EL DUENDECILLO DE NAVIDAD
Las horas pasaban en una interminable noche buena para Juan, un niño de tan solo doce años que para su poca vida ya había vivido muchas experiencias traumáticas, la perdida de sus padres, la convivencia con una nueva familia que le desagradaba y la entrada a un colegio en el cual lejos de hallar compañeros, encontró uno que otro enemigo.
Simplemente Juan no tenía mucho que agradecer y lo único que tal vez podía anhelar que era su antigua vida ya no la podía poseer.
Justo cuando la luna se encontraba en la cima y todos a su alrededor dormían, se asomó por la ventana, Sein divisar nada distinto a lo que sabía que vería, personas celebrando en sus respectivos hogares la llegada de la navidad, en la noche buena.
De pronto a sus espaldas apareció un pequeño hombrecito, de faz apacible y vestimenta plateada, este extraño ser no paraba de reir nerviosamente y mirarlo de arriba hacia abajo.
El niño quiso gritar pero su voz se había ido entonces en busca de calmarlo el visitante le dijo:
- No te asustes juan mi nombre es Tirio y estoy aquí para concederte lo que deseas a cambio de un pequeño favor.
El niño cuya esperanza se había perdido hace mucho no creyó mucho en las palabras de su interlocutor y haciendo gesto de desconfianza le rezongó.
- No creas que soy idiota lo que yo quiero tu jamás me lo podrías dar así que dime que quieres.
El duende haciendo una breve pausa entonces le mostró a través de un espejo en forma de hoz el rostro de sus padres y le dijo:
- Los puedo traer de regreso solo debes hacer lo que te pida.
El niño guardando un halo de esperanza solo asintió con la cabeza y le preguntó que deseaba de él.
El duende riendo nuevamente entonces le pidió:
- Debes hacerme un favor quiero que dentro de unos minutos cuando veas una estrella roja que pasará le pidas con estas palabras mi deseo: Tirio debe ser el próximo rey de los duendes.
Al niño que vivía en el mundo de los humanos no le pareció nada del otro mundo aunque le pareció extraño que el pequeño hombre no lo pidiera en persona, sin embargo sin objetar nada asintió con la cabeza.
Solo transcurrieron unos cuantos minutos cuando en el cielo se vislumbró la estrella de color rojo que pasaba y siguiendo la petición del duende pidió que este se convirtiera en el nuevo Rey de los duendes.
De pronto todo alrededor de Juan cambió las flores se marchitaron, las personas dejaron de reír, los regalos desaparecieron y todo lo que se relacionara con la navidad dejara de existir.
El niño que no guardaba ningún aprecio por la fecha no sabía si quiera que sentir, solo sabía que al final del camino debía encontrar aquello que alguna vez le fue arrebatado.
Justo en la estancia de estar de su antigua casa se encontraban sus padres aunque estos ya no sonreían y no demostraban ninguna clase de sentimientos hacia a él o alguien más.
Al principio el niño pensó que podía vivir con eso, pero luego supo que esos seres definitivamente no eran sus padres. Solo eran cascarones que se movían por la voluntad de un tercero.
Rodeado de un mundo que no reconocía se hallaba solo y muy triste simplemente no sabía que había hecho.
Entonces buscando una solución quiso reparar todo el daño ocasionado, para lo cual decidió llegar al lugar donde todo había comenzado, la casa de sus padres adoptivos.
Justo en la habitación donde alguna vez se le apareció lo invocó llamándolo por su nombre una y otra vez, sin obtener respuesta alguna, hasta que frente a él apareció un señor de barba blanca vestido de negro y muy demacrado.
Sin sorprenderse entonces Juan le preguntó:
- Que haces vestido de negro si tu color es el rojo.
El hombre que con noble mirada lo observaba le dijo:
- “Así que sabes quién soy, pero pobre niño no sabías quien era él, hace años en mi hogar acogí a todos los habitantes de un distante reino que siempre se encontraba feliz y querían una fecha en la que despegaran toda su felicidad con otras razas, así que los hice participes de mi fiesta la navidad. Pero entre ellos había uno que deseaba su antiguo hogar, aquel en el que solo había duendes y en el que estos no compartían con raza alguna su felicidad.
Tú lo hiciste posible al pedirle a la estrella de los deseos de las almas vacías convertirlo en el ser que regiría los destinos de mis colaboradores, sin embargo su reino no era suficiente, así que tomo el mío y para llenarlo con risas, tomó el sentimiento de felicidad de cada humano existente sobre el mundo de los humanos.
Y para compensarte te dio lo único que te podía dar la imagen de unos padres, solamente eso ya que para él es imposible otorgar vida.
El y tú son muy parecidos ambos deseando lo que dejaron atrás y cegándose frente a lo que tienen al frente, por eso te escogió.”
Para el niño aquellas palabras eran hirientes pero certeras ya que si en vez de lamentarse y enfocarse en lo que había perdido hubiese mirado en lo que había ganado, los sucesos que ocurrieron no habrían pasado.
Sintiendo un profundo dolor y sin saber que hacer solo lloró y mirando hacia al cielo pidió que todo volviera a ser a como era antes de pedir el deseo, sin embargo no fué escuchado y todo seguía sombrío y triste.
Entonces en un último intento por arreglar todo invocó nuevamente al pequeño ser, que esta vez apareció.
El niño con lágrimas en los ojos entonces le dijo:
- Devuelve la alegría a este mundo y deja libre a los tuyos para que sean ellos quienes escojan el mundo en el cual desean vivir.
Al principio el duende se negaba a escuchar al niño y haciendo gestos de burla se limitaba solo a escucharlo, pero luego entonces al ver las lágrimas que brotaban de Juan entonces le dijo:
- Sabes que si te concedo lo que me pides deberé quitarte a tus padres.
El niño quien lo miró le dijo:
- Esos no son los seres que me amaron, solo son cascarones sin sentimientos, además no cometeré dos veces el mismo error porque no quiero ser como tú que no valoras lo que tienes sino lo que dejaste atrás, así siempre vivirás deseando lo que nunca tendrás el pasado.
Aquellas palabras bastaron para el duendecillo reflexionara e invirtiera el orden propuesto por el deseo a la estrella roja.
Desde ese dia ambos vivieron intensamente cada día y dejaron de lamentarse por lo que no tenían para enfocarse en lo que si poseían y podían llegar a forjar.
FIN
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