Un maestro entrenaba a diez alumnos de karate del grado séptimo dan. Le correspondió dictar unas charlas sobre los paradigmas y las limitaciones del ser humano impuestas por el mismo y por la sociedad a un grupo de neófitos en artes marciales. Les refirió que hay maestros que han roto paradigmas como el de la altura y relató a uno que enseñaba a lanzarse por una peña que debía tener mas de mil metros y todos los alumnos lo lograban sin hacerse daño. Él dijo que era especialista en romper los paradigmas de la dureza y que había sido encargado de trasmitirnos los procedimientos para lograr romper con esa programación que todos tenemos. Comenzó poniendo una tabla delgada en medio de dos ladrillos.- Ustedes deben de partirla con la mano-, dijo. Indicó que se debe ingerir prana y concentrarlo en la mano para cortar como si fuese un cuchillo. Que no lo intentaran de otra forma. A los quince días ya ponía un ladrillo en medio de dos ladrillos y cuando lo logramos puso dos ladrillos. Continuó de la misma manera hasta que ya eran treinta ladrillos. Nosotros cada día nos maravillábamos más y más de la técnica. Al mes nos dijo que había que partir los treinta ladrillos pero con la cabeza. Todos nos volteamos a mirar y ensayamos con buen éxito. El hizo una demostración de como romper los treinta ladrillos proyectando fuerza pero sin golpear físicamente. Ese era el próximo tema para los alumnos karatekas de séptimo dan, dijo. Nos invitó, como iniciados, a escoger un paradigma y encontrar un método para romperlo.