Hay una cosa que nunca he dicho a pesar de que està muy dentro de mi y muy fuera, es la salsa.
La salsa como símbolo, opción de vida y música.
La salsa, en momentos complicados o de aburrimiento, deletrea en mi su significado, el sabor.
La Salsa, provoca un movimiento apetitoso, que me sacude la mente, los recuerdos con mi pareja de baile, la sensualidad, me tambolea el corazón, el marco de mis pretensiones, los dedos, las piernas, los pies.
Es como vivir una vida ajena, ya que no muchas canciones me indentifican.
Una salsa me hace recordar a Elena, una cubana, cuerpona, muy proporcionada de sabor, que ingresa a la pista de baile, en plena tumba, a decidir sin temor ni verguenza, mover lo que la madre natura fue dignosa a dar.
Moverse como una licuadora, sobretodo las caderas en zig zag, o de acà para allà, para luego cantar a boca de jarro, lo que desea, dejando exahusto a màs de uno y una.
Otra cosa que me gusta de la salsa, es probablemente lo que impulsa a las mujeres a los hombres a deletrear en sus rostros, un propio placer, la elegancia de cualquier alegría, la posibilidad de vivir fugazmente un hecho, que si uno lo piensa bien puede repetirlo en donde sea: la sala, el comedor, en la calle, en tu cama, o a solas.
Yo profundamente sobresaltada por los sucesos expuestos, cuando a la mitad de mi faena escucho salsa, decido gracias a la tecnología, activar una canción, comienzan las trompetas a tumbar y mis piecitos a moverse, mis pensamientos destructivos se polarizan y de verdad no me importa el tiempo.
Llego a una catàrsis inaudita y digo mejorarè mis pasos con la escoba, para luego moverme como una coladera escurridiza y descompuesta,a saltar sin temor que mis vecinos europeos terminen un estudio natural y generoso de Luigi Pirandello.
Luego sigilosamente y alegre cojo a Rosa, mi gata distinguida, la giro como una doncella del siglo XV en la ruleta rusa de una ronda cubana o capaz de una salsa colombiana.
La salsa, me gusta los rostros que fabrica, me transporta a casa, a los lugares màs bellos de la tierra y regreso sin temor a mi realidad, emprendiendo lo que por fuerza y generosa bondad està vida no tan ingrata y demasiado fuerte me tienta a descubrir.
!Entonces, què dices, vamos a salsear!
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