Poema al Peregrino Fuente:
1º Congreso Europeo de Santuarios y Peregrinaciones Máriapócs, Hungría 2-4 de septiembre de 1.996.
http://xacobeofillos.blogaliza.org/2010/04/19/poema-al-peregrino/
Al Peregrino
Camina,
Naciste para el camino.
Camina,
tienes una cita
¿Dónde? ¿Con quién?
Aún no lo sabes,
¿quizás contigo mismo?
Camina,
tus pasos serán tus
palabras,
la senda tu canción
el cansancio tu oración
al final, tu silencio te hablará.
Camina,
solo, con otros,
pero sal de tí mismo
te creaste rivales
y encontrarás compañeros
te imaginaste enemigos
y te harás con amigos.
Camina,
tu mente no sabe
dónde tus pasos
llevan a tu corazón,
Camina,
naciste para hacer el camino
el del peregrino.
Otro camina hacia ti
y te busca
para que tú puedas encontrarlo.
En el santuario, meta del camino,
en el santuario, en lo profundo de tu corazón
Él es tu paz
Él es tu alegría.
Vete,
Dios ya camina contigo.
CRÓNICAS DEL CAMINO DE SANTIAGO –
EL PEREGRINO
La Previa
Mi verdadera aventura empezó aquel soleado 17 de agosto del 2001, en un pueblito de la provincia de Lugo. Hasta allí había llegado mi aburrimiento, gracias a Daniela Ferro; una amiga entrañable que conocí en los campamentos de Eco-Aldeas, una organización que insiste en buscar una salida ecológica al insensato crecimiento de las urbes modernas. Después de pagar dos euros en un kiosco, por una credencial ‘peregrina’, la que sería sellada en las distintas postas a lo largo del camino, para que al final del mismo se nos entregase la certificación oficial de que habíamos hecho el Camino de Santiago o “Compostela” ‘sin trampas’ y a pie, busqué alojamiento por esa noche. En el atardecer de ese día casi desisto del viaje. Tuve tos y frío. Caminé hasta la playa, donde varios jóvenes bebían y reían alocadamente. Sobre una duna, una pareja se entregaba al frenesí del sexo, sin importarle gran cosa la gran cantidad de personas que se detenían a observarla, algunos tomaban fotografías a muy escasa distancia de ella. Dejé mi bolso. Me quité las ropas, sí, totalmente, y corrí hacia el mar. Creo que ese choque de realidad y aprendizaje previo, dio un inesperado e increíble resultado. Hasta hoy no volví a toser ni a moquear. Esa noche dormí confiada y profundamente y, lo más importante, sin interrupciones.
El Prejuicio
Recordé que hasta allí me había llevado, únicamente, el aburrimiento. Pensaba hacer unos pocos kilómetros caminando, y luego, abandonar esa demencial caminata, la que ya había juzgado como una verdadera idiotez turística de empeñosos fanáticos de los padecimientos auto-infligidos para sentirse proto-s, aunque sea sólo una vez en sus míseras vidas, con la valía y pertenencia de los competentes integrados y triunfantes en ‘algo’.
El Encuentro
Sin embargo, un encuentro puede llegar a ser una puerta. Una conversación puede llegar a ser una salida. Ningún encuentro es casual. Ninguna puerta es imposible. El Peregrino, así he de llamarlo de ahora en más, despertó en mí un hambre hasta ese día desconocido. Lo llevaba dentro. Estaba allí. Pero esa hambre no tenía ningún reconocimiento ni valor real. Lo mantenía enmascarado con otro tipo de apetitos, los que jamás lograban, a pesar de ser saciados hasta el hartazgo, apagar esa hambre existencial, moral y espiritual que ocultaba en mi interior; el hambre escocía todas mis horas, invalidaba todos mis sueños y malograba todos mis goces.
Lo Cierto
Sepan amables lectores, que el Camino de Santiago no fue algo azaroso, fue parte esencial del camino interior hacia mí mismo; para conocerme, despertándome de un sueño en el que soñaba estar despierto, y darme cuenta que la belleza de Su gloria llena toda la tierra.
La Sabiduría
Recuerdo que al encontrarnos, el Peregrino comenzó a consolarme con atinadas y sabias palabras, tomadas casi todas ellas del Libro de los libros. Me intrigaba su tosca sencillez y desgarbada apariencia, contrastando con la delicada profundidad y sabiduría de sus palabras. Cuando le hablé acerca de mis dificultades familiares, tuvo una actitud tan expectante y receptiva que despertó, amablemente, todos mis sentidos. Puso atención a cada cosa que le iba contando. Sus ojos me miraban curiosos, como los de un niño ante una mariposa en primavera. Ese interés en escucharme me hacía sentir acompañado, comprendido y aceptado. No era un interés común; era un interés atento, lleno de paz y compasión. Al acabar mi relato, se sentó a mi lado en silencio, como si estuviera a punto de comenzar una ceremonia, entonces el silencio se hizo aún más respetuoso y solidario.
Luego, me miró fugazmente a los ojos, manteniendo en los suyos esa inocencia que sólo los niños poseen gracias a la pureza de su corazón. Su voz parecía hablarme desde un conocimiento previo, desde lo ya sabido y asumido como verdadero por ambos; me dijo que la respuesta ante lo que parece malo, ofensivo, negativo, incomprensible y doloroso, era la aceptación. Y concluyó diciendo: "Tú debes saber que la aceptación no es resignación, es fe. Es el ejercicio de la confianza en Dios. Dios jamás pierde el control de las cosas. Y, si amas a Dios, todas las cosas te ayudarán a bien. Por lo que debes tener un espíritu de aceptación ante todas las cosas. Ello no significa que te resignes ante los obstáculos y problemas; todo lo contrario. Por ejemplo, si dices que hoy no te salen bien las cosas porque te has levantado con el pie izquierdo; acéptalo, pero no te resignes, acuéstate de nuevo y, al levantarte, cambia de pie. Recuerda: si te quejas no estás en fe. Debes obrar en fe para cambiar las cosas; entonces, todas ellas te ayudarán a bien." Quedé unos momentos en silencio, con una grata sensación en el corazón.
El Peregrinaje De Todos
Luego le pregunté al Peregrino la razón de su vida itinerante. Quería saber cómo podía vivir apenas con lo puesto, cargando una breve mochila con dos o tres cacharros y algunas mudas de ropa interior. Entonces él me preguntó: -¿Acaso tú no traes tanto como yo? ¿De qué te asombras? -Ah, le contesté, pero yo no soy de aquí, voy camino a mi casa, y todas mis cosas están en ella. -Bueno, me respondió con voz calma y llena de alegría, yo tampoco soy de aquí, también voy camino a casa y todas mis cosas están allá. A esa reflexión le siguió un comentario que me aclaró aún más la condición del Peregrino. Él me hizo una escueta declaración de principios; diciéndome:
"El peregrino sale con lo necesario. Lo seguro para el peregrino es, en casi todos los casos, su brújula y su cansancio. Él sabe que no es una fortaleza inexpugnable. Su viaje estará rodeado de incidentes, accidentes y alicientes. Por esa razón bromea con lo imaginario. Abre las puertas de su alma andando en novedad de vida, para disfrutar aquello que es lo inesperado, lo impensable, lo imprevisto y lo sorprendente de cada momento. Él cosecha su siembra en paz, sin impacientarse jamás por nada ni por nadie. El peregrino, con Pan y Vino, va haciendo Su Camino."
El Peregrino, con estas y otras muchas historias, iba coloreando el silencio de La Verdad.
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