Un escenario en madera
crujen las tablas al paso,
del bailarín de malambo
que con su poncho lo besa.

Arrastrando boleadoras
de cuero muy bien forradas,
sacando el pecho valiente
encara a su bien amada.

Suele ser su compañera
él la mira embelesado,
usa un vestido floreado
y unas trenzas que desvelan.

Un adentro, larga el baile
sus pañuelos se entreveran,
y todito se descubre
en sus miradas traviesas.

Desde el pie del escenario
disfrutamos de endeveras,
el bailar de los criollos
el sonar de las espuelas.