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Un Cuento De Navidad



Los rumores sobre la mudanza de las plantas de juguetes eran reales. La noticia les cayó como bomba a los duendes. Era incomprensible para ellos que después de tanto tiempo, años y años, de trabajar en la fabricación de los regalos de navidad, de la nada, simplemente se terminara todo. Cuánto tiempo habían apoyado y trabajado hombro con hombro con Santa Claus, para que así como si nada, como si solo fueran unas máquinas o aparatos, los desecharan. Aún siendo duendes tenían derechos y debían ser respetados, no podían despedirlos sólo así, repetía visiblemente exaltado uno de los duendes, que al parecer era el líder, su molestia era más que visible.

En cambio Santa parecía ajeno a toda esta situación y permanecía embelesado frente a la pantalla LCD de 45 pulgadas que tenía en su recamara. Le habían regalado una nueva serie japonesa y apenas si parpadeaba mientras la observaba detenidamente. En el polo norte, de nadie era un secreto que Santa se había vuelto adicto al anime y al manga, y lo único que hacía, además de regañar a los duendes o discutir con mamá Claus, era leer y ver series japonesas sobre las aventuras de guerreros fantásticos con súper poderes.

Estaba tan metido en la cultura oriental, que había decidió definitivamente irse a vivir a China, pues aun que su sueño era vivir en Japón, no podría por el tamaño de las fabricas y la cantidad de mano de obra requería. Por eso, poco o nada le preocupaba la situación de los duendes, pues ya no los necesitaría, pensaba mudar todas las plantas de producción al país del tigre asiático, los costos de mano de obra se reducirían considerablemente y ya no los necesitaría nunca.

Con lo que no contaba Santa, es que los duendes se revelarían y buscarían por todos lados evitar que esto sucediera. Santa se estaba volviendo loco, decían, y no podían permitir que hiciera ese cambio. A mitad de año, mucho antes de navidad, el líder de los duendes descendió a la tierra para buscar una solución, sabía que Santa no era bien visto por todos, y que contrario a la imagen que se manejaba en TV a cerca de Santa (la de un viejo bonachón y amigo de todos) tenía enemigos declarados, los cuales tiempo atrás habían peleado por ser el centro de la navidad y llevarse todas las glorias de esta época. Snowman, era uno de ellos, el legendario mono de nieve guardaba un rencor infinito contra papá Noel, pues decía que él era el alma y centro de la navidad y que el viejo gordo y barrigón no hacía nada, sólo aparecía en navidad y en cambio él estaba en todo el invierno o cada vez que hubiera una nevada. Él podía ser la clave para evitar que santa quitara la fábrica de juguetes del polo norte, pensaba el líder de los duendes.

Las pláticas fueron largas y extensas, Snowman escuchaba con atención cada una de las quejas del líder de los duendes, esa podía ser la oportunidad de toda su vida para por fin aparecer en las postales navideñas al centro, y no de lado o en segundo plano haciéndole sombra el gordo de Santa Claus. Semanas después llegaron a un acuerdo. Snowman conseguiría el apoyo de varios monos de nieve y evitaría que el cambio se hiciera, provocaría si era necesario la más feroz y terrible de las tormentas sobre China con tal de que no llegaran ahí las fábricas de juguetes. En cambio, los duendes lo reconocerían a él como su nuevo líder y tan pronto estuviera resuelto el problema, comenzarían una gran campaña mediática para desprestigiar a Santa y resaltar las virtudes del nuevo líder.

Pronto la noticia llego a los oídos de Santa, uno de sus espías terrestres encargados de monitorear lo que sucedía en la tierra, lo puso al tanto de inmediato. La noticia no le hizo nada de gracia y se puso de pie, unas migajas de pizza cayeron sobre la alfombra y la gran panza de Santa colgó de su cuerpo como un costal. Estaba preocupado, santa no se levantaba de su sofá hasta principios de noviembre, cuando llegan los estilistas y publicistas de la coca cola para ajustar los detalles sobre su imagen que año con año se renovaba. Prendió el monitor de las cámaras de las fabricas y se dio cuenta de que contrario a lo que él creía los duendes trabajaban incesantemente. La orden sobre desmantelar y poner en cajas las máquinas y herramientas de las plantas había sido desobedecida abiertamente. Hecho una furia salió de su habitación, el largo letargo en el que había permanecido sentado le pasaba factura y sus articulaciones le dolían, se movía pesadamente. Cruzó el gran patio que dividía su mansión y de las fabricas y el gran edificio de correos, donde las cartas de los niños eran revisados. Entró azotando la puerta y en un instante todos los duendes dejaron de trabajar, entonces, muy enojado empezó a gritar molesto a los duendes, les reclamaba que no hubieran obedecido sus órdenes y que aún estuvieran ahí. Un duende de los ahí presentes quiso explicarle algo, pero Santa no lo dejo que hablara, pronto hecho a todos de ahí a gritos, estaba totalmente enfurecido, tomó un tubo de metal y comenzó a quebrar y destruir todo cuanto se le atravesó. Después de media hora, en la planta número uno de juguetes del polo norte, no había más duendes ni máquinas, mucho menos juguetes, había un montón de chatarra y todo yacía destrozado sobre los pies de papá Noel.

Los duendes se vieron obligados abandonar el polo norte, cientos de duendes heridos tuvieron que ser hospitalizados y recibir atención médica. El líder de los duendes estalló en cólera y juró vengarse. Por su parte Snowman tomó las cosas con calma, la situación le favorecía para sus planes. Sin decir nada, comenzó a maquinar un nuevo plan, con los duendes fuera del polo norte, el podía montar una nueva fábrica, elaborar los regalos y entregarlos. Él como su nuevo líder, podía organizarlos y hacer la más bonita de las navidades de la historia, y acabar así de golpe y porrazo el tan alargado mandato de Santa Claus.

Era un plan maquiavélico, bien podría funcionar, decían los duendes, quien estaban hartos de Santa y de su mal humor. Él no hacía nada, sólo aparecía en los comerciales y postales repitiendo estúpidamente "ho ho ho", eran ellos los que trabajaban todo el año, encerrados en el polo norte, haciendo millones de juguetes para que el gordo panzón se luciera fingiendo que entraba por las chimeneas, porque dicho sea de paso, ya ni eso hacía, todo se entregaba por paquetería.

Por el otro lado, Santa, veía como las cosas se habían complicado, caro estaba pagando el cambiar a los duendes de toda la vida por los niños chinos en la fábrica de juguetes, pero bueno, había sido tanta la tentación que no pudo resistirse. Iba ahorrarse el dinero de diez años y tenía por fin la oportunidad de echar andar uno de sus más grandes sueños: ser productor de una peli de anime, tipo Shakura Card Captor. Pero ahora, sólo tenía un gran problema y una navidad en peligro. Preocupado y un poco deprimido, salió de su recamara y se fue directo al corral de los renos, necesitaba pensar que haría, era un viejo truco que le había enseñado su padre. Cuando se sentía solo o afligido, iba y visitaba el corral de los renos y, mientras los aseaba, reflexionaba sobre todo aquello que le preocupaba y como si fuera arte de magia pronto venía a su cabeza una idea brillante para solucionar todo cuando le afligía. Algo se le ocurriría ahí para resolver todo este asunto del pleito con Snowman y los duendes.

Y cuando casi acaba, de la nada, le vino una brillante idea, es cierto, era hora de reinventar la navidad, de renovarla. Entonces rediseño su traje, se puso el gorro hasta el cuello y le hizo unos hoyos a la altura de los ojos, se ajustó el cinturón sobre su enorme panza, y tomó el tubo con el que había destruido las maquinas de juguetes, más decidido que la primera vez. Ya no sería más Santa Claus, a partir de aquel momento se auto nombraría Santa Ninja, en honor a la tradición japonesa y a su afición por los comics, regresó más convencido al corral de los renos y decidió también involucrarlos en la nueva aventura, ellos serian los Reno Samurái y juntos deberían rescatar la navidad de Snowman y los duendes rebeldes en su intención de boicotear la navidad. Rediseño el viejo trineo y lo convirtió en una nave, los Reno Samurái serian sus fieles guerreros, no podían ser ellos los que arrastraran el legendario vehículo por todo el cielo de la tierra. Se puso en contacto con la persona que le vendía los animes y le compró un curso en DVD de entrenamiento en artes marciales. Se encerró durante días en su recamara practicando él y los renos, pronto logro que los animales entendieran de qué se trataba y se convirtieron en unos guerreros salvajes. No se preocupaba demasiado por los regalos y juguetes, si todo salía bien, los juguetes los comprarían en China o los completarían con los que hubieran alcanzado a fabricar los duendes. Lo importante ahora era eliminar al enemigo, eliminar la amenaza de dejarlo fuera de la navidad.

Pasaron así algunas semanas en que no hubo mayor novedad. Snowman ventiló de mala manera en las redes sociales la afición de Santa por el anime, decían que era adicto al hentai y que su mayor anhelo era llegar a ser un día como Ranma ½. Pronto se hizo un escándalo mundial, no era esa la imagen que la coca cola había cuidado durante años sobre su principal personaje en las épocas decembrinas. Entonces, a un mes de que navidad llegara, el nuevo Santa Ninja salió del polo norte con una clara misión en su cabeza, encontrar la fábrica de Snowman, robarle los regalos y matar a todos los duendes y reivindicar así su imagen ante la sociedad mundial. No fue difícil localizar la fabrica, la encontró en uno de los bunkers que hay en el barrio de Tipito de la ciudad de México, era obvio que ahí tenía que ser ¿en qué otro lugar que no fuera china se podían fabricar productos a gran escala de manera ilegal?

Pero no sería fácil el enfrentamiento. Snowman recibió el pitazo y antes de que Santa Ninja hiciera su aparición, ya tenía armada toda una estrategia para repeler el ataque. Ese día nevó como hacía mucho tiempo no sucedía en la ciudad de México, la nieve cubrió la gran mayoría de las delegaciones, el metro dejó de funcionar y la ciudad se paralizó casi completamente. Todos los duendes se maquillaron de color café para camuflajearse con los chilangos y pasar desapercibidos y se ubicaron en puntos estratégicos, era ahora o nunca, era el tiempo de que la navidad pasara a su verdadero dueño, decía Snowman.

Todo estaba listo, era un ocho de diciembre y aun no se sentía en su totalidad el ambiente navideño, pues aun estaba por celebrarse el aniversario de la virgen de Guadalupe. Cuando una fuerte explosión voló uno de los bunkers subterráneos de Tepito, cientos de personas encerradas bajo la tierra murieron en tan sólo unos segundos. Lo gélido del ambiente chocó de lleno con lo caliente de las llamas de la explosión. Los duendes quisieron reaccionar pronto, pero era muy tarde, cuando quisieron intervenir, una decena de renos samurái los habían sorprendido y amarrado en un instante. El disfrazas de chilangos no les había funcionado con los renos que los conocían de toda la vida. Snowman quedo desprotegido, intentaba cubrirse con la nieve y el viento, pero lejos de serle útil le perjudico pues santa Ninja saltaba entre las sombras blancas de la tormenta hasta ponérsele enfrente.

Entonces papá Noel le gritó enfurecido mientras levantaba furioso el tubo que le servía de arma: “aún no nace el personaje que me quite la gloria de las navidades modernas”, y le soltó un gran golpe que casi le tira la nariz de zanahoria. El mono de nieve pudo evitar que le diera de lleno, y en un ataque de valentía le lanzó una ráfaga de air gélido a Santa que ni la capucha que traía de ninja sobre todo el rostro le sirvió para evitar sentir congelarse. Se quedó petrificado unos segundo, tiempo que aprovechó Snowman para darle otro golpe en el estomago. Y cuando al fin se preparaba para dar el golpe final, uno de los renos samurái apareció de la nada y con su espada le partió el gorro en dos, dejando al descubierto su blanca cabeza. Entonces algo inaudito y sorprende sucedió. No era Snowman él que peleaba y combatía con Santa, si no Melchor. Era algo extraordinario e inesperado, ¿qué hacía uno de los reyes Magos ahí? Cuando santa quiso reaccionar, estaba atado de pies y manos y la mayoría de sus renos habían sido sometidos. Los otros reyes magos también estaban ahí presentes y junto con Melchor, y el apoyo de un grupo swat gringo y el ejército mexicano sometieron a todos. Todo había sido una tetra de los contrabandistas chinos radicados en México y los reyes magos, para traer las fábricas de juguetes del polo norte a México.

Días después, los periódicos hablaban de una explosión en una tubería del metro durante la inusual tormenta que se presentó en la ciudad de México. Santa Claus fue despedido, y la coca cola propuso mejor tener un robot, así evitarían algo como lo sucedido. Snowman había sido derretido y vendido en botes de nieve en latinoamérica cuando el grupo swat de los gringos descubrieron su plan y lo suplieron con el rey mago Melchor. Pero de esto nadie supo nada, pues el asunto fue tratado con mucho cuidado y jamás nadie se entero de que un día, la navidad estuvo en peligro por una lucha de poder entre los reyes magos y Santa Claus.






Texto agregado el 09-12-2012, y leído por 272 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
18-12-2012 Me hubiera gustado que Snowman le diera en su mandarina al gordo, con todo y su máscara ninja. Muy divertido tu cuento. Gatocteles
10-12-2012 que barbaro march, nunca crei que la navidad hubiera estado en tan serio peligro... ji ji ji un abrazo!!!!! cinco aullidos yar
10-12-2012 Mas que mariachi, eres político. Muy bien planteada la estrategia, la cuestión es crear un mito, éste es el fuerte de Santa Claus, o su mentor. Destruir un mito cuesta, pero se puede, antes se hablaban de apariciones de santos, luego de platos voladores, extraterrestres,ahora....Ninja? Felicitaciones por el ardúo trabajo. azucenami
10-12-2012 jajaj, me he divertido, realmente tenés una imaginación increíble. Un abrazo y mis estrellas. Magda gmmagdalena
09-12-2012 Leí su cuento y me atrapó hasta el final, muy entretenido, pero prefiero contarle a mis nietos (cuando los tenga) la versión antigua Carmen-Valdes
 
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