Cuando Martín entró al edificio el enorme espejo del palier le devolvió su imagen sin contemplaciones, la pancita de los cincuenta que antaño se consideraba erótica actualmente es decadente sobre todo para los hombres de éxito que comienzan a ser esclavos en esta época de los metrosexuales.
Nuevamente cruzó por la mente de Martín el pensamiento sobre su hijo y un sentimiento como de culpa invadió su ser, pero ya no había vuelta atrás. Tomó el ascensor y otro espejo, parecía que el mundo de las imágenes le querían decir algo, y si efectivamente iba a tener que hacer algo con esa panza, mañana le haría conseguir turno en un gimnasio a su secretaria y de paso cama solar, la palidez en su rostro hoy era mortal.

El timbre de suave melodía apenas había terminado de sonar cuando se entreabrió la puerta y la radiante sonrisa de ella se hizo cargo de la situación, para Martín esta era la primera vez luego de casado que tenía una aventura, se notaba estaba dubitativo, como indefenso, Cristina lo notó enseguida su inseguridad y sonrío satisfecha.

Un hombre en territorio femenino se encuentra como perdido, a merced de la anfitriona Martín aguardaba el desarrollo de las circunstancias, paralizado, sin iniciativa dejó que Cristina le ayudara a sacarse el saco, ella le aflojó la corbata mientras lo miraba con sonrisa de niña sorprendida, el casi atina a abrazarla pero ella rápida de reflejos apuntándole con su índice coronado de uña esculpida le ofreció servirle un whisky, que el aceptó gustoso para tener algo que hacer con sus manos que le traspiraban copiosamente, ya a esta altura se maldecía por haberse metido en la situación que estaba.

Cristina mientras tanto luchaba con la cubetera de su vacía heladera a la que le hacía falta una descongelada desde tiempo atrás, mientras tanto saboreaba su triunfo inminente sobre su asustada presa pero planeaba infundirle algo de confianza para que la jornada no se tornara aburrida, si bien sus motivos eran otros , un poco de diversión no estaría mal.

El vaso en la mano de Martín tenía movimiento sin saber si era para que los cubitos enfriaran la bebida o temblaba de los nervios, se sentía un verdadero ridículo en ese sillón inmenso, escuchando una música desconocida, y siguiendo con la vista los movimientos de pantera de ella que al fin se sentó al lado de él chocando su vaso de agua mineral con el de su whisky en un chin, chin presagio de tantas cosas.

El primer beso fue suave, apenas una caricia de los labios, la iniciativa fue de ella, pero esa chispa encendió el fuego en Martín que poco a poco fue haciéndose cargo de la situación ella lo dejaba hacer oponiendo una mínima resistencia que sabía rendía sus frutos. Los besos y caricias fueron subiendo en intensidad y el sillón ya no era apropiado para lo que Martín esperaba, así que en un susurro formuló la idea de conocer la habitación. Cristina ya tenía más de media batalla ganada, ese hombre ya era totalmente manejable, para ella el juego comenzaba con las blancas, ya gozaba el jaque mate con anticipación.