Las cinco de la tarde, el horario de oficina casi llega a su fin, Martín se dirige presuroso al estacionamiento del microcentro donde guarda su nueva adquisición un Bora blanco, color de moda actualmente, con esos tapizados que dicen ser de cuero ecológico, nueva denominación para lo que antiguamente se llamaba cuerina, y otros muchos elementos tecnológicos con lo que equipan los juguetes que nos gustan.

Cristina luego de terminar su informe sobre ventas de tarjeta de crédito durante el mes en todas las sucursales del Banco y entregarlo en Gerencia, corre por enésima vez a retocar su impecable maquillaje, y luego de aprobarse ante el espejo se despide y se sumerge en la marea humana de Florida en busca de la boca de subte que la llevará a destino.

Miles de historias se entrecruzan en el horario pico de la gran ciudad, los medios de transporte las reparten a lo largo de su ajetreado recorrido, la del que vuelve cansado a su hogar y solo piensa en como hará para pagar todas las cuotas en las que se ha metido, el que no ve la hora de encontrarse con su esposa y contarle los detalles del ascenso que no se animó a darle por celular, la mujer que vuelve satisfecha de la consulta médica que la tenía preocupada, el egoísta que simula dormirse para no ceder su asiento, la pareja de pungas preocupada por el escaso éxito de esa tarde y mil historias más.

La temperatura supera los treinta grados, este verano en Buenos Aires pronostican será muy caluroso y llovedor, Martín prende el climatizador de su Bora e indica en el GPS la dirección a la que se dirige, el tránsito es infernal, pero la buena música y el aire acondicionado logran relajar su tensión, una leve sensación de malestar cruza su mente cuando piensa que estará haciendo su pequeño hijo, pero tan fugaz como llegó pasa. La adrenalina de lo que vendría circulaba por todo su cuerpo, subió la música y se deleitó con el sonido de esos parlantes especiales.

Cristina llegó a su casa sofocada, el viaje en subte con estas temperaturas era un baño turco. Su pequeño departamento lucía decorado con adornos de sus múltiples viajes a los que era aficionada, a sus treinta y cinco años no tenía más responsabilidades que su excelente y bien remunerado trabajo, su otro hobby era la ropa de marca. Se dio un baño con sales aromáticas traídas desde la India, un toque de suave y persistente fragancia y se vistió informalmente pero con estilo, todo estaba previsto cuidadosamente y analizado, ella era una experta en seducción pero su presa de hoy era de cuidado, tenía que lograr un ascenso.

Desde que Martín fue nombrado Gerente General noto que recibía un trato muy diferente al que estaba acostumbrado, sonrisas afables, gestos de cortesía de subordinados que antes eran competidores al puesto, y alguna mirada especial que jamás hubiera imaginado. Martín era un hombre fiel que a sus cincuenta años y después de varios años de matrimonio y sacrificios laborales había construido una bonita familia con Liliana una Arquitecta
de la que estuvo muy enamorado. El hijo fruto de ese amor hoy era la única razón de la continuidad de la pareja, era lo que los motivaba además de los transitorios triunfos profesionales o laborales.

Cuando tocó el portero eléctrico del Dpto. la voz sensual de Cristina respondió quedamente, Martín notó como se aceleraba su corazón y entró.
Lo demás fue lo habitual de tantas historias de nuestra ciudad, que no sabemos como terminarán.