ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


Los canes olfatean la proximidad de la manada.
Con silenciosa agitación de caderas afilan los reflejos.
Los cerdos, insomnes, meten el hocico en los tomates podridos.
Dos amantes encendidos de pasión, prometen llevarse la luna
tirana, prendida en sus cascabeles.

Articular la verdad absoluta obliga a pensar al soñador:
Si hablara con tu misma lengua, todopoderoso, mi Señor
Perdonaría el dolor que estimula la perversidad ansiosa
Si vociferara con mis labios aquello de “Dios de la Trinidad”
sería el hazmerreír del Diablo.

La manada se mueve sigilosa sobre la nieve. Ventea la presa.
Los perros recelan de ese silencio. El viento agita los pinos.
Los amantes anegados por el éxtasis, exorcizan
de su condición humana, la moral de catecismo.
Un lóbrego centelleo de ojos brillantes perfora la obscuridad.

¿Tú crees honesto que mi esposo sea objeto de…?
¿Engaño?... Con él gozas el amor pero conmigo, tu carne goza.
Sin embargo hay una desazón que me persigue y...
Aléjala con recato, o con instrumentos de encarnación.
Piensa que no eres humanista, apenas una frustración amatoria.

Las horas elaboran la ancestral paciencia del predador.
El papel del tonto no sintoniza con los perros. Se lamen los cuartos.
Los cerdos giran en círculos nerviosos. Un cochinillo corre una rata.
Ésta esquiva con soltura los colmillos del lobo hambriento.
El cochinillo lo intenta inútilmente.

Amanece un sol helado, el horizonte celeste tornase bruma informe.
Hay relámpagos y olor a tierra mojada. Los amantes se acurrucan
bajo la manta: Alegres de corazón, relajados de prudencia.
Un hombre se desliza sigiloso. Atisba por la ventana...comprende.
Llora.
Los perros se lanzan…
Hágase su voluntad.

LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Diciembre de 2012
Derechos reservados.