Y pasó el tiempo.
Todo lo que empieza mal termina mal. Así debe de ser, las cosas en mi vida no han sido nada fácil. Me encuentro en una sala de hospital esperando que alguien me done un corazón. ¿Pero cuáles son las razones que llevaron aquí? Esta es mi historia.
Me llamo helena y tengo 25 años. De mis padres se muy poco a mi papá casi no lo veía y mi mamá trabajaba todo el día en una fábrica de bolsas. No tuve hermanos, bueno es lo que me hicieron creer. Mi papá tenía otra familia. Mi vida era un desastre pero siempre fui de las mejores alumnas fui de los mejores promedios, tuve la fortuna de nacer con una belleza inigualable. Tuve muchos pretendientes pero en especial uno. Siempre me incliné a un tipo de hombre. Los mayores. Me gustaban los hombres de mayor edad, en mis cuadernos siempre traje fotos de hombres maduros.
Pasó un año desde que salí de la secundaria y entré a la preparatoria y terminé con buen promedio a pesar de las carencias nunca tiré la toalla. Mis amigas me envidiaban por ser tan bonita y de un buen cuerpo. Pero nunca conocí el verdadero amor. Terminé la preparatoria y tuve que buscar trabajo para poder estudiar la universidad. Quería ser maestra.
Un día desesperada por buscar trabajo pasé por la puerta de la escuela donde estudié la secundaria. En la puerta había un letrero que decía que solicitaban un ayudante en general. Entré y me recibió el. Pero tú que me estás leyendo no sabes de que te estoy hablando y es de lo siguiente. Recién cumplidos los 15 años mi vecina me regaló una minifalda y unas zapatillas con unas medias blancas que llegaban a la mitad de mi muslo. Me veía muy sexy al espejo, un día guardé la ropa en mi maleta y me la puse en el baño de la escuela, el subdirector de nombre Cristóbal siempre me vio con ojos de deseo. Nunca me faltó al respeto más bien yo le pedí que lo hiciera. Al terminar las clases fui con mi minifalda, mis medias, mis tacones y un escote pronunciado, fui a su oficina me paré en la puerta y le pedí que me tocara. Al terminar el acto erótico me salí sin decir nada. No fue la única vez que me atreví a cruzar la línea delegada entre maestro alumna.
Olvidando aquel episodio le pedí al profesor Cristóbal que me diera el trabajo, y así fue. Empecé a l lunes siguiente, sacaba copias, abría la puerta, tocaba la chicharra, contestaba el teléfono. Un viernes me quedé en la escuela por trabajo y de casualidad metí mi falda de colegiala traviesa a mi bolsa. Cristóbal como todo un caballero esperó a que el conserje se fuera y la escuela quedara sola para portarse mal.
Se nos hizo costumbre, todos los viernes al terminar las clases y la escuela quedara sola, iba al baño me ponía mi ropa sexy, me vestía como una colegiala. Yo esperaba en la puerta a que el prepara el whisky, se sentaba en el centro de su oficina y yo entraba en acción. Bailaba sensual, el tocaba mis torneadas piernas, y mi pequeña cintura, mis caderas pronunciadas mi enorme trasero y su lengua rosaba mis pechos calientes. Mientras le quitaba la corbata, camisa, pantalón y quedaba completamente desnudo, era mi turno. Me quite mis medias, mi falda y mi blusa. Solo quedaba mi hermosa lencería en color rosa. Me quité mi corpiño y mi tanga. Quedé como Dios me trajo al mundo. Me senté sus piernas y los dos disfrutamos de un sexo ardiente lleno de pasión. Era sexo caliente, me excitaba saber que mi cuerpo era rodeado por las manos gruesas, los músculos del hombre que me hacía gritar de placer como nunca. Nuestros labios se juntaban. Mi lengua rodeaba ese miembro que me hacía gritar, de pie a punta. Él hacía lo mismo. Encima de su escritorio hacíamos el amor intensamente. Después de terminar nuestro momento de pasión enardecida. Me vestía y regresaba a mi casa son decir nada.
Pero las cosas cambiaron, la supervisora sin avisar se quedó en la biblioteca nosotros hicimos lo de todos los viernes. Ya entrados en ambiente y completamente desnudos yo encima de él. La supervisora entró y nos vio. A Cristóbal y a mí nos corrieron. Los días pasaron sin saber nada de él, no contestaba el celular. Me quedé sin trabajo sin dinero andaba en las calles como una pordiosera. Un día en la calle me dolió el pecho, al caerme me pegué en la cabeza y no supe en nada más. Los doctores no tenían muchas esperanzas, sin poderme moverme llegué a pedir que hablaran a Cristóbal pero me dieron la triste noticia que lo habían matado en una cantina por negarse a pagar una fuerte cantidad. Mis padres no se acordaban de mí.
Un sábado por la mañana mi corazón dejó de latir y vi la luz a lo lejos, caminé al final del tune y vi un enorme jardín con flores hermosas, el cielo claro el sol resplandeciente. Solo sentí como la enfermera corro mis ojos.
Y pasó el tiempo sin que nadie se acuerde de mí.
|