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Las imágenes corrían a velocidades anormales por su mente, pero eventualmente se detenían en pasajes específicos. Escuchó una voz familiar y amada. “Princesita, un día volarás muy alto en las alas de tus sueños”

Luego se detuvo en un lugar que conocía, pero al mismo tiempo estaba segura de no haber estado nunca allí. Miró hacia abajo y vio sus pies descalzos, no era usual aquello, desde muy pequeña le habían enseñado que nunca debía estar sin calzado. Pero al seguir el recorrido por su cuerpo, notó otras anormalidades. Llevaba un vestido blanco y largo, tan largo que arrastraba por el piso. El color de la piel no se correspondía con la suya. Se tocó los cabellos, y estos eran ondulados, lo que tampoco le pertenecía. Se acercó a una especie de fuente, y al ver su imagen reflejada en el agua dio un paso atrás. Esa no era ella, pero estaba segura de que sí lo era.

De pronto escuchó una voz y se volvió. Sorprendida vio que había varias personas que la observaban.

- El aspecto exterior no es importante -- dijo una de aquella personas -- Podemos cambiar muchas veces nuestro aspecto físico. Lo que se mantiene intacto, son nuestras almas.

De acuerdo, se dijo a sí misma, puedo entender eso. Pero al parecer sus acompañantes no pensaban lo mismo, porque insistieron en el asunto.

- Tenemos la obligación de cuidarlo -- dijo otro -- porque es allí donde residirá nuestra alma el tiempo establecido. Pero ocurre más o menos lo mismo que con los coches.

Ella miró extrañada ¿Qué demonios tenían que ver los coches con su cuerpo?

- Cuando tienes un coche, debes preocuparte de cuidarlo -- continuaron -- de hacerle mantenimiento. Si algo falla, debes llevarlo a reparar antes de que la falla se convierta en algo que acabe con su normal funcionamiento. Pero eventualmente, terminará por desgastarse por completo, y será entonces el momento de buscarte otro coche.

Sí, si tienes el dinero para hacerlo, pensó.

- Lo mismo sucede con nuestros cuerpos -- intervino otro -- Debemos alimentarnos, protegernos de las enfermedades, y buscar atención médica cuando algo no va bien. Pero llega un momento en el que ya deja de ser útil y funcional. De modo, que lo abandonamos y estamos listos para uno nuevo -- hizo una pausa y luego agregó -- Por lo tanto, es un error aferrarnos a un coche viejo cuando uno completamente nuevo y en perfecto estado de funcionamiento, puede estarnos esperando.

Entendió el razonamiento.

- Los eventos tienen lugar cuando así está pautado -- dijo otro -- El universo no ha dejado nada al azar. Tanto el inicio como el final, están acordados. La forma de recorrer el camino, es lo que se deja a la voluntad de cada alma. Las cosas sucederán con nuestro concurso o sin él, la forma como se llegue a cada uno de esos eventos, es lo que hará la diferencia y determinará si debemos volver o no.

Por un momento se preguntó dónde estaba, y quiénes eran aquellas personas. Se detuvo al pensar aquello… ¿personas? No estaba muy segura de que lo fueran, intentó mirar pero eran figuras desdibujadas, como una pintura que se ha borrado con el tiempo. Y cuando trató de identificar el género, resultó igualmente imposible.

De pronto todo desapareció y luego se vio sentada en un hermoso jardín, el único problema era que no lo identificaba como ningún lugar que conociese. Miró a su alrededor y vio a uno de sus amigos, corrió hacia él pero cuando llegó a donde lo había visto, ya no estaba. Se tiró al piso y comenzó a llorar. Se sentía sola y abandonada ¿Por qué le hacían aquello? ¿Por qué todos desaparecían cuando los necesitaba?

La imagen cambió y se vio en el salón de la que había sido su casa. En aquel momento conversaba con sus amigos, pero de pronto llegó su nana y le preguntó con quién hablaba, ella se lo dijo y la mujer la reprendió diciéndole que ya estaba grande para seguir jugando ese juego. Frustrada se preguntó por qué siempre pensaban que mentía ¿Cómo era posible que nadie los viera? Estaban allí.

Otro cuadro se presentó. Se vio de unos quince años, y otra persona le gritaba, aparentemente en un salón de clases lleno de compañeros de estudio.

- ¿Te atreves a negar la existencia de Dios? -- preguntó una mujer que debía ser la profesora, con indignación

- No -- contestó ella con tranquilidad, lo que parecía enfurecer aún más a aquella estúpida mujer -- a lo que me niego es a aceptar que me impongan nada. Me niego a aceptar que me digan qué pensar o cómo actuar.

- Pues es obvio que tú necesitas que alguien lo haga -- vociferó la mujer -- Y Dios va a castigarte por tus blasfemias. Si estuviésemos en otras épocas habrías terminado en la hoguera.

- Sí -- dijo ella sonriendo -- En primer lugar, probablemente he terminado en la hoguera en alguna de mis anteriores vidas. Y segundo, sí, lo más seguro es que “su” Dios, me castigaría.

La Profesora estaba tan enfurecida, que apenas podía articular palabra.

- Dios… Dios… hay uno solo… y solo tenemos “una” vida -- logró decir

- Estoy en desacuerdo, por supuesto, con la segunda parte, pero puedo mostrarme de acuerdo con usted en la primera. La diferencia es que yo no creo en un Dios castigador, y mucho menos en un individuo que no tenga nada mejor que hacer que sentarse a ver quién se equivoca para imponer sanciones. Eso lo hacen los que mueven los hilos de las religiones, y es en ellos en los que no creo. Ni creo en las personas que acuden a los servicios religiosos para luego destruir al prójimo sin ninguna misericordia. En lo que no creo, ni podré creer nunca, es en personas como usted, que se creen con el derecho de juzgar a los demás amparados en los cuestionables códigos morales de sus respectivas religiones. No creo en nadie que se crea con el derecho de apropiarse de forma exclusiva la figura de Dios, o que intenten monopolizar la decisión de quién es bueno y quien no lo es.

La mujer estaba a punto de sufrir un paro cardíaco, sin lugar a dudas.

- ¡A la dirección! -- le gritó

Antes de abandonar el salón, se volvió.

- Es posible que yo sea castigada por esto, profesora. Pero no voy a cambiar de modo de pensar, yo seguiré siendo libre, mientras que usted permanecerá esclavizada a sus convencionalismos morales, y a la estrechez de sus pensamientos.

La escena cambió bruscamente. Ahora lloraba en forma desconsolada sobre su almohada, y se preguntaba en silencio, por qué de nuevo alguien la había abandonado. Alguien a quien echaba de menos, echaba de menos sus consejos, sus abrazos y su calor. Alguien sin quien la vida le parecía miserable.

El cuadro luego se tornó terrorífico. Había sangre y dolor. Sangre que lo salpicaba todo a su alrededor, y dolor que laceraba cada centímetro de su cuerpo. Escuchó una risa macabra, deseo morir. No, no era ella, lo veía todo como desde fuera. Pero si no era ella, cómo era posible que sintiera el dolor en su cuerpo. Tal vez sí era, tal vez no. Solo quería escapar de allí, pero algo que no podía ver le impedía moverse. Le dolían las muñecas y los tobillos, como si un metal muy caliente fuera lo que la sujetaba. De nuevo la risa. De nuevo el dolor. Ganas de morir.

Otra imagen llenó su mente, no mucho mejor que la anterior, solo que esta vez era ella misma quien intentaba destruirse. Sangre en su ropa, en el piso ¿Miedo? No, miedo no, solo un gran vacío. Alguien gritaba a lo lejos, y otro alguien sujetaba sus brazos. Quiso pedir que la dejaran en paz, pero por alguna razón parecía no estar allí. Frío… tranquilidad… ya estaba hecho… soledad… vacío… oscuridad.

¿Dónde estaba? No tenía idea, pero las imágenes comenzaron a correr. Gritaba, quería que la dejaran salir. Pero salir de dónde. Estaba… ¿atada? Hombres y mujeres iban y venían, vestidos de blanco o de verde. Pinchaban sus brazos constantemente, le enfurecía que la llamasen loca, pero ya se había cansado de gritar y que nadie acudiera en su ayuda, así que dejó de hacerlo. Se rindió. Pero en medio de aquel caos, había un rayo de esperanza al que se aferró. Sus verdaderos amigos no la habían abandonado, suerte que no podían verlos, sin ellos realmente habría enloquecido. Sin saber cómo, se encontró de pie frente al espejo pero casi no se reconoció. Su cuerpo estaba compuesto por trozos de piel adherida a un conjunto de huesos. Su cabello, antes brillante y bien cuidado, lucía opaco. Sus brazos parecían haber sido utilizados como diana, donde habían clavado muchos dardos. Y sus ojos estaban vacíos, no había nada en ellos que reflejara algún sentimiento. Miró con más atención tratando de encontrarse, pero el espejo solo le devolvió la imagen de una extraña.

Las imágenes comenzaron a correr nuevamente ¿Familia?... ¿Hombres?... ¿Hijos?... ¿Amigos?... Tal vez, no estaba muy segura de lo que veía. Pérdida… sangre… destrucción. Una voz familiar… un ¿por qué? y un “te amo”. Luces blancas que herían sus ojos. Otra voz familiar que también proclamaba su amor. Quería que apagaran las malditas luces, solo quería dormir. Pero parecían decididos a no concedérselo. Sintió náuseas, algo intentaba abrirse paso a través de su garganta. Solo déjenme dormir, quiso decir, pero no era posible. Llanto… ¿quién llora?... ¡Apaguen las luces! Todo era blanco ¿Realmente lo era? ¿Cómo podía saberlo? Tenía los ojos cerrados, quería dormir. Pero las luces y el llanto persistían. Pero de pronto dejaron de molestarle. Se alejaba.

Vio a dos personas y sintió pena, no quería dejarlos, pero tampoco quería quedarse. Quiso decirles que solo cambiaría de coche, que el suyo ya no le servía, que en realidad nunca le sirvió, pero sabía que no la escucharían, nunca lo habían hecho en realidad. Dirían que estaba loca y la encerrarían de nuevo.

Quiso acariciar los cabellos de aquellas dos personas sumidas en llanto silencioso, y que de vez en cuando le suplicaban que no se rindiera, que luchara, que aún no era el momento. Pero qué podían saber ellos. Estaba cansada. Todos a los que había amado la abandonaban tarde o temprano. Aquellos en los que había confiado, la habían traicionado. No tenía nada. Lo único que alguna vez fue suyo, fueron sus sueños, y entre todos se encargaron de arruinarlos, descalificarlos y pisotearlos.

Los miró un momento y aunque seguía sintiendo pena, ésta iba disminuyendo. Se acercó y sin saber cómo, depositó un beso en la frente de ambos. Los dos pares de ojos se encontraron a medio camino entre la sorpresa y el miedo, y luego se desviaron hacia donde yacía el cuerpo ya vacío.

La princesa que un día esperó volar en alas de sus sueños, a pesar de que solo le quedaron sus sueños rotos, y aunque sus alas habían sido brutalmente arrancadas, finalmente había logrado alzar el vuelo…


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Texto agregado el 12-12-2012, y leído por 232 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
13-12-2012 Muy grata sorpresa tu cuento. Toda una concepción acerca de la naturaleza-dual-del hombre, y de paso una exquisita narración que describe imaginativamente la relación del cuerpo con el alma. Un abrazo felipeargenti
13-12-2012 Bello y descriptivo relato Gem; lo que mencionas de la religion..tal cual. cierto lo de alzar el vuelo; asi lo veo y asi lo creo. Un abrazo amiga!!!!! cinco aullidos volatiles yar
12-12-2012 Quise dejarte un comentario antes, pero me excedí en el largo!. Es un excelente cuento. Es cierto que difiere de la temática a la que nos tienes acostumbrados, pero eso no mermó tu talento. Es una historia atrapante y esperanzadora, terrorífica, triste y dulce. Todo a un tiempo. ¡A mí me encantó!. IGnus
12-12-2012 Gran imaginacion. Buen escrito. KIRSTACK
12-12-2012 Qué buena historia, mientras la leo, aparecen imágenes. Un abrazo!! gsap
12-12-2012 Me encantó el texto, que tristeza, que dolor, que coche más panero le tocó a esa alma. Felicitaciones Carmen-Valdes
 
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