“Siento mucho tener que cerrar esta reunión con un tema que a todos nos preocupa, aunque, a pesar de ello, nadie haya tenido la valentía de tratar.
Durante muchos años parece ser que gente influyente, importante y, supuestamente inteligente, ha robado de las arcas públicas. Sí, señores, no he confundido la palabra: robado. No crean que desconozco su significado, lleva implícito el empleo de la fuerza y la intimidación. ¿Y qué es, sino señores, lo que está ocurriendo? La autoridad, es decir: vosotros, que estáis por encima de la plebe, creáis un aro de poder y supremacía que influye en el pueblo de tal manera que este se postra ante ustedes como si fueseis dioses. ¿No es eso intimidación?
El levantamiento de aquellos antes arrodillados, está abriendo los ojos a muchos otros, extenuados por la situación que padecen. El hurto, señoras y señores, no es tan indigno como lo que ustedes hacen. Cuando un padre coge aquello que necesita para subsistir, cuando una madre sobrevive gracias a ello, podemos entender que nosotros haríamos lo mismo en esa situación.
Todo lo dicho no busca enseñarles ni honra ni moral, simplemente pretende que se adentren en sus conciencias. Es decir, que sean conscientes de su conciencia. ¿Está tranquila?
Sócrates decía, ya en su tiempo, que aquellos que realizan un acto inmoral es a causa de su desconocimiento. Pues señores, aprendamos: sobre el mundo, sobre la vida y sobre nosotros mismos. El conocimiento y la inteligencia es la base de toda civilización, y ello incluye la educación; aquella que nosotros estamos empeorando, aquella que se viene abajo a causa de la falta de fondos y, si hacemos caso a Sócrates, sin educación no hay conocimiento, sin conocimiento no hay diferencia entre el bien y el mal, y sin diferenciación, el aumento de hurtos y robos será cada vez mayor. ¿Buscamos eso, señores? ¿Buscamos el disminuir nuestros caudales o rebajarlos a la mínima expresión?
El pueblo, nuestro pueblo, necesita saber para discernir el bien y el mal, el acierto y el error. No les dejemos sin eso, la cultura es absolutamente necesaria o, aún más: imprescindible.
Dejaré por ahora el hurto y el robo de lado y me ceñiré al fraude, considerado como sinónimo de vergüenza. Esta parece presentarse como análoga de la estupidez humana. Alguien que logre incautarse de dinero ajeno a través del engaño y que luego sea descubierto, no puede llamarse a sí mismo más que tonto.
La estafa, que en muchos de vosotros han evidenciado, sólo tiene una salida: la destitución. Sin embargo, si aún sentís esa conciencia y vergüenza por lo hecho, y no queréis la deshonra total, es necesaria la dimisión. Aún después de las artimañas, trampas y argucias, puede quedar un ápice de reparo y escrúpulos que nos lleve al arrepentimiento. Y pensaréis, ¿porqué razón lamentarse? Pues yo os responderé: por ignorantes.
Nosotros, que ostentamos puestos de gran importancia, no podemos permitir que una panda de iletrados y analfabetos nos arrebaten nuestra reputación. Nuestra posición no está ideada para ningún inculto, la inteligencia y la razón deben ser requisitos clave para llegar al cargo que poseemos.
La inteligencia es indispensable para la confiscación. Vean, señores, que no les hablo de fraude, engaño o trampas, sino que me refiero a la reivindicación del poder de la inteligencia por encima de la ignorancia. Nosotros, hombres de mundo, debemos ingeniárnoslas para recaudar sin que el pueblo se percate de ello. Eso significaría, que nuestras cualidades son superiores, lo que nos obliga y apremia a desplegar nuestra habilidad, pues, ¿qué don ha de tenerse escondido? ¿Qué capacidad es aquella que no se ejecuta? Piénsenlo.
Aquí, señores, cerraré el discurso que con tanta atención han escuchado. Sólo me queda esperar que mis palabras no hayan caído en saco roto y clausurar así nuestra cumbre del sector bancario. Muchas gracias.”
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