... Cae la tarde...

A las cinco espero tu llegada
y nada más verte
me sonríe el alma.

Aquel gesto gentil,
del que pocos hacen gala,
desde que te conocí
nunca en tu rostro me falta.

Me llevabas por caminos
de mi mente intransitados,
con mil y un atardeceres
que a la anoche dieron paso.

Sabías con mirarme
de mi ser el stado,
anhelos y suspiros
que por mí han pasado.

También yo poseo una armadura
(no sé si oxidada)
que a veces oculta
o desvela mi cara.

Ceo que por ti mismo
lo pudiste comprobar,
igual que tu silencio
yo supe interpretar.

Con mirarme me decías
más de lo que quisieras contar,
retazos de tu vida
que dejaste escapar.

Hoy mi yelmo desaparece
y ante ti descubro mi faz,
de vino alzo la escanciada copa
ante aquel que me supo conquistar.

El tiempo, hilando mi corpiño,
tus rizos entretejió
pareciendo dorado armiño
el ébano que usurpó.

Hoy ciñe mi cuerpo tal prenda,
muy cerca del corazón,
siendo con ello ofrenda
del cariño que nos unió.

Después de todo lo vivido,
después de conocerte mejor,
mucho agradezco lo aprendido
y no me refiero sólo a tu labor.

Voy a extrañar esos ojos,
del ámbar su color,
ventanas que del mundo
me dieron su visión.

Anhelaré el susurro
de tu voz al hablar
(y aquellos chistes malos
que me solías contar).

No quiero otra mente por vigía
no quiero en mi puerto otro faro,
mas si esto debe ser así
nunca olvidaré tal regalo
que se lleva parte de mí.


...Son las seis...

Acaba nuestro tiempo ideado
pero realmente...

...todavía es temprano
para tener la valentía
de otorgar al alma
el refugio de la acción.


Nada te falta,
todo lo llevas contigo.