Los muñecos verdes de los semáforos son seres vivientes encerrados en cúpulas de plástico para adaptar sus designios a los nuestros. Gritan por su libertad sutilmente haciendo titilar una de las minúsculas bombillas que forman su fluorescente cuerpo, imposibles de descifrar si no se está lo suficientemente atento para sentir el palpitar. Tengo la certeza de que algo quieren decirme con sus arrítmicos compases, tan diferentes al titilar normal del cambio de semáforo. Tal vez quieran ser rojos en vez de verdes, o azules o amarillos, o quieran cambiar de semáforo y correr a su propio ritmo. No todos titilan, algunos se han rendido ya ante el automatismo de su existencia. Sin embargo cada vez que encuentro el titilar incesante sonrío ante la idea de que algún día escaparan, correrán libres por las calles atestadas de autos que ya no sabrán qué hacer ante su rebeldía.