La puerta se abre, los hombres deciden entrar, como siempre, como si nada fuera a cambiar, como si todas las puertas poseyeran el mismo destino, llegaran al mismo lugar. Al entrar, se encuentran con un mundo nuevo, un mundo con diferentes colores, formas, texturas, ingredientes pero construyen sobre éste lo mismo que en el anterior, construyen asumiendo que las condiciones son semejantes, que las necesidades son idénticas. El suspenso abunda, la incertidumbre de lo que pasará mañana sobrepasa lo que pasa hoy, ante esta existencia sólo se permite sucumbir, nadie pretende sucumbir, por eso se identifican nuevamente con los errores como si fueran la absoluta verdad , al espiral no le queda otra opción que continuar. Las reglas, las normas, que incluso antes eran cuestionadas, ante el misterio, vuelven a ser reflotadas. Las instituciones, por más lejanas a la realidad, se convierten esenciales, se transforman en objetos de admiración. La puerta parece cerrarse, los hombres son indiferentes, como siempre, como si el pasado quedase en el olvido, como si todos los lugares fuesen lo mismo, llegasen al mismo lugar.

El hombre, sentado en su cama, está admirando como el mundo se transforma, como todo se va poco a poco arreglando, como los entes se unen para desenlazar en una nueva realidad. El hombre sentado, se levanta con su admiración, recorre con su admiración, se duerme con su admiración. La mujer, sentada en el sillón, observa como los conflictos se están solucionando, como las naciones se van transformando, como cada uno tiene lo de cada uno, lucha por lo de cada uno, se identifica, y luego se levanta por lo de cada uno, recorre por lo de cada uno, se duerme con lo de cada uno. El niño escuchando a la maestra, se cautiva por tan lindas palabras, libertad, felicidad, amor, recreación; recorre las calles con ellas, se duerme con ellas. El individuo aprende, se levanta, recorre, y finalmente, se duerme. El individuo aprende la puerta, conoce lo primero y no lo segundo, recorre construyendo sobre lo desconocido lo que considera conocer, y se duerme con la ilusión de que todo está bien.

Se corta un pedazo de papel, se engrampa, se archiva; se corta otro pedazo de papel, se engrampa, se archiva. Cuando se termina de cortar el papel, de engramparse, de archivarse, vuelve a quedar otro pedazo de papel, pero ahora archivado, engrampado, cortado. Nadie se cuestiona si no es mejor escribir todo sobre un mismo papel, lo que sí se cuestiona es de qué modo se archiva, empero nadie se cuestiona si es necesario ese proceso. Nadie se lo cuestiona, porque se enseña a ser perejiles, a ser un condimento sobre el pan, sobre la vida, no se enseña a ser el ingrediente funcional de esta, simplemente a ser un condimento. Si al pan le falta harina, por más que se le ponga semillas va seguir teniendo un gusto horrible, su funcionamiento nutritivo va estar, pero el gusto que se le quiere dar no.

La marea está cambiando, el arca no resiste más, se continúan emparchando los boquetes provocados por los obstáculos del camino, se continúa enseñando e investigando sobre nuevos arreglos, pero, tarde o temprano, la marea se va hacer más fuerte, tan fuerte que ningún arreglo va poder enmendar el hecho de que este tipo de transporte es inútil. Ya el arca ha perdido especies, buenas y malas, hombres en fin, ideas en fin, y poco a poco, mientras se avería cada vez más, los técnicos son más, las ideas son menos. El fin, se encuentra más cerca, pronto las ideas se van acabar, los hombres sólo van a funcionar, a levantarse, recorrer la nada, y dormirse en la nada…