Papá está leyendo en la cama, de repente se levanta y grita que está traumado, que nadie lo quiere, que todos lo odian, luego, como siempre, se pone a inventar una canción que refleje su estado de ánimo:
--Estoy traumado, ado, ado, pero no tarado, ado, ado, con cabeza de excusado y todo miado, ado, ado…
Yo, divertida, sólo lo miro y me río, pero no le hago caso y me dedico a chatear.
--¡Dije que estoy traumado! --grita más fuerte.
--¡Y también estás loco, ya te escuché! --le respondo, apartando mi mirada del monitor y volteando a ver las locuras que hace.
Él está allí, retorciéndose como gusano en sal, bailando, yo no me contengo y me río a carcajadas del ridículo que hace.
--Nadie me quiere, todos me odian, pero no, no señores, de ninguna manera me como un gusanito… --canta.
-- Yo si te quiero y yo no te odio pero cállate ya – le respondo, volviendo al monitor.
--Ah, pero si no me quisieras, ah, verdad, ahí si no dirías nada, verdad…
-No, no diría nada. Pero como no te callas… ¡Te digo mucho! ¡Y ya! Quiero seguir chateando.
Mamá entonces entra con el cabello mojado, se pone las manos en la cintura, nos observa a ambos y, finalmente, pregunta:
-¿Por qué están peleando?
-- Tu hija que está gritando y no me deja leer –miente horriblemente papá.
--¡No mamá no le creas! Es él. Él no me deja chatear.
--Luego dice que nadie la quiere, que todos la odian, esta loquita, tenemos que hacer algo, esta niña no puede continuar así, hay que ayudarla.
--¡Papá! No mientas. Eso no lo hice yo. Fuiste tú. ¡Tú!. ¡Mentiroso!
Luego miro a mamá y le digo: “Ya llévatelo, ¿no?’’
-Bueno, la niña está chateando con su novio y por eso quiere que me valla. Así son los hijos: malagradecidos. Pero hay un Dios, recuerda, hay un Dios que todo lo ve.
-¿Mamá?
-¿Qué?
-¡Dile que ya se calle!
-Déjalo, hija, es la crisis de la edad, ves que está abuelo y los abuelos siempre se ponen insoportables.
-¡Quiero mi cocol!-- grita entonces papá desde la cama carcajeándose.
Mamá se nos queda mirando. Papá no le hace caso y vuelve a su lectura. Yo centro mi mirada en el monitor pero por el rabillo de ojo observó a mamá.
Mamá pasea su mirada de papá a mí y viceversa esperando no sé qué, se aleja entonces caminado despacio, volteando a vernos cada dos pasos. Finalmente ha salido y seguramente ahora está en el baño escuchando música.
Papá y yo volvemos a nuestras actividades como si nada hubiese sucedido.
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