Quisiera amarte, polinesica danzante,
estrechar en mis brazos tu divino cuerpo;
quisiera ser como la luna del sol, tu amante
y en tus ojos claros sumergirme en corto tiempo,
no para dejarte inútilmente abandonada,
sino para evitar el hechizo de tus encantos.
Que aún sin ellos no tengo ni me queda nada,
pero lo tendré cuando tengamos ya recuerdos.

Quisiera tenerte, gran diosa de la isla,
y fundir nuestros candentes cuerpos pequeños;
tener junto a la mía, tu bella sonrisa y bendecirla
y volver realidad mis más profundos sueños.

Quisiera ser el volcán, que tu cintura
a cada instante, su vaivén puede contemplar
y poseer tus besos junto a tu alma pura
porque, como yo, nadie te pudo(ni podrá) amar.

Sólo espérame, danzándole a la luna,
al sol y a las demás luminosas estrellas,
porque acudiré a tu lado, vez alguna,
y rendirle tributo a la más bella entre las bellas.

Quisiera olvidarte muy pronto,
para dejar descansar mis fantasías
y desengañar a mi corazón tonto,
pero sé, que esté a tu lado, ansias.

Quisiera llevar por siempre, junto a ti,
ese ritmo que marcan tus caderas
y perdernos en el mar, porque sentí,
sin conocerte, que la mujer de mi vida eras.

Espérame, polinesica hermosa,
junto a tus bellos y claros ojos,
porque un día iré a rendirle tributo a la diosa,
dueña de tan suaves labios rojos.
Ya iré a danzarle, junto a ti, a los dioses
y con los volcanes de tu preciosa isla
te cubriremos de caricias. Pero no oses
en pensar en tu partida.


Mejor olvidémonos, hermosa isleña,
y olvidémonos a tiempo certero,
porque, aunque este niño sueña,
Sé que tu isla y tus volcanes están primero.
Digámonos adiós, los dos a tiempo certero.
Sé que aún estamos dentro del plazo
para que los dioses no hagan amarnos
y de no soñar con cobijarte en mi regazo.