Agripino
Me llamo Agripino. Algunos creen que es un remoquete, pero es mi nombre de verdad. Soy de El Pozo del Tío Raimundo. Me han traído aquí los curas porque dicen que estaré mejor con los otros huérfanos, que abajo, en El Pozo. Dicen que el día menos pensado me comen las ratas y aparezco tieso. Tengo trece años. No sé leer y los otros se ríen de mí.
Los jueves por la tarde nos llevan al Retiro, vamos andando por la acera, bajamos la calle Claudio Coello, hasta dar con el parque y hacemos dos equipos de fútbol cerca de un sitio que le dicen Casa de Vacas. Por las mañanas nos llevan en fila a misa a una iglesia de otros curas que les dicen, jesuitas, que está enfrente. Luego volvemos y nos dan el desayuno, una taza de leche y una barra de pan. Dice uno, que llaman El Guaje, que hay que partir la barra en pedacitos dentro de la leche y luego tomarse los mendrugos remojados, con una cuchara, que así es como cunde.
Dicen que sirvo para ser fotograbador, que es un oficio. Que no sirvo para nada más. Ni para cajista, ni para maquinista, ni para encuadernador, ni mucho menos para linotipista. Para linotipistas sólo sirven los que leen deprisa y sin trompicarse nunca. Aquí la mayoría son asturianos, hijos de mineros muertos de una cosa que le dicen silicosis, o muertos en explosiones de un gas que le dicen, grisú. Los asturianos hablan mal, no se les entiende. El Guaje me dice, ‘al mío padre matolu un costeru’ y cosas así que no entiende nadie, sino ellos.
Dormimos todos juntos en un dormitorio larguísimo. Están todas las camas puestas en fila y hay un cura vigilando, pero cuando se marcha se ponen a hacerse pajas unos a otros y dicen que eso está prohibido. También está prohibido hablar en casi todos los sitios, está prohibido salirse de la fila, está prohibido quitarse el guardapolvo. Todo está prohibido. Está prohibido estar en otro sitio distinto del que ellos dicen que tenemos que estar. Cualquier día de estos me rajo para El Pozo.
Ayer vinieron unas señoras que son las que mandan y andaban los curas dando órdenes de un lado a otro para que todo estuviera limpio y ordenado. Estaban todos nerviosos. A las señoras les dicen ‘las del Patronato’ y son las que dan dinero para que comamos nosotros. La que más manda de todas es una que le dicen ‘la Señora de Ruiz Jarabo’.
Esta mañana he pasado mucho miedo. Oímos un ruido como si se viniera el mundo abajo. Tembló el suelo y empezaron a caer cascotes y piedras y nos asustamos mucho y luego nos asomamos por un ventanuco a la calle Claudio Coello y vimos que había polvo por todos lados y humo y empezaron a llegar coches de bomberos y coches de la policía y había un hoyo tremendo en medio de la calle. Luego empezaron a decir que habían matado a uno que se llama Carrero Blanco y lo vimos por la tele porque desde el ventanuco sólo se veía gente corriendo y se oían sirenas y había mucho jaleo.
Un día de estos me doy el piro y vuelvo al Pozo, porque a mí lo que me gusta es estar por ahí haciendo lo que me da la gana y no aquí todo el día encerrado. A mí lo que me gusta es ir a recoger boñigas y vendérselas al del carbón, o llevarle gatos y perros muertos al pellejero y cosas así, aunque pase frío y me duela la barriga del hambre. Esto de aquí no sirve.
JUAN YANES |