Donde termina la historia, empieza la leyenda


Los pies descalzos del indígena, parecía que no tocaran el suelo en su veloz carrera. Los fuertes latidos de furiosos animales, se acercaban cada vez más. Su única forma de defensa era correr hacia el río donde podría sumergirse en sus turbulentas aguas y escapar de una horrible muerte. Sobre su cuerpo pigmentado de rojo contrastaba un collar que resplandecía con los rayos del sol a medida que avanzaba rápidamente. Allí a tan solo cien pasos se encontraba el tan anhelado río y tras de si, tres animales veloces e iracundos, lo alcanzaban en su rápida carrera. Creyó que eran seres sobrenaturales y solo cuando estaban encima suyo pudo reconocer que eran perros adiestrados para la lucha con gran poder destructivo contra la gente de a pié. Poca defensa tenía el desdichado ante la agresividad y ferocidad de dos mastines corpulentos que le hicieron rodar por el suelo y le empezaron a arrancar a mordiscos parte de su cuerpo. Un feroz Alano se les unió en el ataque. En medio de espantosos gritos de dolor el indio sucumbió en tierra, al ataque a dentelladas que destrozó todo su vientre y su pecho. Mientras lo desollaban y destripaban y comían de él, llegó sudoroso el amo de los animales con tres perros más aún sin soltar y arrancó de un tirón el brillante collar que permanecía en el cuello del desdichado indígena.

El español, permitió que sus perros se saciaran con el cuerpo aún palpitante del indígena y luego retiró los animales y los llevó de vuelta, hasta el camino que habían abandonado, cuando iniciaron la persecución.

( Continuarà...)