REFLEXION DE NAVIDAD
ANTE EL PROCLAMADO FIN DEL MUNDO.
Cuando el sol desciende infrarrojo
llenando de arreboles el gran espacio,
o cuando bajo el constelado cielo
me siento tan pequeño
ante la inmensidad del universo,
es que pienso en mí y en los hombres
que sobre el suelo habitamos este mundo.
Y ante mi Dios que nos ha permitido
existir por un estricto lapso de tiempo
en la infinidad del cosmos,
bendiciéndonos así de sucesos
y distribuyendo los designios,
suelo conceptuar
de lo afortunados que algunos somos:
¿Dime si no es alto tu espíritu
al mirar con amor a tus hijos,
cuéntame cuan pletórico eres
cuando reconoces al ser amado
y cuan fuerte es tu alma
toda vez que alcanzas tus logros?
¿De dónde proviene tu celo
al vencer las adversidades?
Que si el imposible atrofia las mentes
y el temor les desfallece,
tal vez es porque algo se esconde.
Si de ocasión y al frente miramos
nuestra imagen reflejada en un espejo,
hay que reconocerse asimismo,
eso es importante:
Saber de nuestra procedencia
y el rumbo que llevamos,
admitir los errores cometidos,
cuál es la fortaleza ante las posibilidades,
de cuanto somos capaces
y cuan generosa es tu alma
con el resto de tus similares.
¡Bienaventurados quienes ofrecen,
Bendecid, OH Señor sus bondades…!
En el día de hoy y en esta era
en que pugna el fin de todo
con intriga y temores,
cuando pronostican el Apocalipsis
en forma irresponsable,
habemos quienes sentamos razones
de creer en los avatares
y aceptar las consecuencias
que el destino nos depare.
Así, prefiero despreocuparme
y atinar en el mensaje
que nos llega desde el Cielo:
Antaño fueron tres los reyes,
que cumplieron su objetivo,
es importante que hoy
con el incremento de la especie
seamos miles
quienes aceptemos este concepto.
Meditabundo estoy como siempre
en mis torpes reflexiones,
que de recomendaciones carezco
y dentro de mis debilidades
solo bendecirles quiero,
y saludarles también
en estas Navidades.
Cariñosamente
Valentín A. Gajardo Ríos
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