El malestar de hambre del señor ombligo
dicta leyes refiriendo cariño,
en donde el malestar digno de la angustia
es aliciente en la promulgación del gemido.

Flácido son los destellos
del aforismo del pueril dictador,
que protestan sin tregua
la legalidad del alma puesta en juego.
Es la expresión de ciertas alimañas
en donde la profesión no se viste de casta.

Sencillo como el agua
en versión de cepa mojada
llegan tus palabras manchadas
de estupor y paja.

Y son los discursos refinados
de cobardes trovadores
que en razón del favor
caen en subjetivismos.

Es que se pierden
en un lugar vació,
irrestricto,
en una jarra rebalsada de depresión y vino.