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Redención

Estuvo varado allí sin saber porque por mucho tiempo, aprendiendo, absorbiendo, hasta entender que sus actos, como los de todos, influyen en el universo y él había intervenido en la vida otros, con sus errores, con sus pecados. Debía volver.

Si no lo lograba estaría vagando por mucho tiempo, hasta que alguien más llegara a equilibrar los hechos, pero no le permitirían esperar, le exigían reparar para que la luz fluyera y su alma pudiera avanzar.

Se desplazó en busca de su pasado, sentía temor y eso no era un buen augurio. Retrocedió en el tiempo como se le habían indicado, hasta otra época, cuando él era un sacerdote joven recién consagrado.

Observó desde arriba, como lo pueden hacer los espíritus y trató de conservar la calma. Vio de nuevo el hogar de niños donde él había crecido, no el enorme edificio que se había construido después, No, era el edificio viejo, cuando él era un cura joven y vehemente, que pretendía hacer de esos chicos algo más que números en una sociedad demasiado clasista. Se adentró por los pasillos tan conocidos, en busca de las salas y de los dormitorios, fue horroroso verse, le dolió la carne y el cuerpo que ya no tenía, al observar y entender lo contradictorio de su vida. Debía enmendar los hechos de esa noche que ahora visitaba, o su alma nunca descansaría.

Ahí estaba el padre Luis, el director de la época, en su dormitorio con uno de los niños, con su sonrisa de abuelo bonachón, con su alma corrompida y su fe perdida en el laberinto de su maldad. Cuantas veces había tratado de enfrentarlo, pero él como aquellos niños, falto de afecto y vida familiar, había sucumbido ante la ternura con la que aquel hombre los engañaba y después había tenido miedo, como todos…

Se fue acercando lentamente, siempre recordando los abusos que él sufrió y la indiferencia con la que después se cubrió para no ver, que ese hombre, que para muchos era un santo que salvaba niños de la indigencia, seguía abusando metódicamente de aquellos más pequeños, que como él, soportarían sus asquerosidades por no tener a nadie más en el mundo a quien recurrir.

Por mucho tiempo había querido hablar y salvarlos, pero nunca lo hizo, después se fue al seminario como una forma de escapar de sus pesadillas y también de la culpa, pues él, que era totalmente huérfano de familia, no encontró otra salida que declarar una vocación que nunca tuvo, para escapar de los recuerdos y de su pobreza. Muchas veces pensó que estando en el seminario con sus superiores, diría todo lo que había pasado y seguía pasando, sin embargo estando allí se dio cuenta que nadie le creería.

Se enfrentó con dolor a la escena que había marcado su alma para siempre, el padre Luis acariciando a aquel niño que era ciego, El había ido esa tarde por encargo de su maestro a dejar el aporte para el hogar. Toda la rabia y la impotencia había brotado de su corazón, sus pesadillas le guiaron las manos cuando lo había tomado del cuello y lo había arrastrado hasta las oficinas de la dirección, el pequeño nunca supo que había pasado, sus ojos sin luz no habían podido ver nada. Sólo escuchar y entender que debía huir rápidamente hasta los dormitorios.

Se observó desde arriba, debía intervenir pero no sabía cómo, pues a pesar de todo lo transcurrido se dio cuenta que aún seguía sintiendo odio, y que quizás no podría cumplir su misión.

Quedó suspendido, sintiendo gritos en su interior que lo empujaban en diferentes direcciones, un sufrimiento que en vida nunca sintió. No podía… se sintió arrastrado hacia lo alto, aterrorizado se dio cuenta que debía superar su odio o no podría volver.

No supo cuanto tiempo estuvo así suspendido entre el odio renaciente y la angustia que le exigía hacer lo correcto, esa noche había sido su perdición, aún con todo lo que hizo después para resarcir, las buenas obras que se había esforzado por hacer el resto de vida, por todo el amor que había puesto en los niños que más tarde estuvieron a su cargo cuando se convirtió en el director del Hogar, aún cuando había encontrado su vocación al final, ensenándoles y protegiéndoles, como le hubiera gustado que el Padre Luís lo hubiera hecho.
Sin embargo la noche en que él lo sacó a tirones del dormitorio arrastrándolo por el piso hasta las oficinas de la dirección, lo había dejado morir.
El hombre sufrió un ataque al corazón y no hizo nada para salvarlo, tampoco había cumplido con sus deberes de sacerdote, no le había entregado los últimos sacramentos, negándole una última posibilidad de redención. Y en el cielo le habían cobrado la cuenta por ello, por su cobardía y su silencio, por el odio no vencido, por no cumplir con sus votos, debía volver allí entrar en su propia mente y hacer lo que fuera necesario para enmendar en algo sus pecados.

Lentamente logró la calma y volvió al encuentro de su pasado, sabía, por lo que le habían explicado, que este momento desencadenó hechos que afectaron el futuro, no lo entendió, no debía hacerlo, la claridad vendría cuando su alma avanzara por el camino correcto, la evolución que le exigían estaba ligada a este acontecimiento.
Bajó lentamente hacia sí mismo, el de entonces, apretado contra la pared viendo morir a otro ser humano, su otro yo tiritaba de terror y de odio… se metió en su cuerpo. Dominando el horror y la angustia tomó al viejo sacerdote en sus brazos dándose cuenta que estaba casi sin vida, lo recostó en el suelo nuevamente y aplicó los primeros auxilios, masaje cardiaco, respiración, mas masaje cardiaco, el viejo hombre comenzó a respirar trabajosamente, se acercó al pequeño altar, tomo los oleos allí guardados, se puso una estola y cumplió con su deber sacerdotal, tembloroso y sin entender aún la influencia de este acto, que le permitía al fin superar su odio. Se alejó de allí liberándose de sí mismo, elevando su espíritu sintiéndose en paz.

Texto agregado el 20-12-2012, y leído por 339 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
27-12-2012 Una historia genial. Lástima que no todos podemos regresar a salvar los errores cometidos ¿o si?. Me encantó y te felicito de corazón. Dejo mis estrellitas en tu cielo. Un beso. Magda gmmagdalena
25-12-2012 gracias. Que mas quisiera yo poder volver al pasado,y corregir aquello que he hecho mal. Despedirme bien de aquellos que han partido.... sabiel
25-12-2012 Que dificil es hacer lo correcto... a veces. dramatico texto con tintes de desesperación y conciencia. Un abrazo querida amiga!!!!! cinco aullidos yar
23-12-2012 Nos obligas a interiorizar, a pensar, a tomar partido. Eso es excepcionalmente bueno. ZEPOL
23-12-2012 Una historia terrible, pero que al final se libera del peso de su atrocidad... un abrazo y feliz navidad. sendero
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