El detalle.
Desde hace ya un buen rato,estoy parado con una mano en el bolsillo y la otra apoyada sobre uno de los marcos del enorme ventanal.
Sus vidrios gruesos me aislan del mundo exterior,como si estuviera adentro de una pecera.
Ese mundo del que siempre quise distanciarme y que de no ser por un detalle importante, casi lo logro.
Ni bien tomé conciencia de mi nueva y sorpresiva situación,supe que debía armarme de paciencia y esperar serenamente.
El largo camino de baldosas rojas y amarillas está desierto. Es normal que a esta hora de la madrugada,cerca ya del amanecer,no haya personas circulando por la zona.
Sólo dos perros trasnochados cruzan los largos canteros de flores. Los sigo con la mirada hasta que terminan de pasar frente al ventanal.
Con la cabeza baja y las largas orejas caídas,mantienen un ritmo de trote contínuo.
Cuando desaparecen de mi campo visual,quedo con la vista clavada en el punto por donde se fueron y me enredo en una revuelta madeja de ideas.
¡Si Sandra tuviera un mágico toque y decidiera venir!
Tan solo para verla acercarse por el sendero,húmedo de rocío.
Me conformaría quedarme con esa imágen nueva,diferente de la última que guardo en la memoria.
Cuando en llanto vivo, trataba de convencerme para que no lo hiciera.
A pesar del dolor que me producía su angustia, volví a explicarle el argumento de la “última oportunidad” y me fui con el corazón agarrotado.
Lo real y concreto es que Sandra no tendrá el mágico toque,no vendrá y el sendero húmedo de rocío no sentirá el paso de sus zapatillas azules.
Lo hecho,hecho está.
Mal. Pero está hecho y no hay nada que pueda retrotraer el tiempo ni las circunstancias.
En el mismo momento en que escuché los fatídicos sonidos de las cerraduras electrónicas, supe que había perdido.
Ni siquiera traté de reflexionar sobre cuál fue el error. Estaba claro.
Comienza a amanecer.Tímidamente los primeros rayos de Sol pincelan de dorado la parte alta de algunos edificios.
Será cuestión de poco tiempo.
Siento ganas de llorar .
Llorar,pero de bronca.Por volver a perder.Por haber sido un idiota al que se le escapó semejante detalle.
Por creer en lo infalible de esta última oportunidad.
Pienso en Sandra ,en sus manos suaves,en sus frágiles dedos hechos para la caricia.
Miro el reloj . Marca la hora en que Yo ya no debería estar aquí.
Sin embargo estoy.
Algunos ruidos externos me anuncian que todo está por terminar.
Con los brazos extendidos,apoyo las palmas de las manos en la pared y separo las piernas.
Le echo una mirada a la caja de caudales que no llegué a tocar y serenamente,escucho cómo las cerraduras electrónicas de la única puerta, se van destrabando en una secuencia seguramente bien programada.
En pocos segundos entrarán.
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