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BENDITA SEA TU ZURDA


Un día, charlando con Jorge Valdano, le confié que si Dios hubiese depositado sobre mí la pesada carga de ser hincha de Ñuls, yo hubiese escrito, sin duda, algún cuento sobre esa final del `74 en cancha de Central.
Roberto Fontanorrosa No te vayas, campeón. Pág 117



Con Palito Salvatierra nos conocemos desde pibes. Compartíamos banco en la Manuel Belgrano, hicimos toda la primaria y la secundaria en la misma división, hasta debutamos juntos con la misma puta en un piringundín que estaba enfrente de Rosario Norte Discúlpeme si me persigno antes de contarle la historia de Palito, el sabrá entender. Uno no cree en las brujas pero que las hay las hay, y de Palito todos sabemos que es muy buen muchacho pero mufa como nadie. ¿Usted no es supersticioso/a? Entonces no va a tener problemas si le cuento. Empezamos a ir a la cancha juntos en 1960. Teníamos diez años. Al final de ese torneo nos fuimos a la B. A los pocos partidos, los amigos de José, el hermano de Palito, y los plateistas alrededor de mi abuelo Faustino nos habían tildado de fierros. Al año siguiente, en la B, encontré la excusa para no ir más con Palito. Tampoco su hermano lo quería llevar, pero por otros motivos, había empezado a salir con Gladis Cattamarancio, la hermana del cinco de la reserva. La única vez que me acuerdo haberlo visto en la cancha durante ese año, fue cuándo debutó el gringo Cattamarancio. Estaba en la platea con sus padres, su hermano y las dos hermanas del gringo. Perdimos dos a uno con Ferro que iba penúltimo, y el pobre gringo se rompió los ligamentos. Tóquese tranquilo el huevo/teta izquierdo/a, no tenga vergüenza, con Palito más vale estar siempre preparado. ¿O acaso usted piensa que el anonimato del lector lo va a salvar? No se equivoque, la mufa es contagiosa, se pega al papel que en este mismo momento esta tocando. Palito no volvió a ir a la cancha ese año, y por eso la Lepra ganó el campeonato de la B del 61.

El 28 de febrero del 62, Palito festejó sus trece años con un asalto en su casa. Fuimos casi todos los compañeros de la escuela. La madre le había hecho una torta gigante decorada de rojo y negro. Al soplar las velitas cerró sus ojos con fuerza y pidió tres deseos, campeonato del 62, del 63 y un beso de Clara Dezcurra, su compañerita del nacional. De golpe el Palo, el padre de Palito, nos bajó la música y puso la radio. La familiar voz de la Oral Deportiva, decía que la AFA anulaba el campeonato de Ñuls por una supuesta incentivación a Excursionistas. Sí,incentivación, increíble, eso que ahora hablan en voz alta por la tele cada fin de campeonato ¡Lo mismo! Ñuls perdía el campeonato y Quilmes subía a primera. Esa tarde, a escondidas de nuestros padres, Palito y yo habíamos tomado nuestra primera cerveza. ¿ A que no adivina de qué marca era? Palito lloró desconsoladamente encerrado en su habitación por tres semanas. Ni siquiera salió para ir al velorio de Clara, quién murió luego de una dolorosa agonía al ser atropellada por un trolebús a la salida del cumpleaños.

Al hermano de Gladys lo vendieron a Unión, y Palito venía a veces a la cancha conmigo y mi abuelo Faustino. En el 62 y 63 anduvimos mal, por la mitad de la tabla, me acuerdo de una vez, espéreme un segundo que me tomo un amargo con ruda antes de seguir adelante. Haga cuernitos tranquilo, siempre ayuda. Como le contaba ese año fuimos a Santa Fe, peleábamos con los tantengues el ascenso del 63. La Chevrolet de mi viejo se rompió en el medio de la ruta 11 mientras íbamos para el partido. Palito me confesó después, que había saboteado la camioneta con la esperanza de que jamás llegáramos a la cancha. Pero no sabía que mi viejo era un león con la mecánica y consiguió arreglarla casi sin herramientas. Llegamos a la cancha de Unión en el entretiempo. Newell`s ganaba 2 a 0. Parecía que la historia iba a torcerse, Palito estaba como loco, gritaba colgado del paravalanchas estábamos por ganar un partido importante, de visitante, era el fin del maleficio. Cuando Cattamarancio, el hermano de la Gladis, su cuñada, clavó el 4-2 final, Palito juró nunca más volver a la cancha.

Me acuerdo que tardó varios meses en tomar el coraje necesario para decírselo al Palo, su padre. Se enojó mucho. mi abuelo Faustino no volvió a dirigirle la palabra. Espéreme un momento, ya vuelvo. Fui a buscar mi pirámide de la suerte. Sí, una pirámide que me vendió la bruja de calle Alem. Yo le recomendaría que busque algo que lo ayude: una pata de conejo, una herradura, una pirámide. Yo tengo una piedra de cuarzo del Uritorco, si quiere se la presto. Hablar tanto de Palito es convocar a la desgracia. Yo que usted no seguiría leyendo esto sino tiene un amuleto. No me diga que no se lo advertí. ¿Por dónde iba?…¿Qué le estaba contando? Ah sí, si de cuándo ascendimos. Así de la nada, a mitad de año, a los pocos días paf, Newell`s le gana un juicio a la AFA y vuelve a primera división. Palito había roto su carnet hacía una semana y mantuvo su juram.ento, por años no pisó el parque.

Los canallas salieron campeones unos años después en el 71 y en el 73. Eso lo decidió, todo hincha de fútbol sabe que es peor la alegría de tu rival que la desgracia propia. Un sábado a la tarde Palito me llama, no nos veíamos desde que habíamos terminado el bachillerato. Me llama y me pide prestada una camiseta de Juventud Antoniana. Yo tenía una, él lo sabía, me la había regalado un compañero de la colimba, Lucio Alcides Alzamendi. Yo no se la quería prestar, ese domingo jugábamos con Antoniana por el nacional del 73 y Palito era el fierro más mufa de la ciudad. Entonces me explico su plan, la cosa era medio esotérica, él estaba haciendo un curso de control mental o de hipnosis o alguna de esas cosas raras. Al principio pensé que estaba loco, o que había entrado en una secta, pero no, me dijo que todo era un plan para que Newell´s saliera campeón. No sé como me convenció para que guardara el secreto y lo ayudara.

Llegamos a un caserón en Avenida Pellegrini y Alem, enorme, blanco, con unas columnas antiguas, en la misma cuadra del bar Blanco. Del bar Blanco viejo, porque después se mudó a la otra esquina a la de enfrente. Llevábamos la camiseta, una foto del Lucio en la colimba y anotado en una hoja todo lo que yo sabía del salteño por las charlas en las imaginarias. Entró Palito a la consulta y a la hora y media salió vestido con la camiseta. La hipnotizadora, Nené, un travestie horrible de un metro noventa, me soltó una perorata sobre las fuerzas astrales negativas y no se qué historia del Karma. Me cobró tres lucas de las de antes, tres marrones en ese momento eran guita, alcanzaba para cenar afuera una pareja con vino y postre. También me dijo las palabras mágicas para despertarlo del trance: bendita sea tu zurda. Sí, bendita sea tu zurda, era sabia la guacha, tiempo después la consulté por unos negocios, me hizo comprarle tres ramos de flores y me aconsejó para el orto, pero bueno, con esto le pegó, me imagino que hasta las brujas deben tener sus días.

Palito se quedó a dormir en casa y el domingo fuimos a la cancha. Todo el día anduvo diciendo incoherencias. Le escribió una carta a una tal Margarita —creo que la novia del salteño— y aunque parezca mentira se sabía de memoria la formación de esos muertos de hambre de Antoniana. Fuimos al parque y nos sentamos con las pocas docenas de hinchas de Antoniana. Ñuls ganó por 4 a 1. A las dos o tres semanas jugamos contra All Boys. Ellos tenían un buen equipo, pero Palito tenía otro amigo de la colimba, Héctor Cazziano Gómez, porteño de Floresta. Dos días antes del partido lo fue a visitar a Buenos Aires para recabar toda la información posible y chorearle una camiseta del albo. Ñuls 4 All Boys 0. Dos milagros seguidos no son milagros, son una fórmula. Para el metro del 74, Palito ya había perfeccionado un método con un espejo para autohipnotizarse, Nené cobraba demasiado caro y no atendía los domingos. Yo compraba las entradas del lado visitante y conseguía las biografías y las camisetas. Lo pusimos en práctica todas las veces que pudimos. Nos fue imposible conseguir la biografía de algún hincha de Colón, o será que los colores eran iguales, qué sé yo, perdimos tres a dos en el cementerio y dos a uno en el Parque. Por falta de guita no pudimos ir a ver algunos partidos en Buenos Aires, pero a pesar de todo Ñuls llegó primero a la última fecha del cuadrangular final, con dos puntos de ventaja sobre Huracán y Central.

El último partido era con los canallas en Arroyito. Esa mañana, cuando lo voy a buscar Palito a la casa, encontramos en la vereda un gallo muerto, maíz y velas de colores azul y amarillo. “Un laburo” nos dijo la bruja. Magia negra. Usted pensará que es cosa de películas pero existe. Nené nos mostró un montón de fotos. Pretendía cobrar un palo y medio y diez docenas de rosas blancas para remediarlo. No teníamos la guita, decidimos seguir adelante pero Palito no podía autohipnotizarse. Le conseguí decenas de camisetas, probamos con varias biografías canallas, pero no podía, decía que era imposible convencerse de ser hincha del equipo que odiaba desde su más tierna infancia. Para colmo, yo mandé a un perejil a comprar entradas, que se equivocó y me trajo dos entradas pero del lado de Ñuls. ¿Vos no so` de Ñul? Sí, pero te pedí del lado de Central Y para que quere´ entrada´ del lado de Central si sos de Ñul. Me contestó y me dejó clavado, las entradas estaban agotadas desde hacía días.

En el cacheo antes de entrar a la cancha nos sacaron el espejo que usaba Palito para hipnotizarse. Por un momento dudé en seguir adelante, estaba entrando a la cancha de Central con Palito, en una final. Él me dijo sigamos adelante, tengo escondida un arma secreta, y me mostró una camiseta de Central, escondida debajo de la camiseta de Newell`s y del pullover. Esta autografiada por Poy, se la gané jugando al truco a Sixto Fiagaza anoche, me dijo. Estaba confiado, sereno.

En el entretiempo Central ganaba uno a cero. Palito, sin el espejo y con el quilombo de la tribuna no podía concentrarse. Se tapaba los oídos y cerraba los ojos con fuerza, pero nada. A los diez del segundo tiempo casi lo consigue, pero una avalancha por un cabezazo de Picerni que pasó lamiendo el travesaño lo desconcentró de nuevo.

Cuándo Aimar clavó el 2 a 0 de tiro libre, iban 25 del segundo tiempo. Ellos festejaban, parecía que la historia estaba liquidada. Todos puteábamos pero Palito miraba con ojos perdidos el horizonte, y decía Casale, Casale, Alberto Casale, Casale, Alberto, Casale. Hablaba de Casale, un canalla del barrio, amigo de Palo, que había muerto de un infarto en la cancha. Había entrado en trance, babeaba, la gente empezaba a mirarlo mientras él miraba fijo al horizonte sin siquiera parpadear, Casale, Casale, Alfredo Casale, del Valle Ibarlucea 378, cada vez más fuerte. Yo la cacé al vuelo, lo cargué a mis espaldas y lo llevé hasta el baño de minas. Por suerte estaba vacío y todavía le quedaba un pedazo de espejo.

Palito rezaba como en una letanía, una y otra vez la formación de Central: Biasutto, González, Arias, Cornero y Burgos ... Aimar, Solari y Zavagno ... Bóveda, Cabral y Carril, Casale, Casale, Alberto Casale, soy Casale, Alberto Casale. Biasutto, González, Arias, Cornero y Burgos… Yo lo espiaba desde la puerta para que no entrara nadie.

En la escuela te enseñan que los héroes hicieron cosas importantes, son hombres que arriesgaron su vida por una causa superior. Palito es un héroe. Un héroe con todas las letras y me pongo de pie para decirlo. En el baño se sacó la camiseta de Ñuls, se dejó la de Central y entró a la tribuna leprosa. A los cuatro o cinco escalones, Capurro de cabeza metió el 2 a 1. Todos se abrazaban y gritaban el gol y Palito los miraba ido, totalmente en trance, callado, y con la camiseta de Central. Ni siquiera alcancé a ver quien le pegó primero. Él ni siquiera se defendía, cayó al piso y lo patearon hasta cansarse. Yo intenté defenderlo y también me cagaron a patadas.

La policía vio el tumulto y nos sacaron a los bastonazos, yo había cobrado para el campeonato pero estaba entero. A Palito lo llevaban entre dos canas ensangrentado y semi-inconsciente. Nos dejaron acostados en el piso por calle Génova. A pesar de los golpes, yo estaba bien me paré y le hablé. El tardo unos minutos en recuperar el sentido.

— ¿Esta bien? ¿Cómo se llama? —le preguntó uno de los policías que lo llevaba a la ambulancia.
— Ppp.... Alberto, Alberto Casale — contestó Palito tartamudeando, todavía medio grogui por la paliza

En ese momento se escuchó un grito que hizo temblar el estadio: Zanabria había marcado el empate, 2 a 2. No pude ver el gol, me lo contaron, vi cientos de veces la foto de La Capital, pero nunca lo pude ver, estaba acompañando a Palito en la ambulancia. Bendita sea tu zurda le dije y le conté que acabábamos de empatar. Lloramos abrazados de emoción. Luego fui hasta el ambulanciero y le dí dos lucas para que se lo llevara bien lejos. Todavía faltaban cinco minutos para que terminara el partido y con Palito nunca se sabe.

Estuvo dos meses en el hospital y una temporada internado en el Pinel. Cuando salió nos vimos algunas veces, después, con el tiempo lo deje de ver. Sé que puso una agencia de lotería y se fundió. Si llegaste hasta acá, espero que mañana no tengas una reunión importante, un viaje o un casamiento. Mañana no te enamores, no compres un auto usado ni te olvides de pagar la cuota del seguro. Creéme, después de hablar tanto de Palito, es mejor tomarse un descanso.

Texto agregado el 10-12-2012, y leído por 175 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-12-2012 Me parece que yo estaba viendo ese partido elpinero
10-12-2012 Miu entretenido. Disculpá que no escriba más, pero con una sola mano es incómodo. Con la otra me estoy tocando el izquierdo, obvio. iwan-al-tarsh
 
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