndola. Al final, llegaba a su casa más ofuscado que antes y se encerraba dando un portazo final. Casi todos los días le sucedía ésto, hasta que se lo internaron...
Nadie supo hasta ahora que en su último diálogo me confió una cosa muy suya. Algo que celosamente guardaba como la verdadera razón de su extraño comportamiento; En sus repetidas caminatas había observado que; Con el sol de frente, en la primera cuadra, su sombra lo seguía por detrás, que al doblar la esquina, por la derecha y sobre las paredes, y que por la siguiente, iba delante tranquilamente. Todo normal, hasta que en la última, la de la panadería, justo cuando él esperaba con cierta emoción que lo acompañara por la “izquierda”, su silueta se desdibujaba, lo abandonaba en este preciso tramo.( natural, se fundía en toda esa sombría vereda que da al sur ).Por eso fue que terminada esta obvia revelación, se despidió mí amargamente; “No sé si seré yo el último loco, vecino querido, pero estamos quedando tan pocos... Imagínese con lo que le acabo de contar. ¡Hasta mi propia sombra dejó de ser comunista!...”

Texto agregado el 22-12-2012, y leído por 263 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-12-2012 Tenía razón: ¡Solo un loco no le teme a su sombra que no deja de seguirlo! No sé por qué lo llevaron al siquiátrico. felipeargenti
23-12-2012 Creativo, me gustó. elbritish
22-12-2012 A pesar de la tristeza, es divertido. Saludos! galadrielle
 
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