Hace unos cinco años, subí a Los Cuentos con el título de VANIDAD y con el Nick de Alfalimalima, algo que me sucedió y que me dejó en aquel tiempo una marca dolorosa que pensé había desaparecido. Pero no. Estaba aún ahí, pero no había resentimiento, más bien cuando la releía recordaba a mi amigo con cariño, con el gran afecto y admiración que le profesaba...de esto hace ya algo más de veinte años y en ese tiempo él era una figura destacada en el Gobierno. Era nuestro Canciller. Hoy hace algunos años que murió de un cáncer terminal. Me tomé la libertad de cambiarle el nombre al relato, creo que le queda mejor, y lo transcribo a continuación.
EL AJEDREZ Y LA VIDA
(Sugonal)
¡¡ Hernán !!... me acerco riendo jubiloso, con una genuina alegría en mi corazón y mi mano estirada para saludarlo. Se ha bajado de un automóvil de color oscuro con vidrios polarizados, detenido frente a la puerta del Palacio de la Moneda que da a la Alameda y se dirige, seguramente, a la importante oficina que ocupa como Ministro de Relaciones Exteriores.
Lo veo sorprenderse al mirarme y presiento que en sus ojos hay desagrado, molestia...pero es el mismo Hernán, el mismo rostro que recuerdo del Colegio donde cursamos juntos la Educación Básica, el mismo rostro que durante cinco años de vida castrense acostumbraba ver antes de retirarme a la vida civil, y donde siempre tuvimos una relación buena, fluida. Después no volvimos a vernos...
Me responde con un frío y seco "cómo está..." agregando mi apellido. Me ha dejado con la mano estirada y mi sonrisa se congela...la sangre se agolpa en mi cara de verguenza, mientras siento los tacazos de los Carabineros apostados en esa puerta, saludando su alta investidura.
A la verguenza le sigue la pena, y a la pena la ira y el deseo de gritarle en qué quedó la amistad que nos profesábamos de niños y luego como adolescentes y hombres...¿ Por qué Hernán?¿Acaso porque anduviste la vida en un Mercedes Benz mientras yo lo hacía a pié en un camino de piedras y barro ?
Ambos lo logramos porque yo también tuve lo mío. ¡ Cuánto te admiraba cuando seguía por los medios
tu carrera diplomática ! ¿ Por qué Hernán ?
¿ Acaso te olvidaste que, una vez terminado el juego, tanto el rey como el peón vuelven a la misma caja?
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