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Inicio / Cuenteros Locales / BellezaMexicana / Y entonces, flotas...

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Ahora, te estoy mirando, tengo toda mi atención puesta en ti. Te dejo entrar en mis
ojos, poblar mis pupilas, inundar mis labios con la sequedad de tus palabras mudas.

No menciono tu nombre, tu nombre tan verdadero que es tan extraño y fácil pero a la vez tan difícil de nombrar; no quiero hacerlo, pues como ya sabes, tengo miedo de que se abran de nueva cuenta mis heridas, que son hondas y que suelen sangrar.

Las horas se siguen yendo, extinguiendo. Tú, sigues allí postrada sobre tu lecho, ciega, muda, inerte en el mismo lodo; como queriendo levantarte y venir directamente a abrazarme.

Te recuerdo igual que antes, igual que siempre. Imagino tus manos -siempre frías- acariciando mi cabello, tus dedos deslizándose por los distintos ángulos de mi rostro; tus ojos muy fijamente hundidos en los míos y tu boca, sí, tu boca mía, siempre con esa lengua ardiente que serpenteaba con toda seguridad los confines más recónditos y abismales de mi cuerpo, mi cuerpo quebradizo y a veces tuyo, como el agua de mis huesos...

Sigo mirándote, inventando tu risa hermosa mientras escucho cómo se consume tu
respiración ahora rota, bajo tu piel fina y cansada; bajo esa extraña locura tuya de siempre estar sola.

Te sigues yendo. Mis manos siguen temblando, preguntándome cuánto más tendrá que arder mi sangre. Aún te siento como mía. Experimento lo que es estar vivo... se siente como retorcerse muerto en su propio vómito: "el mundo nunca fue cuadrado para mí".

Nunca aprendí a guardar silencio... nunca lo haré.

Y pensar que pudimos quedarnos siempre juntos, amanecer cuando las estrellas se apagan, compartiendo nuestra soledad infinita de animales en celo... muriendo iguales.

Vuelvo a mirarte, te aprisiono hacia mí; me quedo con tu última imagen de ángel sin
alas, la guardo muy hondo, la hago muy mía.

Creo que la única forma de flotar es caer. Ahora sé lo que es ser esclavo...

Sigues mirándome con tus ojos ciegos... ya no estás, te has ido dejándome solamente con mis gusanos que a cada instante preguntan por ti, que te extrañarán en las noches de invierno, que extrañarán tus labios dulces que un día me comprometí a borrar hasta impregnarlos en los míos. Te fuiste a donde todo lo demás es un pretexto... y entonces, flotas. Te caíste al cielo y eso no está bien, porque el cielo no es tuyo. Te miro, miro tu cuerpo, tu cuerpo tan mío y tan ajeno, tan seco, tan mórbido como la carne del miedo, como los vidrios en mis ojos.

Nunca aprendí a guardar silencio...

Ahora, te estoy mirando, tengo toda mi atención puesta en ti. Te dejo entrar en mis ojos, poblar mis pupilas, inundar mis labios con la sequedad de tus palabras mudas.

Texto agregado el 13-12-2012, y leído por 173 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-12-2012 muy sentido!!!! me encantó!!!! mariglo
14-12-2012 No hay palabras para tantísima belleza relatada... muda
13-12-2012 Muy interesante, un relato poblado de imágenes muy sugestivas, lo leí dos veces y me gustó aún mas. tigrilla
 
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