La noche era fría, lluviosa y húmeda, arquetipo de aquellas en las que deseas estar frente a la chimenea acompañado de una buena copa de vino, pero ahí estaba yo escuchando el sonido crujiente de mis pasos retumbando huecos sobre los muros de aquella calle, tan larga que al avanzar el final parecía cada vez más lejano.
La fría niebla casi sólida, golpeaba mi cara sin piedad en tanto que las piernas mantenían una lucha encarnizada para tratar de mantener el equilibrio sobre el resbaloso moho que cubría el suelo, batalla perdida cuando menos un par de ocasiones en las cuales caí de bruces contra las silenciosas piedras de aquel solitario y desolado lugar.
Tratando de enfocar en la penumbra no acertaba a distinguir más allá de mi nariz, en tanto que por mi cabeza desfilaban todo tipo de pensamientos, mismos que mi mente procesaba a todo vapor intentando comprender. Poco a poco el miedo empezó a apoderarse de mí y presa del terror traté de correr pero tropecé de nuevo, al levantarme escuché un sonido que me detuvo en seco y un escalofrío recorrió mi espalda, instintivamente giré la cabeza lentamente para tratar de distinguir el origen del mismo, no había nadie… únicamente tinieblas.
Apuré el paso con el corazón en franco galope y... ahí estaba de nuevo, ese seco sonido de hojas quebrándose, el sonido de unos pasos justo al ritmo de los míos, aceleré sin atreverme a mirar atrás en tanto en mi mente miles de imágenes dantescas desfilaban una tras otra, seres vivos, muertos, míticos y reales me asechaban desde aquella impenetrable oscuridad tratando de apoderarse de mi alma, mi cuerpo y mi sangre.
Presa del pánico resoplé angustiosamente, la adrenalina fluía en torrente por mis venas en tanto que mis músculos se tensaban hasta el dolor, ahogando un grito corrí despavorido doblando esquinas a diestra y siniestra una y otra vez hasta quedar exhausto, reduje la velocidad aguzando el oído y... ahí estaba de nuevo, el sonido de unos pasos justo al ritmo de los míos, enfoqué la vista y horrorizado me di cuenta que seguía en la misma calle, en el mismo lugar, traté de tranquilizarme aspirando profundamente y... tomé una decisión.
Me detuve en seco y di media vuelta, con los brazos en guardia observé a mi alrededor dispuesto a todo, pero… nadie. Sin embargo estaba resuelto ahora sería yo quien perseguiría, avancé rápidamente de manera decidida siguiendo a mi corazón, el cual me lleva un trecho de ventaja, recorrí las tinieblas buscando y preparado para lo peor, pero… nadie.
Enloquecido y con la piel en efervescencia corrí despavorido tras ese, nadie… que me hostigaba y perseguía, tras ese nadie… que se esfumaba entre la noche. En mi loca y desenfrenada carrera de pronto percibí la presencia de una sombra frente a mí, ahí estaba de espaldas, huyendo y tropezando.
En ese momento como si advirtiera mi presencia se detuvo en seco, y cuando volteó la cabeza se me heló la sangre al ver su rostro, un rostro desencajado, horrorizado… mi rostro.
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