En plena selva del Amazonas Ecuatoriano una compañía petrolera instaló junto a una maloca cuatro machines para extraer petróleo. Llegaron como caídos del cielo y sin preguntar talaron selva e instalaron sus equipos de bombeo. Los indígenas Pieraperapu y los Nukak-Maku permanecían agazapados listos con sus arcos, flechas y con cerbatanas envenenadas. Fueron arrimando a curiosear todo y se dejaron ver de los petroleros. Ellos por intermedio de intérpretes les dijeron que en que podían ayudarles. Le adelantaron sobrantes de madera en donde viene la maquinaria embalada y también coca-cola y pollo frito Kentucky Fried Chicken, seguramente restos de la comida traída por los extranjeros. A los niños les dieron chupetines y golosinas. Les dijeron que se reunieran con todos los indígenas de la zona que la compañía quería ofrecerles ayuda. Que, por favor, solicitaran algunas cosas, pero que sin excederse. Los indígenas hicieron la reunión y a alguno se le ocurrió pedir tres motos, a otro tres vacas y un toro. A otro una planta diesel y un televisor con antena satelital y ACPM para surtir, permanentemente la planta. A otro una docena de gallinas y un gallo. La compañía contestó que vacas apenas una y un toro. Que motos una sola, que ACPM apenas veinte galones mensuales y gallinas sólo tres y un gallo.
Estaban a punto de llegar a un acuerdo cuando llegaron los chamanes. Dieron un discurso en lengua nativa y ordenaron que pidieran cinco dólares por barril. Según se sabe a los delegados de la compañía los acusaron de informar a los indígenas el barril de petróleo a como se cotiza en la bolsa de New York y quedaron preavisados de despido. Al otro lado del teléfono satelital se escucha que les ofrezcan a los indígenas tres dólares por barril y que si es el caso les suban un poco. Resultaron más hábiles para negociar que los bobos graduados en Harvard y que ahora son ministros.